Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 13 de 13
Llegamos a la parte más comentada de La Biblia en cuanto a sus problemas morales: ¿Qué pasa con la crueldad y mandatos bíblicos más atroces? ¿Pudieron ser ordenados por un Dios bondadoso? Vayamos por partes… Comenzando por algunos conflictos que se nos presentan al acercamos a La Ley de Moisés.
Algunos cristianos han tratado de solucionar sus problemas éticos dividiendo La Ley en tres partes clasificadas habitualmente como ceremonial, legal y moral. Según esta explicación, la parte moral de La Ley sería aquella que es perpetua, aquella aún vigente incluso para los cristianos. Por otro lado, la supuesta parte ceremonial y legal quedarían abolidas para hoy por estar pensadas para aquella teocracia anterior a Jesús.
Pero, ¿Es esta una respuesta convincente? ¿Es esta división tripartita acorde con su contexto? En primer lugar, debemos ser justos y decir que para los judíos del Antiguo Testamento La Ley era un todo que no concebía de esta forma tripartita (moral, ceremonial y civil). No entendían de separaciones entre Iglesia y Estado ni concebía dicha compartimentación.
¿Existen leyes «civiles, no morales»?: Esclavos y teología dominante
En segundo lugar, señalar algunas leyes hebreas como “las morales” dejando al resto fuera, es inadecuado porque toda ley de cualquier época está siempre sostenida por argumentos morales. La regulación de la esclavitud (Lv. 25), por ejemplo, sería un tipo de ley legal o social, pero también era moralmente aceptable no solo en la antigüedad sino incluso para muchos cristianos occidentales que la justificaban hasta el siglo XIX. La Ley de Moisés exponía algunas directrices que dignificaban al esclavo, cierto. Pero también decía cosas como que puede ser apaleado hasta morir si sobrevive “uno o dos días, porque es propiedad de su dueño” (Ex. 21, 20-21). Esta concesión que hoy nos horroriza se fundamentaba en que los esclavos pertenecían a sus dueños como también sus hijas o mujeres. Así que no nos auto engañemos con piruetas argumentativas imposibles o realizando juicios desde nuestra cultura actual: Aquello era moralmente aceptable en su momento.
Si hoy desechamos la esclavitud es porque entendemos que no es algo digno a la luz de Jesús, no porque hayamos conseguido averiguar que la regulación de los esclavos no pertenece a una supuesta parte moral de La Ley de Moisés sino que es parte de una supuesta sección legal o ceremonial que se desgaja de lo moral. No. Esos «argumentos» son solo un salto al vacío.
La clave, por tanto, no es negar la moral de su tiempo sino asumir que Dios aún tenía que “soportar” aquella moral aún pendiente. Como cristianos que creemos en la inspiración de Las Escrituras sí podemos decir que el auténtico Dios de Israel se asoma en aquello que supone un progreso humanizador en una esclavitud que, a pesar de todo, era menos cruel que en sus naciones vecinas.
Pero no estamos llamados a justificar ni a blanquear aquella esclavitud. Debemos admitirla con naturalidad sabiendo que aún estaba pendiente de un avance moral acompañado de claroscuros que culminará en Jesús.
Que hoy, por ejemplo, no consideremos la esclavitud éticamente correcta es gracias en gran parte a esos abolicionistas cristianos que se enfrentaron a una mayoría religiosa que entendía de forma literal y atemporal estos textos “esclavistas” de La Ley de Moisés. Richard Furman, presidente bautista en los EE.UU. dijo entre aplausos en 1838 que “el derecho de tener esclavos está claramente establecido por las Sagradas Escrituras, tanto por precepto como por ejemplo[1]”. Pero… ¿Alguien se imagina escuchar esto hoy? Y, sin embargo, La Biblia no ha cambiado. Somos nosotros como intérpretes los que cambiamos. Y hoy interpretamos mejor La Biblia en este asunto que la mayoría de teólogos de siglos anteriores. Así que cada generación necesita auto examinarse y seguir preguntándose: ¿En qué podemos estar equivocándonos hoy? ¿Qué mandatos que se exponen en La Biblia y que antes tenían cierto sentido asumir hoy pueden ser vistos como superados por luz de Jesús?
Contextualizando. Las mujeres en La Ley
Saliendo un momento de La Ley de Moisés, y mirando ahora cómo comprender la labor de contextualización desde el Nuevo Testamento, un ejemplo ilustrativo son los versículos en los que Pablo pide que las mujeres callen durante determinadas situaciones (1 Co. 14, 34). Incluimos en este ejemplo también aquellos en los que directamente se las ordena que no enseñen (1 Ti. 2, 12) ¿Qué hacemos los cristianos con estos mandatos machistas? En primer lugar, debemos saber que la mujer era por entonces una propiedad legal del Pater familia. Ellas no tenían los mismos derechos que los hombres y socialmente no se espera que ejercieran determinados roles. Es importante saber que esto era lo esperable tanto entre los judíos como en el resto de la sociedad romana de su tiempo.
Bien, pero fijémonos ahora en que los argumentos del apóstol para ordenar este silencio a las mujeres de Corinto son por causa del mal testimonio, indecoroso, contrario a la ley (del Imperio) o considerados una falta de respeto… (1ª Corintios 14 y otros). Ok ¿Y qué ocurre si en nuestra cultura tratamos de contextualizar estos mismos principios? Pues que hoy deberíamos pedir a las iglesias ¡Justamente lo contrario! Es decir: ¡Debemos procurar que la mujer pueda expresarse igual que un hombre! … pues aquello que hoy resulta de mal testimonio, contrario a la ley, indecente… etc. es que una mujer guarde silencio por ser mujer ¿Se capta en qué consiste la contextualización de principios? Nuestro reto es discernir y tratar de aplicar los buenos principios de La Biblia. Y no siempre será del mismo modo concreto en el que se hacía en aquella antigüedad ¡Ni mucho menos!
Captura de vírgenes como botín de guerra, prueba del pañuelo, muerte para ellas y multas para ellos, brebajes abortivos…
Ahondando en esta pertinencia de contextualización, sigamos tomando como ejemplo la consideración de la mujer, pero volviendo de nuevo a lo más crudo de La Ley del Antiguo Testamento:
Moisés les dice a los varones israelitas que como botín de guerra deben quedarse con las “adolescentes vírgenes, pero matar a los niños y a las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales” (Nu. 31, 15-41) ¡Vaya! Luego hay otros mandatos que hoy nos resultan muy poco igualitarios (por decirlo suavemente) como la orden de apedreamiento para la esposa infiel mientras que -por cometer el mismo hecho- solo se impone una multa y el casamiento para el varón que se acuesta con otra mujer no casada (Dt. 22:28-29; Ex. 22, 15-16) Todo esto nos choca “un poco” ¿Cierto?
O qué decir de la pena de muerte basada en la “la prueba del pañuelo” para determinar la pureza virginal antes del matrimonio (Dt. 22:13-20). Hoy sabemos que esta prueba no es fiable y que, aunque sí lo fuera… ¿Qué pasa si ella salió “culpable” (=himen roto) porque quizás fue violada por su padre en secreto? ¿Era voluntad de Dios matar a toda mujer que haya sufrido algún tipo de penetración previa al matrimonio mediante la prueba del pañuelo? ¿Y qué de la ausencia de indagaciones para conocer la virginidad del varón? ¿Y qué acerca de darle a nuestra esposa un tóxico brebaje abortivo cuando nos surjan sospechas de infidelidad (Números 5)? ¿Era de Dios exponer a tan peligroso proceso a una mujer tan solo por celos?
Son preguntas difíciles que trataremos de responder. Pero antes, aguantemos un poco más este mal trago y rasquemos aún más en lo más crudo de La Ley…
«Si a la mujer no se le oyó gritar cuando dice que la violaron, debe ser apedreada» (Dt. 22, 22)
Muchos en España recuerdan el terrible caso de “La Manada”[2]. Ocurrió durante la fiesta de los Sanfermines y en televisión se habló de ello durante meses. Se trataba de un suceso en el que una joven se sintió tan intimidada por sus acosadores que fue incapaz de gritar, ni siquiera de decir nada, cuando fue sexualmente abusada en plena ciudad. Los cristianos clamaban contra aquel abuso sufrido por esta mujer… obviamente… pero una aplicación literal de Deuteronomio 22, 22 hubiera llevado hoy a que “la joven sea apedreada hasta morir, porque no dio voces en la ciudad”. Espeluznante ¿Cierto? Se trata de un claro ejemplo que nos ayuda a entender que hay mandatos en La Biblia que deben ser rechazados desde nuestra luz cristiana. Los cristianos no debemos sufrir tratando de justificar o blanquear determinados mandatos aberrantes. No.
¿Qué hacemos entonces? Cultura humana e inspiración en lo bueno de La Ley
Un error común es haber entendido que inspiración en Las Escrituras siempre equivale a que las conclusiones de los autores bíblicos exponen mandatos validados por Dios para todo tiempo y lugar. No. Aquellas palabras “aberrantes” que leemos en estos casos son útiles para siempre en el sentido en el que nosotros aún podemos extraer lecciones de aquellas experiencias y acontecimientos que Dios quiso que quedaran registradas, algo de lo que ya hemos hablando en artículos anteriores.
Siempre se trata de analizar con discernimiento a la luz de Jesús. En ocasiones la enseñanza puede estar en el espíritu de sacrificio del personaje bíblico, en la sed de justicia o en la intención de la reparación del daño ¡Incluso desde aquella mentalidad cultural aún en proceso de avance! No todo lo que leemos fue escrito para darle cabida en nuestra sociedad actual. De hecho, esto es algo que ningún cristiano hace hoy tal y como hemos visto en distintos ejemplos durante esta serie ¡Gracias a Dios! Aplicar aquellos mandatos concretos que no es algo que Jesús, ni la propia Biblia, digan que dábamos hacer hoy.
Dicho todo esto, si pretendemos realizar un juicio justo de La Biblia, debemos descubrir que no todo resulta tan lejano y repudiable. Ni mucho menos. El concepto de inspiración divina nos llama a fijarnos en aquello que fue positivamente trasgresor y liberador para aquel pueblo, más aún en tiempos primitivos en los que Cristo aún no había aparecido.
Ese es el camino hermenéutico a seguir para que La Biblia inspirada sea también nuestra inspiración. Hay textos negativamente chocantes, sí. Pero también -incluyendo La Ley de Moisés- una mayoría de relatos y principios maravillosos que cambiaron el mundo para bien. Y ese es el punto clave para los creyentes. Se trata de discernir y no tener en cuenta algunas de las ideas dominantes de la antigüedad que aún mantenían los hebreos. El llamado de Dios es a fijarnos en esa chispa que transforma el relato en algo diferente, en un paso hacia adelante que ilumina un nuevo camino que aún transita entre neblinas.
Fijémonos, por ejemplo, en leyes como la que dice que había que dejar un rincón del terreno agrícola para que los pobres pudieran recoger algo que comer (Lv. 23, 22). Eran avances humanitarios que están en La Biblia. De hecho, los textos más progresistas de La Ley son más abundantes que aquellos que hoy consideramos chocantes como los que hemos expuesto en el presente artículo. La Biblia tiene cientos de páginas, la inmensa mayoría liberadoras historias que -si se leen correctamente- nos aportan riqueza y motivos para la adoración.
Como Rob Bell dice[3], en Las Escrituras las nuevas ideas se sientan al lado de las viejas. El machismo o la violencia que dominaban el mundo están junto a una nueva comprensión de la paz y la justicia. La Biblia avanza hacia una dimensión más cercana y real de Dios que culmina en Jesús. Avanza porque va dejando estas viejas cosas atrás. En el asunto de la mujer, Jesús lo cambia todo con una actitud extraordinariamente trasgresora desde un trato igualitario inédito y sorprendente para su tiempo (Ver documento: Jesús y la mujer).
Contexto y luz que ayuda a avanzar
Una inmensa parte de las leyes del Antiguo Testamento eran más avanzadas y humanizadoras que las de sus vecinos. Un historiador crítico y no cristiano como Antonio Piñero afirma que “en su momento estos textos supusieron un avance notable en una sociedad dominada por costumbres más bárbaras aún[4]”. Alberto de Mingo reafirma esta realidad: “No nos engañemos: la legislación del Pentateuco es brutal, inadmisible para nuestra sensibilidad moderna. […] Pero comparado con la legislación de su entorno cultural, también podemos descubrir una innegable tendencia humanista: el ser humano no es equiparable a los animales o las cosas[5]”. Se podría decir mucho más de lo bueno de La Ley. Existen numerosos libros al respecto. Y es en todo esto donde vemos el soplo divino. Como el profesor Dionisio Byler dice: “El Señor de Israel instruía, en fin, una sociedad de igualdad, solidaridad y especial atención a los más desafortunados: los inmigrantes, los huérfanos y las viudas, los esclavizados y oprimidos por deudas imposibles de pagar.[6]”
También algunas leyes constituían un mal menor para circunstancias abusivas o que hoy desconocemos. Así que es importante diferenciar los principios potencialmente buenos que alojan como -por ejemplo- la protección de la familia, la fidelidad o la contención de la violencia… de cómo los hebreos trataron de concretar estos valores desde su prisma cultural. En otras palabras: Debemos diferenciar el fondo de la forma concreta.
A menudo el asunto no trata tanto del cómo sino del por qué se hacen determinadas cosas en La Biblia. Incluso desde aquellas mejorables formas, los autores bíblicos pretenden transmitir que la integridad, la pureza o la protección del más débil… venían en última instancia de Dios. como dice Michael Bird, “se trata de determinar si los mandamientos son transferibles a nosotros de forma directa, son transferibles por analogía, requieren reinterpretación cultural o solo se limitan al contexto original[7]”.
La Ley también nos muestra aspectos que eran vistos como buenos por las naciones de la antigüedad y que incluyen a Israel entre ellas. En estos casos Israel pretende perseguir lo bueno y darle importancia porque entienden que todo lo bueno viene de Dios. Otras de aquellas leyes tenían un sentido de protección ante peligros y circunstancias que hoy ya no suponen una amenaza para nosotros. Todo esto debe ser tenido en cuenta cuando analizamos lo más crudo de La Ley de Moisés.
Tampoco conocemos los detalles de aplicación en algunos casos o el grado de exageración de algunas leyes escritas respecto a su aplicación cotidiana y real. Pero todo está ahí para que conozcamos la historia de un pueblo y su Dios.
El llamado “ojo por ojo” es un ejemplo que hoy suele mencionarse como venganza violenta y primitiva. Pero en La Biblia procuraba precisamente lo contrario. No hay constancia de que hubiera tullidos o ciegos en el antiguo Israel por su aplicación. El ojo por ojo (ver artículo) propone la proporcionalidad del castigo y del derecho entre ricos y pobres ya que todos tienen la misma cantidad de ojos y dientes ¡Ojalá este principio fuera una realidad en nuestras sociedades actuales! Así que sí: Hay mucho de bueno en La Ley de Moisés.
En La Ley también hallamos preceptos sorprendentemente positivos como el respeto solemne a los ancianos (Levítico 19, 32). O la acogida del inmigrante ¡No todas las culturas de aquel tiempo eran así! Levítico 24, 22 dice: “Una misma ley tendréis para el nativo y el inmigrante”. Son principios de igualdad y dignidad que ni siquiera se cumplen en nuestras sociedades democráticas actuales supuestamente más avanzadas ¿Y por qué los críticos de La Biblia no destacan estos puntos positivos tan trasgresores en su tiempo? Deberían hacerlo si desean analizar La Biblia con justicia. Más aún cuando son los más abundantes.
Levítico también proporcionó la más valiosa y atemporal clave hermenéutica: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (19, 18) encendiendo la revolución en la que el evangelio hunde sus raíces. Son muchos los ejemplos de asombro positivo que proporciona el Antiguo Testamento ¿No es cierto?
Aunque en Las Escrituras se diga que La Ley fue dada por Dios, es la misma Biblia quien nos enseña que esta idea no debe entenderse como un todo absoluto sino como un telón de fondo. Esto lo vimos muy claramente en ejemplos como el de las hijas de Zelofehad (Números 26, 2; 52-56; 27, 7) cuando pidieron cambiar La Ley de Dios porque les parecía injusta… y ¡Dios la cambió!
Jesús enseñó La Ley como algo más provisional y adaptado desde una cultura permeada por su espacio tiempo, como algo de Dios pero que surge también desde un conjunto humano falible y en proceso. Pero si La Ley fuera el ideal supremo y atemporal de Dios, los cristianos aún seguiríamos aplicando todo lo que dice La Ley al pie de la letra. Pero -como decimos- el Nuevo Testamento va a insistir en que La Ley tenía su fecha de caducidad. Nos mostrará que en ella había un plan de pasos hacia adelante, cierto… pero también que -por ejemplo- no integró plenamente la visión igualitaria entre mujeres y hombres que sí aparece en Génesis en donde Adán y Eva son creados a imagen de Dios [8].
En algunos aspectos nos tocará aprender de La Ley … en el sentido de aplicar algunos de sus buenos principios de otro modo, mucho mejor y más pertinentemente. Este caminar de Israel bajo La Ley es lo que Pablo quiso reflejar cuando dijo que dicha ley había sido un tutor (Ga. 3, 23-24). Un ayo o tutor era quien te guiaba al siguiente lugar. Es algo necesario durante un tiempo. Pero luego creces, maduras y dejas de necesitarlo. Dejas la leche espiritual.
Jesús y La Ley
La relación de Jesús con La Ley es más sagaz de lo que muchos piensan. Hoy hay quien dice que él no respetó La Ley al saltarse muchas de sus normas. Y otros dicen que él refrenda la vigencia de La Ley y que incluso radicaliza su aplicación. Pero el acercamiento de Jesús a La Ley es más profundo y liberador que todo esto. Cuando él dijo: “Habéis oído que se dijo…, pero yo os digo…” quería mostrar que él conocía bien Las Escrituras. Al mismo tiempo señalaba cómo algunas de las interpretaciones más populares y literalistas de su tiempo acerca de La Ley eran incorrectas. Jesús es muy inteligente y pedagógico ante un auditorio religiosamente cerrado y tradicionalista. Él no se desmarca de La Ley sino que la valida con la intención de traer algo mucho mejor. Jesús mira al presente y al pasado para presentar un nuevo futuro.
Cuando leemos que su palabra “no puede ser quebrantada” o que “no pasará ni una iota de la Ley” hasta que todo se cumpla, está ratificando que todas aquellas leyes circunstanciales apuntaban a Él. Esto no significa -por tanto- que debamos aplicar cada tilde o jota de las terribles instrucciones que hemos comentado del brebaje tóxico de Números 5, de la mujer que no grita cuando la violan de Deuteronomio 22, etc. No. Jesús quiere decir que Él (y no La ley) es la revelación más completa de Dios. Por eso dice: “No penséis que yo he venido a anular la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas. No he venido a anularlas, sino a darles su verdadero significado” (Mateo 5, 17) ¡Eso es! Jesús se presenta como la respuesta a nuestras preguntas acerca de cómo debemos aplicar La Biblia.
Nos da luz para aplicar o desechar aquello que leemos y que no resulta en sintonía con Jesús, con quien realmente es La Palabra de Dios mostrada al mundo (Juan 1, 1). Por eso todo lo demás en La Biblia no necesita de nuestra justificación moral en cada punto sino discernimiento para nuestro aprendizaje y aplicación. Las Escrituras son ahora filtradas desde Jesús, y no Jesús desde Las Escrituras como suelen hacer los cristianos más literalistas. Lo primero trae vida, lo segundo confusión y contradicción.
Conectando de nuevo con nuestro ejemplo acerca de cómo son vistas las mujeres en La Biblia, recordemos cuando los religiosos llevaron a Jesús una mujer sorprendida en adulterio (Juan 8, 1-11). Fueron con La ley en la mano, pues según Levítico 20, 10 aquella mujer debía ser lapidada (igual el hombre al que por alguna razón no retuvieron). Pero Jesús la perdona y la deja marchar. Interpretó La Ley de un modo muy diferente. Jesús aplicó una hermenéutica restaurativa rompiendo los esquemas de la aplicación punitiva desde una supuesta lectura literal del mandato. Jesús marca el camino correcto de interpretación.
Nuestro debate, por tanto, no es si Jesús endurece o suaviza una Ley que fue promulgada desde una teocracia. Jesús trae algo mucho más sublime que cambiaría el mundo para siempre. Cuando él dice que “toda La Ley se resume en amar a Dios y al prójimo” (Mateo 22, 40) coloca su persona como fin y cumplimiento de aquella ley ¡Se acabaron los debates y polémicas!
No nos consta que Jesús apedrease adúlteros o que se lavase las manos antes de comer como establecían aquellos escritos de La ley leídos literalmente. Él hace otras cosas diferentes e incluso contrarias. No nos imaginamos a Jesús dando palizas a los esclavos como leímos que sí permitía La Ley. Ni aplicando tantos otros puntos que hoy nos resultan repudiables.
Jesús sacude el poder religioso de todos los tiempos para mostrarnos que aplicar aquella Ley al pie de la letra no fue siempre una buena idea. Desde luego que no. Él nos impulsa a discernir cuándo debemos oponernos una aplicación literalista de Las Escrituras para redimensionarla a favor de la compasión restaurativa. Él nos muestra cómo leer lo más crudo de La Biblia. Nos muestra cómo ser libres bajo la nueva Ley de Cristo. La Ley del amor.
En el próximo artículo «Barbaridades en el nombre de Dios» seguiremos acercándonos a otros textos problemáticos que siembran el escepticismo debido a su crudeza. Seguiremos aprendiendo cómo entenderlos y qué aplicaciones podemos extraer hoy de ellos ¡No te pierdas la segunda parte de este tema!
[1] Rev. Dr. Richard Furman’s Exposition of The Views of the Baptists, Relative to the Coloured Population in theUnited States in a Communication to the Governor of South-Carolina. Charleston: Printed by A.E. Miller, Nº 4 Broad-st., 1838.
[2] ElPais.com, 22 junio 2019 El Supremo eleva la condena a La Manada a 15 años: fue una violación múltiple, no un abuso sexual
[3] Rob Bell, What is the Bible? 2017
[4] https://www.tendencias21.net/crist/Leyes-de-la-Biblia-obsoletas-Compartir-188-de-4-de-abril-de-2016-Preguntas-y-respuestas_a2012.html
[5] Alberto de Mingo Kaminouchi, La Biblia de principio a fin: una guía de lectura para hoy, Ediciones Sígueme, 2019, p. 109
[6] Dionisio Byler. El «antiguo testamento» del Antiguo Testamento. Facultad de Teología SEUT, p. 18
[7] Michael F. Bird, Siete cosas que desearía que todo cristiano supiera sobre la Biblia, Clie, 2023, p.99
[8] El relato de la creación de Génesis 1-3 fue escrito muy probablemente después de la mayor parte del resto del Pentateuco, incluyendo La Ley,