viernes, octubre 18, 2024

Paso 6. La VERDAD según La Biblia: Un estilo de vida

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 6 de 15

Para afirmar que La Biblia es verdadera debemos hacernos una pregunta previa: ¿Qué es La Verdad en La Biblia? ¿Es un mero conocimiento intelectual contrastado? Lo cierto es que la idea “moderna” de verdad como datos y conocimiento demostrable sí aparece en La Biblia, sí. Pero la verdad bíblica es al mismo tiempo un concepto mucho más amplio y profundo.

La verdad entendida como aquello empíricamente verificable es solo un tipo de verdad, muy de nuestra cultura, muy dominante tras la modernidad. Este concepto reduccionista de la verdad es también característico de la apologética cristiana contemporánea, algo que, paradójicamente, alimenta la percepción de descrédito de la Biblia según algunas encuestas (Barna).

Sin embargo, los autores bíblicos van más allá de esta noción a causa de su plena conciencia de que las personas necesitamos más que datos empíricos para encontrar nuestra identidad y el propósito de la vida.

Aletheia: La verdad como estilo de vida                                                           

Aletheia es el término griego del Nuevo Testamento que se ha traducido en nuestras Biblias como “verdad”. Significa principalmente “practicar la verdad” (Concordancia Strong) además de decirla. Aletheia definía el concepto filosófico acerca de la práctica coherente de aquello que se afirma. El término derivado que traducimos como “verdadero” también significa: “sincero, fiable, genuino”, auténtico, real, veraz, fiel” (Diccionario Verbo Divino). Algo verdadero (aletheia) equivale a menudo a un testimonio de vida coherente. Es lo contrario al postureo o la hipocresía que se confronta desde un estilo de vida genuino, fiable, que bendice y que transforma el mundo.

Este concepto se manifiesta en el Antiguo Testamento y en toda una Biblia llena de ejemplos en los que La verdad equivale a una práctica contrastada de valores éticos como, por ejemplo, la fidelidad.

Veamos un ejemplo:                                                                                      

Fidelidad = Verdad

La primera vez que aparece la palabra “verdad” en muchas de nuestras traducciones es en Génesis 24: 26, 27. Es tal la fuerza de su sentido como valor de coherencia que en algunas versiones es traducida como “fidelidad”:

 “¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abrahán, que no ha dejado de manifestar con mi amo su amor y su FIDELIDAD guiando mis pasos” (Versión La Palabra). En otras versiones como la RV60, el término se traduce como “verdad” ¿Y por qué?

Verdad y fidelidad es lo mismo para la cultura hebrea. Dios reveló la verdad a su sirviente demostrando que era fiel, digno de confianza. Y por eso es verdadero. La verdad en este y otros textos de La Biblia no trata de hechos verificados empíricamente sino de una vida ejemplar que manifiesta consecuencias positivas.

Verdad = Hacer el bien

Proverbios 8, 7 dice: “Mi boca paladea la verdad, pues la maldad repugna a mis labios”. Fijémonos cómo no contrapone la verdad a la mentira ni a los datos falsos (como haríamos nosotros), sino a la maldad. Aquí la verdad equivale de nuevo a hacer el bien. Un acto de bendición es, por tanto, una manifestación de la verdad. Lo que no bendice es verborrea y morralla.

La verdad de La Biblia no se valida desde nuestros criterios occidentales más establecidos tras la revolución científica. Como Yolanda Monroy afirma[1], Las Escrituras a menudo no definen la verdad como conocimiento o como datos contrastados sino como aquello que Dios es. Hemos visto la fidelidad o confianza como sinónimo de verdad (Gn. 24, 26-27). Como también podríamos verlo en la integridad (Mateo 22, 16) o en el criterio para realizar un juicio justo (Juan 5, 31-36). Son muchos los ejemplos en los que la verdad es equivalente a una actitud liberadora.

¿Cómo saber que Jesús es La verdad?

El evangelio de Juan es el libro más empeñado de toda La Biblia en mostrar que Jesús es La verdad. Es su tema central: “Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis” (Juan 19, 35).

Fijémonos en la cadena lógica del versículo. 1) Lo primero que ven los testigos es su testimonio, su estilo de vida. 2) Luego, la observación de esa vida produce confianza en el observador acerca de lo que él dice. 3) Y como consecuencia, muchos creen en él.

En otras palabras: ¿Cómo sabían que Jesús estaba diciendo la verdad? ¿Cómo sabían que él era verdadero? Por su testimonio, por su coherencia en un estilo de vida que traía liberación.

Bien. ¿Pero qué pasa con quienes no hemos visto a Jesús en persona? El evangelio de Juan trata de demostrar a una generación que no ha visto a Jesús que él es la verdad. Se escribe a personas de todos los rincones del imperio que no sabían siquiera qué era eso de un Mesías y que, por tanto, no esperan uno. Y si Jesús ya no está visible entre nosotros ¿Cómo sabrá el mundo que él es La verdad? ¡Los retos de Juan son fuertes!

¿Y cómo afronta el evangelio de Juan  este reto?

Una de las respuestas que ofrece este evangelio es que, a pensar de nuestras imperfecciones, la gente puede comprobar que Jesús y La Biblia son verdaderos viéndonos a nosotros. Sí. Así lo ha querido Dios.

Pensemos en la expresión “vosotros sois el cuerpo de Cristo” (1ª Co. 12, 17) que Pablo también recoge. Esto significa que a Cristo pueden verlo en nosotros, que somos embajadores del Reino de la verdad. Y por eso Juan dice que “los que actúan conforme a la verdad buscan la luz para que aparezca con toda claridad que es Dios quien inspira sus acciones.” (Juan 3, 19-21). Juan narra las señales y acciones de Jesús para que la gente sepa lo que él hizo y para que los cristianos podamos reproducir su ejemplo para mostrarlo a quienes no lo conocieron.

En otros evangelios Jesús expondrá este mismo desafío: “Así brille vuestra luz delante de las personas, para que vean vuestras buenas acciones y así glorifiquen a vuestro Padre celestial” (Mateo 5, 16). La Biblia habla de practicar la verdad de Dios principalmente mediante el amor hacia Dios y al prójimo, expresión con la que Jesús resume el propósito de toda la revelación (Mateo 7, 12) ¡Amén, ¡Amen! (esta segunda, sin tilde).

La verdad se manifiesta al mundo que crece en descreimiento fundamentalmente desde las marcas del carácter cristiano. Estas producen confianza en quienes nos rodean y descolocan para bien a quienes nos observan. Es La apologética y La evangelización de verdad, nunca mejor dicho. Porque ser verdadero en La Biblia es un estilo de vida poderoso que llama la atención.

Nuestra conducta en los momentos importantes es a menudo el mejor valedor de que La Biblia es verdadera, pues como Pablo dice a los cristianos de Tesalónica: “el mensaje evangélico de Dios que os proclamamos, no fue un mensaje humano el que acogisteis sino, como es en verdad, un mensaje divino que sigue actuando en vosotros los creyentes”. (1Ts. 2,13).

Somos el cuerpo de Cristo. Y en un sentido maravillosamente pedagógico, somos también La Biblia cuya credibilidad el mundo examina. Como Pablo dice: “nuestras epístolas, nuestras cartas sois vosotros, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”. (2ª Co. 3. 2-3).

Doy gracias a Dios por el testimonio de tantos cristianos que han fortalecido mi fe con su ejemplo de vida cercano. Por esto también creo. Y con este propósito me acerco a La Biblia, también a los textos más difíciles y raros: Para ser llevado a las buenas obras, que es el fin de la inspiración revelada (2ª Ti. 3, 16-17). Inspirados para sanar e inspirar a otros es la mayor evidencia de que el Dios de La Biblia  es verdadero.

[1] Yolanda Monroy, ¿Es la Biblia verdad? 15-09-2022 https://www.youtube.com/watch?v=j8wBwZ-7I5Y

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