Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 15 de 15. Fin de la serie.
Llegamos al último capítulo de esta serie para abordar una pregunta típica que muchos creyentes se hacen después de haber comprendido que existen mandatos de La Biblia que no se escribieron para nosotros hoy.
Y la pregunta es la siguiente: «Pero entonces: ¿No existe un riesgo de subjetividad al decidir nosotros qué mandatos son para nosotros y cuáles no?»
Y la respuesta es que sí, que ese riesgo existe… como muchos otros riesgos que forman parte de la toma de decisiones. Y por eso se nos ha dado discernimiento, capacidad de aprendizaje y la guía de Dios. Interpretar La Biblia no siempre es fácil… aunque hay ayudas que Dios nos proporciona. Veamos:
Aunque estamos condicionados y limitados, no todo es absolutamente relativo. Existen elementos objetivos que pueden ayudarnos a discernir una aplicación pertinente de pasajes difíciles de La Biblia.
A continuación algunos principios:
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Humildad: Todos interpretamos
Siempre hay un grado de subjetividad en nuestra interpretación de toda narrativa que es siempre interpretada. Tras leer La Biblia, nadie se amputa un miembro de su cuerpo como Jesús dijo que hiciéramos (Mateo 5, 29-30). Tampoco nadie, o casi nadie, “vende todo lo que tiene y se lo da a los pobres” (Mc 10, 21) como también dijo Jesús a quien le hizo una pregunta tan universal y atemporal como “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (vs. 17).
Todos decidimos qué mandatos deberíamos aplicar literalmente a nuestras circunstancias y cuáles no. Y así debe ser si se hace correctamente.
La buena noticia es que, a pesar de que nuestras limitaciones comprensivas, Dios actúa en nosotros con nuestras miserias, grandezas y contradicciones. Eso es algo que vemos en la acción de Dios sus siervos a lo largo de toda La Biblia. Esto nos da paz y ayuda a centrarnos en lo esencial que sí está más claro en La Biblia. La clave es leer La Biblia mediante “el filtro” de Jesús, el Señor y sustentador de todo, el «logos», La Palabra divina encarnada.
El Dios de Jesús no nos pide ser doctores en griego y arameo bíblico para poder tocarnos con su Espíritu. Pero esto no es excusa para no hacer aquello que sí está en nuestras manos.
Nuestra labor coherente es buscar el discernimiento e incluso la creatividad para extraer de La Biblia aquellas aplicaciones liberadoras para hoy. En algunas áreas lo conseguimos más fácilmente y en otras necesitaremos de un proceso de aprendizaje en el que también seremos moldeados desde nuestros aciertos y torpezas.
El camino en el cristianismo es siempre un fin en sí mismo ¡Ven y sígueme! Y en los evangelios vemos que Jesús hizo tantas cosas importantes “yendo de camino a…”. En El camino sucede la vida, aunque aún no veamos la meta que aguardamos en esperanza.
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Que La Biblia no sea siempre clara… es algo bueno. Nos recuerda que no somos Dios y nos empuja al discernimiento.
La realidad de nuestra subjetividad también nos conduce a aspectos positivos como la libertad. Por eso (y como ya vimos en anteriores artículos) en La Biblia Dios también permite que sus hijos cuenten las historias tal y como ellos la vivieron. En los desahogos, dudas o quejas expuestas con más intensidad en libros como Salmos, Lamentaciones o Habacuc también se manifiesta la cercanía y gracia de Dios en nuestras vidas.
La subjetividad de los siervos de Dios en La Biblia es también un reflejo de lo que ocurre en nuestras comunidades de fe y en cada uno de nosotros. Es de agradecer que estén en La Biblia.
Igual que los personajes bíblicos, nosotros también somos únicos, raros, contradictorios, bellos, falibles, influenciables, pobres, egoístas, sufridores, ingenuos…
La Biblia es una biblioteca que albergan diferentes intenciones y géneros narrativos que son expresados mediante los códigos de su propia cultura. Como en la película El libro de Eli de Denzel Washington, muchas personas ven en La Biblia un objeto que puede ser domesticado desde su arrogancia interpretativa para excluir desde el miedo.
Pero la verdad que libera es aquella en la que en “el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no ha sido completado en el amor” (1ª Juan 4, 18).
Jesús afirmó no haber venido “para destruir almas, sino para salvarlas.» (Lucas 9, 56). E incluyó en su misión preferencial a los perdidos, a los parias, “porque toda La ley se resume en amar a Dios y al prójimo” (Mateo 22, 39-40).
El misterio, lo chocante y lo raro de La Biblia debería fomentar entre nosotros un diálogo y humildad como marca de la casa de acogida llamada Iglesia. Aunque suene paradójico, pretender tenerlo todo atado “claramente” en doctrina tiene más que ver con la falta de fe que con creer de verdad. El afán de control es una tentación.
La serpiente del Edén aseguró que podíamos conocer todo aquello que Dios conoce. Y eso es lo que piensan de sí mismos y de su interpretación muchos cristianos. Aquel reptil infiltrado en El paraíso nos conoce y sabe que en nuestra sed de certezas es insaciable.
En palabras de Adrián Aranda, “el fundamentalismo […] no es más que huir de la incertidumbre propia de la condición humana, finita, mortal. […] El texto [bíblico] debe pasar inevitablemente por el tamiz de nuestra constitución humana y eso lo altera, lo vuelve interpretación […] ¿Acaso no dice Pablo que vemos a través de un espejo borroso? ¿Por qué negar esto o seguir intentando limpiar el espejo? Lo borroso nos es inherente […] [1]”.
La incertidumbre nos recoloca en la fe y el amor
Las diferencias entre sinceros servidores de Jesús que creen en La Biblia como inspirada por Dios tiene más que ver con cómo la interpretamos y dónde establecemos las líneas rojas que separan la pluralidad interpretativa de la herejía.
Y esto no es tan sencillo como afirmar que el hereje es siempre el otro o que “todo está muy claro en La Biblia”. Lo que sí es una herejía es poseer una concepción demasiado alta de nosotros mismos como intérpretes.
Algunas rupturas entre hermanos son especialmente dolorosas cuando desde un falso “amor a la verdad” se rompen los puentes. Pero: ¿Nos hemos fijado en cómo toleramos “la herejía” de nuestros seres más amados? ¿Verdad que no los excluimos tan fácilmente de nuestra vida como al hermano que nos cae mal?
A muchos cristianos nos hubiese gustado que La Biblia hubiera sido más explícita respecto al futuro. Pero se nos dejó el libro de Apocalipsis ¿Y por qué no algo más claro? ¿Por qué recurrir a extrañas imágenes de un género oriental ya desaparecido que ha generado inagotables especulaciones? Quizás el misterio esté ahí también para llevarnos a una adoración genuina.
La inestabilidad de la interpretación humana no es tanto una debilidad humana como un instrumento de Dios para nuestra transformación. Determinada incertidumbre expuesta en La Biblia no es una falla sino un medio por el que el Espíritu nos moldea.
Aquello que se nos ha mostrado en Jesús debería ser suficiente para seguir con confianza en esta aventura. Todo lo que veo en Jesús me es suficiente para vivir y amar al otro.
Cuando el Maestro manda a sus discípulos en misión les dice que vayan sin mochila, sin cargas extras. Les dice que vayan con lo puesto: “No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni zurrón, ni pan, ni dinero. Ni siquiera ropa de cambio” (Lucas 9, 2-3). (Esto es algo que, por cierto, nadie hace hoy literalmente).
De esto trata el viaje. De seguir a Jesús con lo básico a la vez que confiados en que al final nos espera el abrazo del Padre. En ese momento todas nuestras preguntas y diferencias carecerán ya de importancia. De momento tenemos “la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de todas: el amor” (1ª Co. 13, 13) ¡Más que suficiente!
[1] https://www.pensamientoprotestante.com/2020/11/una-introduccion-al-cristianismo_21.html