Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 14 de 15
En el artículo anterior expusimos algunos conceptos para comprender y contextualizar aspectos de La Ley de Moisés que hoy nos resultan despiadados o injustos (¡Échale un ojo antes de continuar!). En esta segunda parte ampliaremos principios hermenéuticos que necesitamos para abordar lo más chirriante de La Biblia.
Y es que los textos más crudos de La Biblia también pueden aportarnos algunas lecciones. Por algo están ahí. A menudo nos hablan de las consecuencias del mal, del daño que produce nuestra arrogancia, del racismo o de la instrumentalización del nombre de Dios. Lo más horripilante de La Biblia también es una advertencia para no repetir la historia y valorar hasta donde ha llevado Dios a su pueblo en su misericordia ¡Cuántas barbaridades se han hecho y aun así Dios no nos ha abandonado! Son muchas las enseñanzas que albergan los relatos más repudiables que a menudo no fueron escritos para que hoy los justifiquemos como éticamente aceptables.
En el nombre de Dios
“Bienaventurado será quien estrelle a vuestros hijos pequeños contra las rocas” (Salmos 137, 9).
En ocasiones las narraciones bíblicas tienen como propósito impactar desde las consecuencias de determinados actos o desde el desconsuelo de sus protagonistas. Un ejemplo es cuando el salmista exclama “Bienaventurado será quien estrelle a vuestros hijos pequeños contra las rocas” (Salmos 137, 9). Nadie borró de La Biblia este desahogo desesperado que tenía como causa la opresión del enemigo. Y es que a Dios no le importa que el autor se exprese con sinceridad, aunque sea una barbaridad lo que el salmista dice.
Pero reventar niños contra las rocas no es un mandato divino ni una buena idea, aunque lo diga La Biblia. En Las Escrituras se dicen muchas cosas y es probable que en este caso también sea una manera hiperbólica de hablar, como tantas otras de nuestras expresiones actuales (algunas políticamente incorrectas) tipo: ¡Te voy a partir la cara como no te comas la sopa! o ¡Al Infierno con ellos!, entre otras. Pero nadie toma una sierra y parte en dos trozos la cara un niño porque no se comió la sopa. Así que ante un texto como Salmos 137, 9 que se ha usado para señalar a La Biblia como bárbara, el lector sin prejuicios puede descubrir unas Escrituras que no censuran la rabia del salmista. Esto es lo que a menudo también esperamos que un Dios compasivo haga con nosotros ¿No es cierto?
La libre exposición de una vivencia personal es en realidad un aspecto precioso de La Biblia. Como cuando el salmista dice “ya soy viejo, y no he visto ningún justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan” (Salmos 37, 25). No se trata de una promesa de prosperidad económica para todo creyente de cualquier tiempo y lugar. No. Se trata de la experiencia del salmista, quien de algún modo expone el principio general de que todo justo se esfuerza, siembra y -a diferencia del injusto vago e irresponsable- recoge el fruto de su trabajo. Esto fue lo que él vio, aunque por desgracia esto no es una regla matemática para cualquier contexto. Ni mucho menos.
El punto es que el relato del salmista, su alabanza, su clamor o su queja fueron conformadas por sus experiencias que son manifestadas delante de un Dios vivo y cercano.
Como afirma Dionisio Byler, La Biblia en ocasiones “sencillamente nos informa de que hubo personas capaces de pensar que Dios inspiraba tal o cual acción, pero obligándonos a decidir hoy que se equivocaron y proponernos solemnemente que nosotros nunca jamás caeremos en tamaño engaño. Todo lo que pone la Biblia, entonces, es cierto. Tan cierto como que estas barbaridades —y también estos logros y esta belleza de espíritu— son parte del registro histórico de la humanidad y ocurren cada día en nuestra propia generación[1]”.
Guerra santa
En otras ocasiones, ocurrirá que determinadas barbaridades tendrán cierto sentido en su contexto. En La Biblia vemos batallas que se consideraban guiadas por Dios en la que la destrucción del cruel malvado enemigo era considerada como con la extirpación violenta de un cáncer. (Para más explicaciones: “Guerra y violencia en el Antiguo Testamento”)
En La Biblia también aparecen personas que atribuyen a Dios ideas que no vienen realmente de él, como los amigos de Job. Cristopher J.H. Wright, en su libro con prólogo de John Stott, recuerda que hay “casos en el Antiguo Testamento en que la gente pensó que Dios quería algo y más tarde encontraron que estaban equivocados […] Hay ejemplos en los que Dios rechaza la violencia excesiva, aun cuando el que la cometía pensaba que estaba actuando por mandato de Dios. Jehú, por ejemplo, fue ungido por Elías con la comisión de destruir la casa del apóstata Acab y Jezabel (2 Reyes 9:6-10). Convirtió el asunto en un baño de sangre y exterminó a todos los sacerdotes de Baal. Más tarde, Oseas condenó aquellas acciones (Oseas 1:4)[2]”.
Brian McLaren experimentó cómo un enfoque contextualizado de La Biblia le había “liberado de la necesidad de defender la violencia que se encuentra en la Biblia, a menudo atribuida a Dios. También me ha liberado del extremo opuesto: la necesidad de desechar la Biblia, debido a esta violencia”[3].
“No he encontrado ni una mujer buena”
“He encontrado un hombre bueno entre mil, pero no he encontrado una sola mujer buena” (Eclesiastés 7, 28). Nos equivocamos si decimos que La Biblia es misógina porque nos expone textos de frustración personal.
¿Y en qué sentido este versículo podría ser “Palabra de Dios”? En él se muestra un corazón herido por malas experiencias. Es bueno ver cómo aquellas bajezas (así como las grandezas) pudieron ser arrojadas delante de Dios sin reproche. A Dios no le importa que el autor se exprese con sinceridad, aunque sea una triste conclusión la del autor.
Y quién sabe si tras aquellos desahogos los autores comenzaron a ser sanados ¿Y qué sería de nosotros si Dios nos rechazase por nuestras injustas conclusiones o contradicciones? Ni uno de nosotros se libraría. Y de esto también nos habla La Biblia. Damos gracias a Dios por cómo es, por su compasión y acompañamiento en medio de nuestras miserias.
Discernimiento y mirada a través de Jesús
Muchas bendiciones o maldiciones en La Biblia simplemente describieron el corazón de aquella persona en aquel momento. En ocasiones nos hablan más de la visión que ellos tenían de Dios y de sus necesidades que de cómo es Dios en realidad ¡Y cuantas veces tuvo que corregir Jesús a sus discípulos por esto! Cuántas veces les dijo que las cosas no eran exactamente tal y cómo se les dijo. Y en todo esto La Biblia apunta a Jesús. En su persona encontramos, el camino en el que interpretar la vida, a menudo desde procesos de aprendizaje que combinan el acierto y el error. En esto consiste también La gracia.
[1] Dionisio Byler, Todo lo que te preguntabas sobre La Biblia, Biblioteca Menno, 2014, pp. 112-113
[2] Cristopher J. H. Wright. El Dios que no entiendo, Vida, p. 90, 2010, prólogo de John Stott
[3] Brian McLaren, La Biblia no es el problema, 03-04-2017 laconversacionencurso.org