domingo, noviembre 9, 2025

¿Mujer pastora en la iglesia? El punto clave hermenéutico

El debate actual acerca de si la mujer debería ser hoy pastora (o no) en la iglesia suele consistir en un cruce de numerosos versículos de un lado hacia otro. Y esto es algo que a menudo deja al creyente común desbordado. Pero ¿Se trata de esto?

¿Qué postura tiene más y mejores versículos?

Sin embargo, tratar de averiguar qué postura posee “más y mejores” versículos no es el punto clave, aunque esto es algo muy importante. Aunque parezca paradójico, este no es el punto de partida de una visión genuinamente bíblica.

Honestamente hemos de admitir que en el Nuevo Testamento podemos ver, por ej., cómo se pide a la mujer que guarde silencio en las reuniones (1ª Co. 14, 34-35; 1ª Ti. 2, 9-15). Sin embargo, también encontraremos elogios a mujeres que sí enseñan, dirigen o profetizan (Hch. 21, 9). Mujeres que oran en público (1ª Co. 11, 5) o que predican y forman doctrinalmente a varones. Como la apóstol Junia (Ro. 16, 7) o Priscila, quien enseñaba doctrina a reconocidos líderes varones como Apolos (Hch. 18, 26).

Si nos quedamos en una lectura superficial y literal, también podemos abrir la carta a los corintios y leer que “es mucho mejor no casarse” (1ª Co. 7, 8) para luego ir a Timoteo y ver que “la mujer se salvará teniendo hijos” (1ª Ti. 2, 15).

Son solo algunos ejemplos que pueden dejar confundido a muchos cristianos que pretenden orientar su fe desde La Biblia.

Pero, entonces: ¿Cómo abordamos este asunto? …

Punto de partida: Discernir el contexto e intenciones en La Biblia.

Entonces: ¿Es posible formarse un criterio cristiano y bíblico al respecto? Y mi respuesta es que sí.

Un punto clave es asimilar que los autores bíblicos inspirados buscan honrar y agradar a Dios desde los contextos culturales de los que ellos también son parte. Dios los usa como son y desde su condición. Pertenecen a una sociedad y entorno muy concretos de hace miles de años. Son autores que a menudo pretenden resolver situaciones concretas y/o circunstanciales que incluso varían entre los receptores de una y otra carta del Nuevo Testamento, por ejemplo. Esto es algo que hemos visto en algún ejemplo anterior. Y es que la inspiración divina actúa desde esta base.

Es cierto que estas decisiones de los autores bíblicos para buscar el orden en las casas y asambleas en ocasiones las sostienen apelando a argumentos teológicos. Y esto tiene su sentido, pues todo lo que se hace en cada circunstancia es para honrar a Dios… desde su contexto espacio-temporal y social. Y cada uno desde el nuestro tratamos de honrar a Dios y al otro.

Pongo un ejemplo concreto:

En 1ª de Corintios 14, 35-36 Pablo pide que la mujer calle en las reuniones “PORQUE esto es indecoroso”, de mal testimonio.

Sin embargo, HOY la falta de decoro público en nuestro entorno, mucho más igualitario, se produce ¡Justo al revés! Lo indecoroso y de mal testimonio se producen cuando a una mujer se le manda callar, o no enseñar, tan solo por ser mujer.

“conforme a la ley…”

En nuestros países occidentales mandar a una mujer callar por ser mujer puede ser incluso “contrario a la ley”. Esto es también al revés de lo que ocurría en el NT cuando se dice (v. 34) “que las mujeres se controlen a sí mismas, como la ley dice”. Esta ley que Pablo cita no es del AT (no existe tal ley) sino del imperio romano en el que el marido era dueño de los demás miembrossin limitación sobre la persona y bienes de la mujer o de sus descendientes, poder superior a cualquier injerencia del Estado en nombre del bien común o por la tutela encomendada sobre sus ciudadanos[1]”.

¿Se capta la idea? Son expectativas sociales de roles, de sujeción y el buen decoro desde aquellas sociedades. Y cada era tiene las suyas propias.

Como argumento en contra de que la mujer hoy enseñe, algunos cristianos apelan a textos que mencionan el orden original de Dios o a la esencia divina para un determinado sometimiento social o familiar. Pero ¡Ojo! Porque con esto se repite la misma confusión hermenéutica: Una alusión o justificación teológica a -por ej.- un Dios que es orden, no hace atemporal el tipo de sujeción que aquella sociedad o nación entiende como “ordenada”. El fondo de esto mandatos es ser el buen testimonio, no ser piedra de tropiezo para las personas del Imperio que se irán incorporando a la iglesia.

Esposas someteos: requisito legal del Israel y del Imperio romano del siglo I

En otro ejemplo muy utilizado para argumentar que la mujer no debe ser pastora es Efesios 5, 21-23:Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia”.

Bien. El matrimonio patriarcal, la unión de una persona inferior con alguien superior (en estatus, derechos, etc.) a quien se debe obediencia, era algo asumido para recordar el orden SOCIAL al que está llamado un cristiano. Y de este mismo modo, se ilustra también la relación de la Iglesia con Cristo.

Pero fijémonos en que el sometimiento de género no es la única estructura legal de la antigüedad utilizada en La Biblia para ilustrar la relación entre Dios y su pueblo ¡Y esto es muy importante! La monarquía (una dictadura) o la esclavitud son aludidas de una forma similar en La Biblia. Cristo es el «Rey de reyes» (Ap. 17:14) a pesar de que la monarquía fue una concesión social que Dios nunca quiso (1ª Samuel 8). ¡Pero, a pesar de todo, él se presenta como rey a una sociedad que comprende cómo funciona la relación súbdito-rey!

El sistema esclavista, otro buen ejemplo para comprender este punto, ilustra cómo los humanos deberían honrar y obedecer a Dios, nuestro dueño, quien «nos compró por precio» (1 Co. 7: 22-23).

Por tanto, y del mismo modo, la metáfora de “la Iglesia como esposa de Cristo” se entendía muy bien como la relación entre el dueño (el marido) y su amada “sometido” a quien cuida y da todo por él (rey-súbdito, amo-esclavo, marido-esposa, Cristo-Iglesia… son patrones similares).

Sin embargo, una hermenéutica desde Jesús nos ha llevó a los cristianos a romper estas opresivas estructuras sociales a pesar de que fueron asumidas socialmente por los autores de La Biblia (monarquía, esclavitud…).

Lo mismo podríamos decir de los modelos de matrimonio antiguos que incluía la entrega de hijas de 13 años para un casamiento y sin noviazgo, por ejemplo. Esto era lo normal. O la poligamia, un modelo que hoy no consideramos cristiano porque no nos parece correcto a pesar de que en La Biblia sí se contempla como legítimo en La Ley de Moisés y que nunca fue condenado en Las Escrituras. De hecho ¡Era una obligación cuando la cuñada se quedaba viuda! Así era la sociedad y tenían sus razones para practicar la poligamia. Sin embargo, ningún cristiano apela a este “modelo bíblico” de familia porque nuestra sociedad ha superado hace tiempo esta dependencia desigual de género.

Los cristianos que leemos acerca de estas estructuras sociales antiguas podemos aprender acerca de nuestra relación con Dios al mismo tiempo que somos llamados a romper dichas estructuras cuando son el fruto del sometimiento dictatorial humano y patriarcal que ya fue predicho en Génesis 3, 16 como una maldición que fue consecuencia del pecado (Génesis 3, 16) ¡No es algo a procurar sino a transformar en bien!

Estamos todos de acuerdo en que Dios no quiere que repliquemos la dictadura idólatra de Roma a pesar de que en La Biblia se diga: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Ro. 13, 1).

Pues con la mujer en su igualdad de roles o derechos ocurre lo mismo. Esto es una buena contextualización de La Palabra de Dios. Si no somos coherentes con esto podríamos estar oponiéndonos al ministerio de mujeres con dones pastorales que el Espíritu ha repartido “a cada uno en particular, como él quiere” (1 Co. 12, 11). Y esto no es para bendición.

 

¿Enseñar sí, pero ser pastora no?

Es curioso que desde una lectura literalista de La Biblia resulta muy clara y explícita alguna orden para que la mujer no enseñe o hable en la iglesia. Sin embargo, no hay ningún versículo explicito que prohíba a la mujer ser pastora.

Por tanto, aquella postura “intermedia” que defiende que la mujer puede enseñar, pero no ser pastora es -a mi juicio- la menos coherente de todas. Esta interpretación se queda en tierra de nadie ya que no es ni literalista ni contextualiza.

Y con contextualizar me refiero a aplicar correctamente lo leído desde las ideas cristianas de fondo que buscan reflejar a Jesús. Eso sería, por ejemplo, buscar el orden, mantener las leyes sociales del decoro y respeto, el buen testimonio, no escandalizar a los cristianos que se incorporan a las iglesias con una comunidad donde se manifiestan patrones culturales demasiado subversivos. Estos principios son los debemos seguir procurando… pero en una sociedad muy diferente respecto a las expectativas de roles y los derechos ¡Y hoy es una sociedad más cristiana que la del Imperio del siglo I en este sentido!

Por terminar con el asunto de roles: Que la mujer no enseñe… ¡Porque viene del engaño! (1ª Timoteo 2, 9-15)

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos…”. (1ª Timoteo 2, 9-15)

Fijémonos en que este texto no habla de roles (como a veces se dice) sino del pecado derivado de una mujer engañada.

Creo que este texto solo puede entenderse como una medida circunstancial y condicionada de nuevo por los valores culturales considerados “de buen gusto”. Creo que es una medida de fuerza ante un movimiento de mujeres (probablemente gnóstico) que se propagaba entre aquellas comunidades que aún no tenían una teología asentada. Esto se corrobora pocos versículos después cuando dice que muchas mujeres de allí “se habían apartado en pos de Satanás” (1ª Timoteo 5, 15), e incluso que iban “de casa en casa” con mensajes perturbadores.

La pregunta, por tanto, es: ¿Ocurre esto exactamente igual en nuestras comunidades concretas? ¿Acaso no deberíamos discernir estos textos a la luz de la realidad actual en la que las mujeres sí pueden leer y estudiar La Biblia en las mismas condiciones que un varón? Yo creo que sí. Claramente. Y que esto es lo más cristiano que podemos hacer.

Conclusión: Jesús para interpretar, liberar y buscar la justicia

Existen muchos ejemplos de Jesús rompiendo costumbres y expectativas de su tiempo para reconvertirlas a favor de la liberación de la mujer. Lo hace con la mujer sirofenicia (Mc. 7, 24-30). O con la del pozo (Jn. 4), quien impuramente le toca con un flujo de sangre (Lucas 8, 43-48). Y con otras.

En Lucas 13,10-17, en el día prohibido para sanar, Jesús restaura a la mujer encorvada. Lo hace llevándola a la zona reservada para los varones en la sinagoga. La llama «Hija de Abraham», un título reservado para los hombres en aquel contexto. Este título no sólo la incluye dentro del pueblo elegido, sino que subraya su inclusión e igualdad dentro de la fe. Llamándola Hija de Abraham Jesús destaca que las promesas de Dios son para todos sus descendientes, incluidas las mujeres y otras personas marginadas.

Jesús sembró la semilla para que nosotros fuésemos hacia adelante en esta restauración de la igualdad de imagen de Dios original de Génesis.

La Biblia, interpretada pertinentemente desde su contexto, nos debería impulsar hoy, no solo a “aceptar” que una mujer pueda ser pastora sino a ser parte intencional de crear un espacio favorable para el ejercicio de todos los dones que el Espíritu otorga a cada persona. Esto da sentido al: “Os digo que vosotros haréis cosas aún mayores que las que yo he hecho” (Juan 14, 12). Porque ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús(Gálatas 3, 28).

Trabajo más amplio, online y descargable sobre “mujer y Biblia” gratis aquí 

[1] Mª Dolores Parra Martín. Mujer y concubinato en la sociedad romana. ANALES DE DERECHO. Universidad de Murcia. Número 23. 2005. Pág. 241

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