domingo, marzo 16, 2025
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I Certamen de Cómic

Así fue el I Certamen Delirante de Cómic

Entre pitos y flautas, cheques y regalos, el I Certamen Delirante de Cómic  repartió casi 1.000 euros en premios. El tema para los trabajos: La búsqueda de la verdad. El nivel gráfico fue muy bueno, por lo que además de los tres galardonados se expusieron en la sala otros trabajos enviados al certamen.

Marlen Moreno y David Nieto (Madrid) fueron los ganadores con Prisionero 832. Como comenta Daniel Jándula, uno de los miembros del jurado, el trabajo ganador destaca “por su alta calidad tanto en dibujo y enfoque como en contenido. Me gusta el trazo, el modo de tratar las atmósferas, y el uso del color es muy bueno. Me recuerda un poco a Sandman y ese tipo de novelas gráficas tan complejas que no tienen pudor en atacar temas duros”. Los otros dos excelentes trabajos premiados como accésits, también visibles online, fueron Josué Manjón (Burgos) con Mirar atrás y Ulises Ponce (Alicante) con Anécdota. Todos estuvieron en la ceremonia de entrega de premios en la que tuvimos humor, cine, grupos de hip-hop y pop, además de la exposición, aperitivos y buena gente.

Puedes ver los cómic ganadores pinchando (arriba) en sus nombres

¡Tralarí, tralará! La vida es bella

3º Premio II Certamen Delirante relato corto: La Muerte y la esperanza

María Belén Vázquez (Madrid)

―¡Enfadado! ―gritó el profesor de historia nada más entrar en el aula.

La clase de segundo de bachillerato enmudeció.

Bajito, delgado, con el traje castaño y la corbata, con las gafas de culo de vaso y la sonrisa de triunfador. Fermín era, sin duda alguna, mi profesor favorito. Le teníamos por uno de esos maestros de la vieja escuela. Tal vez por su licenciatura en Filosofía y Letras, carrera que hacía ya tiempo que había dejado de existir. Quizás porque era el mayor de la plantilla del profesorado. Aunque puede que fuera cosa de aquel simpático ‹‹señorita Vázquez›› con el que se refirió a mí el primer día y que lo convirtió en una de las personas más entrañables que he conocido.

Era el que conocía las mil y una anécdotas de la historia de España; el que dejaba caer de vez en cuando bromas y comentarios, como que la ocupación francesa se debió en gran parte a la belleza de las mujeres españolas (y a la gastronomía); el que, cada vez que preguntaba en voz alta la lección anterior, soplaba las respuestas correctas al oído de quien no las sabía.

Le admirábamos y apreciábamos todos y cada uno de nosotros, ya no solo porque fuera un gran profesor –que lo era –, sino porque, además, era una gran persona. Lo veíamos en su modo de dar clase, en el gusto con que hablaba de su asignatura y en la alegría que transmitía siempre, dentro y fuera de clase.

Por cierto, entre muchas de sus virtudes y destrezas, gozaba de un oído privilegiado que captaba hasta el más mínimo susurro. De modo que aquel día, Fermín escuchó de entre la algarabía de voces, la mía cuando confirmaba a mi amiga Isabel que un amigo común estaba ‹‹enfadado››.

―¿Quién está enfadado? ―insistió Fermín.

Sin embargo, no esperó respuesta:― ¡No se puede enfadar uno, hombre! –Clavó su mirada penetrante en todos nosotros y sonrió –Cuando uno se enfada, cuenta hasta diez. Y si no funciona, abre la ventana de par en par, asoma la cabeza y grita con todas sus fuerzas: ‹‹¡Tralarí, tralará! ¡La vida es bella!››

A lo que siguió la carcajada general; la clase se removió entera, contenta con el inicio de la clase.Un año después, nos enteramos de la muerte de su mujer. Quién hubiera dicho que tantos universitarios se iban a presentar en su antiguo colegio un viernes por la tarde. Se celebraba allí una misa por la esposa de Fermín, en el pabellón deportivo, y los antiguos alumnos nos sentamos en el último banco y guardamos silencio absoluto durante toda la ceremonia. Fue una misa preciosa. Lo que ninguno de nosotros esperábamos fue el final, cuando un alumno de cuarto salió a leer una carta en representación de todos sus compañeros. Fue breve, justo y sincero. Aquel chico era la voz de quienes querían brindarle todo su apoyo, que sentían los disgustos que le hubieran podido ocasionar, que le agradecían su sonrisa permanente y el entusiasmo que transmitía y ponía en su trabajo. Por último, le pidieron:

―Y Fermín, no te olvides: ¡Tralarí, tralará! ¡La vida es bella!

tralari2En ese momento, volví la cabeza y me encontré con la mirada cómplice de amiga Silvia, que como yo, también lloraba. No obstante, no llorábamos por la tristeza; pese al dolor por nuestro profesor, nuestro amigo, Silvia y yo sonreíamos también.

La realidad se imponía ante nosotras como un signo, muy claro y evidente. Nuestras lágrimas las había robado la belleza. La belleza delirante de la vida de la que siempre habló Fermín, la belleza que le recordaban ahora aquellos adolescentes en esa circunstancia tan dura, la belleza de la que hablaba aquella misa. La belleza que, de un modo misterioso, nos había traído a todos allí. Y aquella belleza arrebatadora contenía una promesa infinita; más allá de la muerte, la esperanza.

La lista Stem

2º Premio II Certamen Delirante relato corto: La Muerte y la esperanza

Julio Martínez (Madrid)

stem1El chico se movía impaciente de un lado a otro de la habitación. Le habían entrevistado cinco emisoras de televisión y estaba hiper excitado.

-Es delirante- dije en voz alta- te van a matar en cuarenta y ocho horas y estás más contento que una novia el día de su boda. David, de veintidós años, se volvió, incansable en su celo por ganar a alguien para la causa ecológica.

-No lo entiendes, se trata del progreso, ¡progreso!, gracias a nosotros el mundo será un lugar habitable, el lugar que debería haber sido y que por culpa nuestra no es.

-Seguro, mira…. si el problema es el ser humano ¿por qué nos nos practican a todos la eutanasia?, te aseguro que en cinco años tendremos un planeta más verde y menos contaminado.

David se quedó un rato encajando el ataque. Optó por eludirlo.

-Cada ser humano produce cada año dos toneladas de CO2. ¡Sólo por existir!. La ropa que vistes, la casa donde vives, el agua que calientas para lavarte, la comida que los campos producen, el transporte que utilizas, todo produce CO2, regular la población es la forma más avanzada de controlar la emisión de gases contaminantes.

-Y seguro que te sientes muy bien por ser un héroe del ecologismo.

David no pilló la indirecta, dijo con voz llena de emoción:

-Nuestros cuerpos serán cristalizados en una resina especial y expuestos para siempre como héroes del planeta, seremos recordados cada año en la fiesta de Gaia y cada escolar recitará nuestros nombres y….

-Lo dudo, compañero, cada año el Estado masacra a cien mil imbéciles como nosotros, dudo que los escolares tengan tanta paciencia como para recitarlos todos….

David siguió su discurso sin oírme:

-… somos héroes que se sacrificaron por el bien colectivo, el individuo no es nada…. ¡la humanidad lo es todo!.

-Lo que más me fastidia es que me hagan héroe a la fuerza, con gusto le cedo el honor a otro tonto del bote.

-Más de uno se presentaría voluntario por hacer del mundo un lugar más limpio, por suerte los nombres de la lista Stem son escogidos al azar del censo, sin discriminación de edad, sexo, o incluso entre los no nacidos.

-Pues mira, tengo mis dudas sobre el sorteo ese….. ¿Por qué los servidores públicos no entran en las lista Stem?

-Hablar contigo me da dolor de cabeza- David movió la cabeza con tristeza, para él era una pesadilla tener a un compañero como yo.

Se oyó el cajón donde los guardias dejaban las bandejas de comida. Nos daban cuatro comidas diarias, seguramente les añadían tranquilizantes. Nunca había estado tan tranquilo ante la perspectiva de subir al matadero ecologista. Me levanté con desgana y miré la aséptica bandeja. Zumo de frutas orgánico, un plato con tofu, una ensalada, una pieza de fruta y un plato con legumbres.

-Qué bien, otra vez legumbres, si tanto les preocupa el CO2 podrían ahorrarnos unos cuantos pedos con tanto potaje.

-No sé por qué te quejas de la comida- dijo Dave- es nutritiva y equilibrada.

-Más vale que te calles, a juzgar por el concierto que me diste anoche seguro que elevaste tu tasa anual de producción de CO2.

Dicen que las seis horas anteriores a la ejecución son las más críticas, es por eso que te mandan el psicólogo para que no te deje solo ni un momento. El mío no era mala persona, era sencillamente un imbécil. Observé su prominente barriga, mientras hacía cálculos mentales sobre cuando CO2 había consumido a juzgar por su perímetro.

-¿En qué piensas, Tomás?- me dijo.

stem2No preguntes si no quieres que te responda… pensé.

-En la vida después de la muerte- sólo quería ponerle nervioso. En el cuestionario pedí un psicólogo en lugar de un “guía espiritual”, así que pasaría mis seis últimas horas martirizando al psicólogo con preguntas metafísicas.

El tipo carraspeó incómodo.

-Ya, lo sé, no es tu especialidad, pero voy a morir en seis horas, así que podemos hablar de la vida después de la muerte, ¿te parece?

-Dime, ¿qué es lo que te preocupa?

-He llegado un momento en el que me da igual la muerte, me preocupa más lo que hay detrás de ella.

-Puedes estar tranquilo- dijo el psicólogo- no tenemos evidencia de nada parecido.

-Eso es lo que me preocupa, la indiferencia. ¿Sabías que el cristianismo está construido sobre alguien que dijo que volvió de la muerte?. Me parece un concepto interesante.

El psicólogo se encogió de hombros y miró distraídamente el reloj de la pared.

Puedes ver y escuchar este relato recitado durante la Entrega de premios Delirante aquí:

 

Ciprés nº 10

GANADOR II Certamen Delirante relato corto: La Muerte y esperanza

Ciprés nº 10

Por Miguel Torralba (Madrid)

hospital_1_cipresOstento el premio ciprés. Algunos dicen que soy gafe. En mis guardias, como médico, no para de morirse la gente. ¿Qué creen?, “me pregunto”. La medicina es el arte de entretener al enfermo mientras la naturaleza le sana, o la muerte le alcanza ¡Joder! ¡No para de sonar el busca! No me puedo relajar ni un momento. Ya llevo siete muertos en esta guardia y el récord, mi propio récord, es de nueve.

– ¡Qué profesión tan bonita! -me sonríe la acompañante de la paciente de la habitación 817. Me vuelvo hacia la paciente que muestra una mueca de dolor en sus ojos y espira un olor nauseabundo por su boca, a sopa de hospital junto con putrescinas de su enfermedad periodontal. ¡Si yo le contara! –replico, sonriendo hipócritamente y aposentando el fonendoscopio sobre mis hombros.

La gente no muere en sus casas. Las llevan al moridero, me refiero al Hospital. Ni siquiera se permite que la gente esté enferma en casa. Las llevan al nosocomio. Lo cierto es que el Hospital es un tránsito, o bien, un interludio entre la vida y la muerte. ¡Eso sí, mucha bata blanca, mucho pijama verde, mucha penicilina!, y por supuesto, las sopas y el pollo, ¡siempre pollo!

Me tomo un café con la enfermera en el control mientras comento mis cavilaciones y ¡joder!, otra vez el busca. “Éxitus en la 409” – “era una muerte esperada” – confirma la enfermera. Dejo el café a medias y bajo a la cuarta planta para firmar el certificado de defunción. Voy a ver al cadáver y efectivamente, se encuentra en apnea, sin pulsos centrales y con pupilas midriáticas. Muerto. Nada es más obvio que la muerte. De pronto y súbitamente, se abre la puerta y aparece un cadáver vivo, me refiero al capellán del Hospital. Un sujeto delgaducho, pálido, con cejas pobladas y más largas que el bigote de Dalí, con los ojos entreabiertos y recitando un responso. ¡Qué susto!, me da más miedo ver al cura de negro que al muerto de blanco.

Subo a la octava planta y caliento mi café. La enfermera me comenta una enferma joven que está a punto de caramelo (“de morirse, claro”) en la 813 (“uhm, tenía que ser la 13… ¡ominoso!). Se trata de una mujer de 45 años con un cáncer de mama terminal con metástasis hepáticas. Me dice que la ha cogido cariño, que es… ¿cómo decirlo? – “diferente a otros”. Voy a verla y abro la puerta. Se encuentra sola. Huele a muerte. Me acerco. La respiración es superficial pero con taquipnea. La toco el hombro y se vuelve. Me mira y sonríe. Reviso la medicación. El suero contiene suficiente morfina. La percibo ansiosa. Habla con monosílabos. Quiere hablar con su marido y su hija. Le comento que según la enfermera vendrán a estar con ella luego, a darla de cenar y a velarla por la noche. Ella queda más tranquila y vuelve a sonreír.

¡Qué bien se lo toman algunos! Salgo de la habitación y ¡Joder! ¡Otra vez el “busca”! ¡Exitus en la 205 (Geriatría)! Y ya son nueve. Me queda un muerto para superar el récord. Voy al Servicio de geriatría. Siempre me ha horrorizado ese Servicio. Los abuelos dementes, agitados, con sus delirantes lamentos. Parece el inframundo. El olor es de morirse. Se paladean las heces, el vómito, las curas de las úlceras por presión y la lejía. Siempre me ha llamado la atención unas enfermeras tan jóvenes y vivaces con unos viejos tan rancios y vetustos.

Suena el busca (¡Otra vez!) ¿Quién? La ¿813?, ¿Si acabo de ir a verla? Me precipito para alcanzar la habitación y efectivamente, la paciente ha muerto. No es reanimable. No tiene livideces, ni rigor mortis. Se encuentra en decúbito prono. En su mano encentro un pequeño papel que en el que se intuye un nombre o una escritura que dice algo así como FILIIZI, o FELIZ o FELIPE.

Su familia viene una media hora más tarde. Me piden explicaciones, pero cortésmente y con calma. Yo les comento que la mujer ha muerto en paz e incluso sonriendo, sin dolores. Además, ha dejado algo escrito para usted (señalando al marido), para… Felipe ¿Se llama usted así? –inquiero sutilmente y le entrego la pequeña nota. Guillermo, que así se llama el marido, lee el escrito, mira a su hija, la besa, se abrazan y lloran. Yo me alejo sigilosamente y me digo a mi mismo ¡Qué mierda de vida! ¡No somos nadie!

Guillermo me alcanza cogiéndome del codo y me dice, ¡Era una mujer extraordinaria!, ¡la nota es un versículo de la Biblia: “FIL 1:21”!

– ¿A sí? ¿Y qué dice? – Pregunté con curiosidad.

– “Para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia” – y se alejó sonriéndole a la muerte.

Nunca olvidaré mi ciprés número 10

Prisionero 832

GANADOR Certamen Delirante de cómic

Marlen Moreno y David Nieto (Madrid)

 

Mirar atrás

2º PREMIO Certamen Delirante de Cómic

Por Josué Manjón (Burgos)

Anécdota

3º PREMIO Certamen Delirante de Cómic

Por Ulises Ponce (Alicante)

La clase

GANADOR DEL I CERTAMEN DELIRANTE DE RELATO CORTO EROTICO-BÍBLICO

Por Íñigo García-Moral

img-8-600x380Hoy nos iniciaremos en el estudio de la figura humana. Saquen sus cuadernos de dibujo y los carboncillos. Llevaba solo tres meses en la academia. Había dejado el instituto con permiso de sus padres y había empezado la que era su pasión desde niño, desde que su padre lo llevó a una exposición en un museo cuyo nombre no podía recordar.

Cuando vio que una figura femenina embatada en azul se acercaba a un diván situado en el centro de la sala, ocupando el podio que durante semanas habían dominado jarrones, figuras de terracota y naturalezas muertas, se sintió ligeramente inquieto. La mujer caminaba silenciosa y se detuvo ante el diván.

Todas las respiraciones quisieron interrumpirse para concentrar la atención de sus dueños en lo que parecía, en aquel momento, una tarea mucho más trascendental. La dama comenzó a soltarse el cinturón que cerraba la bata y, de repente, como queriendo causar el efecto que realmente produjo, la bata cayó delicadamente a sus pies. Ante los ojos atónitos de todos aquellos estudiantes, se mostró la espléndida desnudez de una mujer en la plenitud de su juventud, hermosa como el aire es hermoso.

Aquella acción, evidentemente estudiada, hizo que todos los que la rodeaban se dieran cuenta de pronto, como si acabaran de nacer, como si hubieran aterrizado desde un lejano y frío planeta, que la vida es bella, bella como el agua y como aquella mujer que, con una inocente picardía, les invitaba a respirarla con avidez. Ninguno de ellos lo sabía y nunca llegaría a leer que Aristocles, el de las anchas espaldas, afirmaba que el Ser Sagrado tiembla en el ser querido y que el amor provocado por la hermosura corporal es la llamada de otro mundo para despertarnos, desperezarnos y rescatarnos de la caverna en la que vivimos. Pero no importaría mucho, porque acababan de descubrirlo.

Entonces ella, cuya mirada lánguida se posó lentamente en casa uno de los presentes, invitadora, se tumbó parsimoniosa sobre la tela roja del diván, una especie de chaise longue que sólo en aquel momento y sólo para ellos, adquirió su sentido pleno. De forma que solo mucho tiempo después pudo comprender, en aquel momento, su mente se desembarazó de toda la turbiedad adolescente y una inocente ingenuidad, infantil y varonil al mismo tiempo, vistió sus ojos para mirar y admirar aquel hermoso cuerpo.

Descubrió, como aquel inglés de nombre impronunciable, la doctrina más secreta de que los placeres, aun los mentales, son rasgos de gloria que alcanzan nuestra sensibilidad.

Los dedos del pie, redondos y juguetones se movían mientras el resto del cuerpo permanecía quieto, esperando que los ávidos ojos de los estudiantes lo tradujeran al papel. Le recordaban a los famosos de Josefina, los que el Gance había presentado en un magistral primer plano, incomprensiblemente desechado en el montaje final. Fue ascendiendo poco a poco, con el detenimiento necesario de todo artista que se precie de serlo. Las pantorrillas se mostraban firmes, y cubiertas, como el resto del cuerpo, de un fino vello rubio que en aquel momento se erizó como la nuca de todos los artistas. Las rodillas, redondas y bien cubiertas abrían el paso a unos muslos finos como los que cantó Lugones, efervescentes y luminosos. La cadera y la cintura parecían bailar una armoniosa danza de movimientos sensuales que invitaba a esconderse en ellas.

En el justo centro, como un minúsculo sol alrededor del cual giraban vertiginosos los planetas, cuyas órbitas coincidían con ávidos ojos, todos pudieron ver un ombligo, redondo y ligeramente hundido, oscuro y prometedor, diminuto. El vello se espesaba ligeramente a su alrededor y obligaba a suspirar, sumido en evidentes sueños inconfesables, a todo aquel que alcanzara a vislumbrarlo entre las brumas de su propia confusión. La redondez del pecho parecía acunar los delirios mentales que no se atrevían a salir por los carboncillos. El cuello se doblaba suavemente hacia atrás, descendiendo suave hacia los hombros. La nuca prometía un sabroso bocado y el cabello, rubio rojizo rodeaba un rostro pleno, múltiple en color y suavidad, vivo e inquietante, un rostro que Leonardo, sin saberlo, hubiera querido pintar.

Y de pronto, la modelo levantó el brazo derecho para apoyarlo negligentemente en su cabeza y él descubrió esa doble curva suave y misteriosa, delirante, donde duermen el sueño y el ensueño, que explicaba la vida, el arte, la sed de amor, el perfume de las flores, el color, la fragancia de las estaciones, … y se sintió revelado ante ella.>

La mujer del 5ºB

1º ACCESIT I CERTAMEN DELIRANTE DE RELATO CORTO EROTICO-BÍBLICO

Por Josué Tirado

img-1-600x380En mi rutina hay pocas cosas que merezcan realmente la pena. El despertador suena a las siete, ducha, café y al salir por la puerta de casa sabes que este será otro día más para el olvido. Es entonces cuando lo sientes, su perfume envuelve el descansillo, te rodea, por un momento hace que se te olviden los problemas. Otros días te toca la lotería, entras en el portal y ahí está ella, esperando al ascensor. Te montas e intentas no mirarla, pero es imposible. Se da cuenta y te devuelve la mirada acompañada de una amplia sonrisa. Todo se ilumina durante un instante y apartas los ojos avergonzado. Llegas a su piso y te quedas prendado de su suave contoneo, no anda, flota. Estoy absolutamente hechizado por ella…

A su paso las caras se giran, las conversaciones se interrumpen, las palabras quedan suspendidas en el aire, revolotean a su alrededor, se prenden en su pelo, largo, oscuro, salvaje. Cuando desaparece despertamos como de una especie de sopor: ha pasado un ángel.

En mi vida hay pocos días que realmente merezcan la pena, pero esta noche va a marcar la diferencia. Hoy tengo una cita con ella. Ha surgido casi sin darme cuenta, y desde un principio han quedado claras sus intenciones acerca de lo que deseaba hacer conmigo. Me ha manejado como a un dócil perrito.

Al principio me invadió la euforia pero después vino el pánico. Fui al baño y me miré al espejo: melena desaliñada, ojeras perpetuas, barba que raspa con sólo mirarla y, de regalo, una incipiente barriga, por no hablar de un atuendo de lo más anodino y desfasado.

Debo ser el hombre con más suerte de todo el planeta. He ido a la peluquería, me han hecho un corte de esos modernos; me he comprado una colonia nueva y algo de ropa decente. Hoy es mi noche. Cena a la luz de las velas, es un tópico, pero no sé hacerlo mejor. La comida me ha quedado demasiado hecha con los nervios pero ella parece no notarlo. No puedo creer que tenga su cara a tan sólo unos centímetros, hoy su aroma es todo para mí. Sus delicadas manos se mueven con soltura, no coge los cubiertos, estos obedecen sus órdenes. Justo lo que quiero hacer yo. Esto es delirante.

Su voz es como un imán, más de una vez he tenido que recolocarme en la silla al descubrirme inclinado hacia ella. Se percata y baja la mirada mientras sonríe de forma inocente, después alza los ojos y amplía su sonrisa. Me ha tendido una celada y he caído en ella sin resistirme. Apenas pruebo bocado, pero a ella la estoy devorando con los ojos. Su pelo recogido en un moño deja ver su precioso cuello, largo y esbelto. Encima de él, el paraíso de sus ojos y el panal de miel de su boca; por debajo, el camino hacia la gloria.

Lleva un sugerente vestido, que enseña pero deja adivinar. En su pecho se abre un generoso escote y, por más que intento no parecer grosero, me descubro una y otra vez mirando hacia allí. Ella lo sabe y pasea sus dedos por el borde de su vestido, está jugando conmigo. Voy a enloquecer. Se levanta, rodea la mesa, se inclina sobre mí y me besa en la boca. Nos levantamos, la cojo de la mano y la guío a la habitación, dentro nos besamos de nuevo apoyados contra la puerta. La abrazo fuerte. Hay tanta temperatura que parece que nos vamos a fundir.

Me empuja a la cama, ríe. Me echó hacia atrás mientras me desvisto con torpes movimientos. La sangre hierve en mis venas y se evapora, se ha soltado el pelo, su vestido cae hacia abajo. Ella es sencillamente perfecta y yo voy a estallar de un momento a otro. Se sube a la cama y gatea despacito, contoneándose suavemente. En la mesita de noche está la foto de la familia, la vuelco, ella lo ve y sonríe pícara. “Sí, mejor” me susurra al oído.

Nos volvemos a besar, pero de repente suena un ruido en la puerta, nos miramos alarmados, apenas nos da tiempo a cubrirnos con una sábana y entra en la habitación una niña pequeña de pelo oscuro y largo, salta encima de la cama y se pone a hablar sin freno. La mando al salón y cierro la puerta, nos miramos y nos echamos a reír. “La próxima vez, sin cena” dice. Asiento y salgo a pagar a la canguro. Vuelvo a la habitación y la encuentro con nuestra hija. Sugiero que ya es hora de que alguien vaya a acostarse. Mi esposa me mira y pregunta pícara “¿en quién estás pensando?”>

En tus ojos

3º ACCESIT I CERTAMEN DELIRANTE DE RELATO CORTO EROTICO-BÍBLICO

Por Julia Jiménez

img-6-600x380Sus manos, como anguilas, se movían en la oscuridad buscando dónde reposar. Las de ella, más cautas, se asían sin remedio a su cintura como un naufrago a la tabla que le salvará la vida. Afuera, el sol se explayaba sin piedad y fundía el asfalto en una neblina móvil, también dentro, de la habitación y de ellos, el calor iba en aumento, empapando las sábanas que pronto acabarían en el suelo. Pegado a sus pieles sudaba el rocío de la pasión, como el prefacio de una tarde sin descanso. Se separaron rendidos de amor y se miraron largamente, en silencio.

Ella supo entonces que es mentira que el amor no dura para siempre, que la ilusión se acaba. Se dio cuenta, en ese preciso momento, que también es falso que la atracción se pierde tras los primeros años y que la rutina se come la espontaneidad, cual fiera voraz que no deja supervivientes. Es mentira. Quizás, lo que más miedo le dio en algún momento fue el comprometerse, negándose a sí misma algunas libertades para tornarlas compartidas. Quizás eso, en algún momento, pero ya no, nunca más, porque tenía la certeza de que desde que se casaron y se entregaron el alma y el cuerpo por primera vez en la luna de miel, no cambiaría por nada ser una sola carne con él. Sabía que siendo su mitad es cuando estaba completa, asida de un cordón de tres dobleces que no se rompe.

Y entonces se veía allí, en la cama de ambos, y volvían las ganas de sentir de nuevo el peso de su cuerpo sobre ella. Él entreabrió los ojos y la sonrió, entendiendo enseguida su anhelo. Al apretarla contra él, la columna de ella se estremeció de deleite, porque no se hastiaba de la delicia de su hombría. Era como si ambos hubiesen recobrado las fuerzas al mismo tiempo, dejando atrás el cansancio y entregándose una vez más a su mutua complacencia. Así pasó el tiempo, regalándose por completo, rodeándose de tactos profundos hasta que estallaron en un éxtasis delirante. Ocurrió en ambos al mismo tiempo, en una sincronización labrada durante años, intuyendo por el olor del otro que la piel comenzaba a rezumar fragancias de placer insostenible.

Después, cuando ya se acercaba la noche, él la miró fijamente, como si fuera la primera vez que la descubría desnuda y en sus brazos y exclamó:

– Es en tus ojos.

Ella le miró extrañada pero no habló, su respiración aún entrecortada le pedía una explicación.

  • Es en tus ojos donde quiero quedarme.- Aclaró él.

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