Paso 3 ¿Cuán condicionada está mi INTERPRETACIÓN de La Biblia?

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Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 3 de 15

Interpretar La Biblia no es fácil. Cuando Felipe escucha a un eunuco leyendo el libro de Isaías, el apóstol le dice: “Pero ¿entiendes lo que lees?” A lo que el sensato lector responde: “¿Y cómo podré, si nadie me lo explica? (Hechos 8, 30-35).

Como vemos, el primer requisito para comprender mejor La Biblia… es querer comprenderla. Y para intentar conseguirlo, es fundamental que tomemos conciencia del gigantesco poder de nuestro sesgo de confirmación. Esto es la tendencia natural que nos hace aceptar positiva y acríticamente aquella información que confirma nuestras creencias más confortables y arraigadas. Al mismo tiempo, este sesgo nos predispone al desprecio de ideas incómodas que sacuden nuestra identidad y seguridad. Nuestra interpretación estará siempre condicionada por múltiples factores psicológicos, sociales, relacionales y de otros tipos que por inercia nos impulsan a sentirnos lo mejor posible.

Dentro del pack de gafas de interpretación que todos llevamos están los temores que intuitivamente negamos. El miedo a que nuestra paz se desmorone provoca que no seamos del todo honestos cuando consideramos posturas teológicas diferentes a las ya asumidas.

Pero cuando rechazamos el análisis serio de otros enfoques también podríamos estar desechando una comprensión más coherente y liberadora de nuestra fe. Puede ocurrir que detrás de otros enfoques “inquietantes” hallemos la llave de nuestra jaula.

Lo paradójico de este sesgo es que a menudo nos hace sentir bien con creencias de apariencia cómodas pero que no liberan a lo más profundo de nuestro ser. El espacio de confort a menudo es solo una cárcel decorada bonita.

Mi interpretación de La Biblia es coyuntural

Todo esto parece muy obvio. Pero en la práctica no somos tan racionales y damos por hecho que “los herejes son los otros”. Como dice Lucas Magnin, “cuando una persona abrazó una narrativa, es muy difícil que se abra a cambiarla. Puede estar expuesta durante años a demostraciones cotidianas de que las cosas no son tan así, pero, al final del día, la interpretación rectora está definida por la primera impresión que tuvieron” (Fuente: X).

Justo González afirma, “sepámoslo o no, cuando nos acercamos a las Escrituras traemos con nosotros toda una tradición de interpretación escrituraria que nos lleva a entender el texto bíblico de un modo particular[1]”.

La historia de las doctrinas nos muestra que estamos condicionados por censuras y dogmas que son el resultado de batallas teológicas ganadoras. Estas teologías en ocasiones estuvieron muy condicionadas por el desconocimiento que se tenía del idioma o del contexto bíblico, y/o porque convenía a determinados intereses religiosos. La historia de los debates teológicos y sus conclusiones oficiales marcan nuestra herencia interpretativa de La Biblia.

Hoy es más necesario “examinadlo todo, y retened lo bueno” (1 Ts. 5, 21). No hay nada más saludable que analizar si las verdades dominantes que nos inculcaron son tan verdaderas como parecen.

La verdad no tiene por qué coincidir con la opinión de la mayoría. Ni dentro ni fuera de la Iglesia. La historia nos ha enseñado cómo algunas teologías dominantes cambian en cada época llegando incluso a ser vistas con vergüenza por generaciones posteriores de cristianos. Un ejemplo serían las mayorías de creyentes en los EE.UU. educadas en un Dios que bendecía la segregación racial. Hoy esto nos parece lamentable… pero… ¿De qué “verdades” dominantes actuales se avergonzarán los cristianos de dentro de 70 años? ¿Tendrán razón cuando afirmen que las mayorías de hoy aplicamos dañinamente algunos preceptos bíblicos sacados de su contexto?

Entre los millones de cristianos orientales que aman La Biblia existen doctrinas que son diferentes a las nuestras. Esto significa que vivimos en una pluralidad que debería hacernos más empáticos y menos soberbios con el otro.

Sin embargo, para otros creyentes, determinada pluralidad natural se convierte en un llamado a la ruptura y a la separación de quienes ellos consideran herejes. Da igual incluso que los frutos de amor de estos “herejes” sean incluso mayores que los suyos propios como cristianos de -supuestamente- “sana doctrina”.

Así que nosotros decidimos: ¿Dónde colocaremos las líneas rojas de la herejía y donde las de la aceptación de la diferencia con amor? No es fácil, seguro. Y ante la duda: ¿No será mejor equivocamos desde el lado de la aceptación y del abrazo? ¿Se ganan así más vidas de las que se destruyen para siempre? Yo creo que sí.

En cualquier caso, un punto de partida para el diálogo es -como dice el profesor Dionisio Byler- asumir que todos leemos La Biblia “y de inmediato la interpretamos. Toda doctrina o conclusión teológica y práctica extraída de La Biblia será siempre una interpretación humana. Pero nuestras interpretaciones no equivalen a La Palabra de Dios, aunque muchos fundamentalistas transmiten esta idea en la práctica situándose por encima de otras profundas y honestas interpretaciones”.

Como Lucas Magnin observa, “no es fácil tomar conciencia de los límites y motivaciones de la propia cultura… La iglesia de todas las épocas ha intentado conciliar la revelación que Dios ofreció al mundo en la persona de Cristo con su propia cultura. Nuestro conocimiento de Dios nunca está exento de la influencia del contexto; en alguna medida, siempre existe cierto nivel de sincretismo entre nuestra fe y nuestro entorno.”.

Nuestro reto hoy es sobreponernos a la distancia espacio temporal con aquellas comunidades originales y descubrir qué sentido tiene el relato para nosotros sabiendo que siempre tiene algo que decir. Se trata de descubrir las huellas de Dios en cada fragmento bíblico. Y para ello hace falta la humildad de quererlo, aunque implique deconstruir determinadas ideas de Dios.

¿De verdad queremos comprender mejor La Biblia? Un tirón de orejas a (algunos) ateos y cristianos                                                                         

Muchos ateos se acercan a La Biblia ignorando los propósitos y contextos originales. No tienen un interés real en comprender qué ocurre en Las Escrituras y la juzgan desde su presente y prejuicios como lectores. No poseen rudimentos exegéticos y mezclan géneros o simbolismo con literalismo cuando exponen sus conclusiones para un público a menudo acrítico y resentido con la religión.

Muchos anti-Biblia arremeten contra relatos descriptivos o no aplicables a los cristianos calificándolos erradamente como mandamientos actuales a los que atacar por su extrañeza o despropósito. (Ver AQUÍ un análisis del Nuevo Ateísmo).

Esto es parecido a lo que hacen los fundamentalistas cristianos que ellos tanto critican. Si… hacen lo mismo que critican, pero desde el otro extremo.

Ateos o agnósticos, así como cristianos fundamentalistas, cometen el mismo error de acercarse a La Biblia buscando satisfacer sus expectativas ya preestablecidas. Tristemente, muchos lo hacen desde el dolor, con excesiva agresividad y falta de empatía hacia el otro.

Seamos sinceros: Todos hacemos un poco esto. Emocionalmente es imposible que nos evadamos de cierto grado de prejuicio y fundamentalismo. Y por esto es importante ser consciente de nuestro sesgo y tratar de comprender sus porqués ¿Quizás nuestra falta de autoestima nos lleva a odiar al otro? ¿Traumas personales? La lista puede ser muy larga, sutil y manifestarse en distinto grado. El éxito en todo esto va a estar relacionado también con nuestra capacidad de auto introspección y ponernos en manos de Dios.

Experiencias personales, grandes condicionantes

Nuestro sesgo de confirmación se alimenta de experiencias y heridas emocionales. Un ejemplo sería el mal padre que tuvimos de niño y que hace que nuestra idea de Dios Padre la interioricemos de forma diferente respecto a quien sí tuvo un padre presente y amoroso.

Curiosamente, muchísimos de los ateos anticristianos más influyentes del último siglo tuvieron malos padres varones o estuvieron ausentes durante sus infancias. 

Los condicionamientos emocionales son extremadamente poderosos porque nuestras resistencias para racionalizarlos son infinitamente mayores que aquella información que nos resulta más indiferente. Nuestras emociones se entrelazan con nuestra cultura, con el sesgo de nuestras fuentes de información (tanto elegidas como no), con nuestro círculo relacional o con la corriente teológica en la que fuimos discipulados en nuestra confortable comunidad.

Si un día -por ejemplo- nos dijeron que el literalismo es la forma de verdad más sublime y a menudo la única posible, esto marcará nuestra forma de comprender Las Escrituras. Por esto, reconfigurar una idea teológica importante puede ser emocionalmente muy difícil.

La fuerza de la comunidad ayuda para bien, o para mal

Solemos vivir nuestra fe en un entorno comunitario de ideas comunes que se refuerzan cotidianamente desde un intercambio de pareceres alineado con conclusiones ya asumidas por el grupo. Y esto es muy, muy poderoso. Para bien o para mal. ¿Quién quiere ser excluido o tener problemas con su amable familia espiritual? ¡Nadie!

Jesús fue compasivo con los excluidos del sistema. Pero fue duro con los arrogantes escribas y fariseos que no manifestaban compasión hacia los débiles y discordantes. Los líderes religiosos pretendían meter a Dios en una cerrada caja de teología sistemática que no liberaba sino que los aprisionaba aún más.

Dios cuenta con nuestra subjetividad para hablarnos

El riesgo de que manifestemos una interpretación imperfecta de La Biblia no es algo que tome por sorpresa a Dios. Es parte de una aventura planeada.

Las Escrituras crean conversación, van forjando nuestro carácter y nos insuflan aire para aprender a ceder y restaurar. En el cómo soportamos la interpretación del otro y en el cómo nos esforzamos por comprender sus porqués hay un propósito de madurez ¿Cómo tratarías al de “doctrina equivocada” si fuese la persona que más amas de este mundo? En un discurso que no fue escrito para bodas sino para comunidades imperfectas de fe, Pablo aseguró que el “amor todo lo soporta” (1ª Co. 13, 7). 

“Ahora conocemos a Dios de manera no muy clara […]. Pero, cuando todo sea perfecto, veremos a Dios cara a cara. Ahora lo conozco de manera imperfecta; pero cuando todo sea perfecto, podré conocerlo como él me conoce a mí. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1ª Co. 13, 12-13).

En el siguiente artículo «Mi doctrina: ¿Es la verdadera INTEPRETACIÓN?» continuaremos exponiendo algunas características para tener en cuenta acerca de nuestra interpretación de La Biblia. Hablaremos de cómo el análisis de estos condicionamientos nos puede llevar a una necesaria deconstrucción de algunas doctrinas aprendidas.

[1] Justo L. González “Retorno a la historia del pensamiento cristiano” Ediciones Kairos, 2009, p. 20

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