GÉNESIS 1-2 EN SU CONTEXTO: PARTE 2 DE 3
En el anterior artículo expusimos argumentos de la propia Biblia para no leer el relato de la creación del libro de Génesis literalmente.
Pero entonces ¿Qué pretende realmente el relato de la creación de Génesis? Te lo explicamos:
El trasgresor propósito del relato de La creación
Cada relato de La Biblia fue escrito en un contexto étnico, cultural, histórico, lingüístico y literario concreto. Por tanto, debemos realizarle las preguntas correctas: ¿A qué audiencia se dirige? ¿Qué tipo de lenguaje utiliza? ¿Qué tipo de literatura es? ¿Qué propósito tiene? ¿Qué más pasaba fuera de la Biblia?
Aquel pequeño grupo humano hebreo que vivió rodeado y dominado por superpotencias como Egipto o Babilonia necesitaba una respuesta respecto a las inquietantes cosmogonías de sus poderosos vecinos y dominadores. El erudito en antigüedad J.H. Walton señala cómo “la creación cósmica en el mundo antiguo se veía principalmente como un proceso mediante el cual quedaban establecidas las funciones, los roles, el orden, la jurisdicción, la organización y la estabilidad [1]”.
Los poderosos babilonios fueron determinantes para la mayor crisis de identidad de Israel durante su cautiverio, tiempo en el que probablemente se terminaría de editar Génesis[2] y sus dos relatos de la creación. Durante los 70 años de cautiverio hebreo, los babilonios leían el Enuma Elis cada fiesta de año nuevo, un relato que narra la lucha entre Tiamat y Marduk en la que los despojos corporales de Tiamat eran usados por Marduk para crear ese Universo lleno de dioses a quienes los humanos debían servir. El propósito de la vida lo marcaban estos relatos de la creación. Y la mitología babilonia, como casi todas en la antigüedad, reservaba a los gobernantes la capacidad de ser mediadores con estos dioses o incluso encarnarlos con el fin de que todos obedecieran sin discusión al rey, emperador o faraón.
Y ante todo esto… ¿Qué tenía que decir el Dios de la Biblia a su pueblo?
Contra la opresión y por la dignidad humana bajo un solo Dios
La respuesta de Génesis no tuvo parangón en la historia. Sus revolucionarias claves fueron tan profundas que es imposible captarlas todas desde nuestro Occidente del siglo XXI. Deberíamos haber vivido allí para fascinarnos y descubrir que La Biblia comienza con un mensaje único, provocador y liberador sin igual.
Pongamos un ejemplo de esta revolución asomándonos a un versículo a priori poco relevante: Génesis 1, 16: “Y creó Dios la lámpara mayor del día, y la lámpara de la noche. Y creó también las estrellas”
Hoy este versículo nos parece escrito para niños de 3 años. Pero fue un escándalo a todas luces (nunca mejor dicho) a lo largo de la antigüedad. Los imponentes dioses lunares babilonios que determinaban el destino de la humanidad (ni más ni menos) quedaban reducidos a la categoría de… ¡Cosas! OMG! Aquí La Luna ya no era el temible dios babilonio Sin sino una lámpara creada por el único Dios verdadero Yavé ¿¡Un sólo Dios!? ¡Esto es nuevo! ¿Y que además no forma parte del panteón divino de la naturaleza? ¿Un Dios que no puede ser representado en lo que vemos? ¡Wow!
Pero sigamos… ¿Y qué de la superpotencia Egipto? Ra, el Faraón hijo del gran Dios Sol… ¿Hijo de quién?, o mejor dicho: ¿Hijo de qué? En Génesis, Ra ya no es el representante de ninguna divinidad a quien deber someterse. Se les acabó el chollo a los gobernantes explotadores. El Sol es sólo algo material, una lámpara mayor creada por Yavé al servicio de las personas, y no al revés.
Por supuesto que el hebreo bíblico también poseía sus términos propios para dirigirse a la Luna y el Sol, pero aquí los evitan nombrar para cosificarlos al máximo, para eliminar cualquier duda sobre su falta de personalidad y divinidad dándoles así la puntilla como meros elementos al servicio de la tierra y sus habitantes.
Nuestro “infantil” verso de Génesis 1, 16 continúa diciendo “…y creó también las estrellas” casi como un “¡Ah! se me olvidaba… las estrellas también son meras cosas creadas”. El zodiaco actual tiene su origen en aquella Babilonia que le atribuía poderes de orientación y destino. Pero en Génesis los astrólogos son desprovistos de sus funciones despóticas.
Hombre y mujer se igualan entre sí como la obra maestra de la creación. Esto también fue una revolución bíblica. Todos somos imagen de Dios, no sólo los reyes ¡Incluso la mujer es imagen de Dios! Génesis es el relato anti-mito, anti-idolatría, anti-miedo, anti-opresión, pro-mujer, pro-personas. Toda la creación procede de Dios para el disfrute y la responsable gestión del ser humano. Hombre y mujer son ahora Adán (literalmente humanidad, Gn. 5, 2). El ser humano no es un resquicio de batallas divinas sino la imagen y semejanza de un único Dios (1, 26) que nos capacita para conocer leyes naturales expuestas racionalmente por un Dios racional. La idea de un universo ordenado y estructurado es revelada como un acto libre de un Dios que invita a la experimentación de la naturaleza sin temor. Génesis proporciona identidad y las bases de la dignidad humana además de fundamentos para hacer buena ciencia.
La cosmovisión del mundo cambió para siempre con Génesis 1 y 2. Todo es creado por la Palabra de Dios y nada se resiste a sus órdenes. La creación no es fruto del caos o de las luchas de dioses sino que es «buena», con propósito. La fertilidad ya no se consigue mediante sacrificios sino que se presenta como un don de un Dios único y preexistente.
Fuera de Génesis lo mismo: La creación = plan de liberación
Fuera del Génesis, los textos acerca de La creación en el resto del Antiguo Testamento también se asocian con la liberación de las naciones opresoras (Isaías 40, 21-13 42, 5-7; 51.,9-11; Salmos 72, 12-14; 19-20; 89, 8-11, 14; 105, 5-9[3]). Prácticamente sin excepción.
Pero esto lo veremos con detalle en el siguiente y último artículo acerca de Génesis y su contexto ¡Qué vienen los monstruos marinos!
[1] Charles Hummel, The Galileo Connection: resolving conflicts between science & the Bible. I.V.P., Downers Grove (Illinois, U.S.A.), 1986, p. 218
[2] ¿Y si Moisés no escribió todo el Pentateuco?
[3] Más en http://www.puertachile.cl/index2.htm Teología > Biblia > Hans de Wit, He visto la humillación de mi pueblo: 2. La canción de la tierra, 1988