miércoles, octubre 30, 2024

Paso 15. Rodeados de incertidumbres, firmes en la roca

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 15 de 15. Fin de la serie.

Llegamos al último capítulo de esta serie abordando una pregunta típica tras comprender que existen mandatos de La Biblia que no se escribieron para nosotros hoy… Pero entonces: ¿No existe un riesgo de subjetividad al decidir qué mandatos son para nosotros y cuáles no? Y la respuesta es que sí, que ese riesgo existe… como muchos otros riesgos que forman parte de nuestra libertad en la toma de decisiones.

Pero no todo es absolutamente relativo. Existen elementos objetivos que nos ayudarán a discernir cuál puede ser una aplicación pertinente de enseñanzas de La Biblia. Para ello debemos tener en cuenta algunos principios:

  1. Humildad: Comenzamos por asumir que siempre habrá un grado subjetividad en nuestra interpretación.

Toda narrativa es siempre interpretada. Nadie se amputa un miembro de su cuerpo como Jesús dijo que hiciéramos (Mateo 5, 29-30). Nadie, o casi nadie, “vende todo lo que tiene y se lo da a los pobres” (Mc 10, 21) como también dijo Jesús a quien le hizo una pregunta universal y atemporal como “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (vs. 17). Todos interpretamos y decidimos qué mandatos debemos aplicar literalmente en nuestras circunstancias y cuáles no. Y en un sentido bien entendido, así debe ser. Así que no son solo “los otros”, los herejes, quienes toman unas cosas de La Biblia y otras no. El punto es si lo hacemos correctamente.

La buena noticia es que a pesar de que no somos intérpretes infalibles, Dios nos habla y actúa en nosotros, con nuestras miserias, grandezas y contradicciones. De este mismo actúa con sus siervos a lo largo de toda La Biblia. Y esto nos da paz así como nos ayuda a centrarnos en lo esencial que sí está muy claro en La Biblia cuando se lee mediante “el filtro” de Jesús.

El Dios de Jesús no nos pide ser doctores en griego y arameo bíblico para poder tocarnos con su Espíritu en nuestras vidas. Pero sí somos llamados a buscar discernimiento y creatividad para extraer de La Biblia aplicaciones liberadoras para hoy. En algunas áreas lo conseguimos más fácilmente y en otras necesitaremos de un proceso de aprendizaje en el que seremos moldeados desde el acierto y la torpeza.

El camino en el cristianismo es siempre un fin en sí mismo ¡Ven y sígueme! Por eso en los evangelios Jesús hizo tantas cosas importantes “yendo de camino a…”. En El camino sucede todo.

  1. Que La Biblia no sea siempre clara… es algo bueno. Nos recuerda que no somos Dios y nos empuja al discernimiento.

La realidad de nuestra subjetividad también nos conduce a aspectos positivos como la pertinencia de la necesidad cubierta o la libertad. Por eso (como ya vimos en anteriores artículos) en La Biblia Dios también permite que sus hijos cuenten las historias tal y como ellos la viven. En estos desahogos y licencias consentidas también se manifiesta el poder y la cercanía divina en nuestras vidas. La subjetividad de los siervos de Dios en La Biblia es también un reflejo de lo que ocurre en nuestras comunidades de fe y en cada uno de nosotros.

Igual que los personajes de La Biblia, todos somos únicos, raros, contradictorios, bellos, falibles, influenciables, pobres, egoístas, sufridores, ingenuos… y Dios cuenta con ello. Nos ama con todo el pack aunque haya cosas que debamos soltar para ser pasadas por fuego.

Como hemos ido comentando a lo largo de esta serie, La Biblia es una biblioteca que albergan diferentes intenciones y géneros narrativos que son expresados mediante códigos de su propia cultura.

Como en la película El libro de Eli de Denzel Washington, muchas personas ven en La Biblia un objeto que puede ser domesticado desde la arrogancia interpretativa para excluir y dominar mediante el miedo. Nadie lo dice o lo piensa así ¡Claro!  pero es lo que ocurre dentro de nosotros. Pero la verdad que libera es aquella en la que en “el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no ha sido completado en el amor” (1ª Juan 4, 18).

El ansia de poder y la necesidad de reconocimiento está detrás de casi todo lo que hacemos. Pero Jesús, La Palabra, afirmó no haber venido “para destruir almas, sino para salvarlas.» (Lucas 9, 56). Incluyó en su misión preferencial a los perdidos, a los parias, a quienes le deseamos mal al otro. El Reino en el que desemboca toda La Escritura es un escándalo acerca del poder del amor, “porque toda La ley se resume en amar a Dios y al prójimo” (Mateo 22, 39-40).

El misterio, lo chocante y lo raro de La Biblia debería fomentar el diálogo, el respeto, la fe y esa humildad de la casa de acogida llamada Iglesia. Aunque suene paradójico, pretender tenerlo todo doctrinalmente atado “claramente” tiene más que ver con nuestra falta de fe que con la verdad de La Biblia.

Sí. La serpiente del Edén aseguró que podíamos conocer lo que Dios conoce. Y aunque nadie lo admita, esto es lo que piensan de sí mismo y de su interpretación de La Biblia muchos cristianos influyentes. Aquel reptil infiltrado en El paraíso nos conoce bien y sabe que en nuestra sed de certezas es insaciable. Sabe que necesitamos que nos den la razón para mantener la paz. Pero el Reino de Dios es otra cosa mucho más libertadora.

En palabras de Adrián Aranda, “el fundamentalismo, ontológicamente hablando, no es más que huir de esa incertidumbre, es huir de la incertidumbre propia de la condición humana, finita, mortal. […] El texto [bíblico] debe pasar inevitablemente por el tamiz de nuestra constitución humana y eso lo altera, lo vuelve interpretación […] ¿Acaso no dice Pablo que vemos a través de un espejo borroso? ¿Por qué negar esto o seguir intentando limpiar el espejo? Lo borroso nos es inherente […] [1]”.

La incertidumbre nos recoloca en la fe y el amor

El cómo debemos interpretar La Biblia no es tanto un debate entre cristianos que la aman “de verdad” y quienes no. No suele ser así. He comprobado que nuestras diferencias como creyentes no se originan por un asunto de “autoridad de Las Escrituras” como falsamente repiten algunos que se sitúan a sí mismos en el bando correcto. No. Las diferencias entre sinceros servidores de Jesús que creen en La Biblia como inspirada por Dios tiene más que ver con cómo la interpretamos y dónde establecemos las líneas rojas que separan la pluralidad interpretativa de la herejía. Y esto no es tan sencillo como afirmar que el hereje es siempre el otro o que “todo está muy claro en La Biblia”. Lo que sí es una herejía es poseer una concepción demasiado alta de nosotros mismos como intérpretes.

Algunas rupturas entre hermanos son especialmente dolorosas cuando desde un falso “amor a la verdad” se rompen puentes que no debieron romperse nunca. Antes de llegar a esto convendría preguntarnos: ¿Nos hemos fijado en cómo toleramos “la herejía” de nuestros seres más amados? ¿Verdad que no los excluimos tan fácilmente de nuestra vida como al hermano que nos cae mal? Hay algo -o mucho- de incoherente en este “amor a la verdad”. Es más amor a nuestra carne de lo que nos gustaría admitir.

A muchos cristianos nos hubiese gustado que La Biblia hubiera sido más explícita respecto al futuro de la humanidad. Pero se nos dejó el libro de Apocalipsis ¿Y por qué no algo más claro? ¿Por qué recurrir a extrañas imagénes de un género oriental ya desaparecido que ha generado inagotables especulaciones? Quizás el misterio deba llevarnos a la adoración y esté ahí por eso. Quizás no hubo más certezas tangibles y concretas en La Biblia adrede.

La inestabilidad de la interpretación humana que tanto miedo da a los guardianes de la ortodoxia no es tanto una debilidad humana como un instrumento de Dios para nuestra transformación. Determinada incertidumbre expuesta en La Biblia no es una falla sino un medio por el que el Espíritu nos moldea.

Pero aquello que el Padre nos ha mostrado claramente en Jesús debería ser suficiente para seguirle con confianza en esta aventura. Todo lo que veo en Jesús me es suficiente para vivir y tratar de amar al otro.

Cuando el Maestro manda a sus discípulos en misión les dice que vayan sin mochila, sin cargas extras. Les dice que vayan con lo puesto:No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni zurrón, ni pan, ni dinero. Ni siquiera ropa de cambio” (Lucas 9, 2-3). (Esto es algo que, por cierto, nadie hace hoy literalmente).  Y es que de eso trata el viaje. De seguir a Jesús con lo básico en un peregrinaje con sombras y nieblas. Pero sobre todo confiados en que al final del camino nos espera el abrazo del Padre. En ese momento todas nuestras preguntas y diferencias carecerán ya de importancia. Allí hallaremos la clave para interpretarlo todo. De momento tenemos “la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de todas: el amor” (1ª Co. 13, 13). ¡Más que suficiente!

[1] https://www.pensamientoprotestante.com/2020/11/una-introduccion-al-cristianismo_21.html

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