Paso 4. Mi doctrina: ¿Es la verdadera INTERPRETACIÓN?

63
Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 4 de 15

En el anterior artículo hablamos de la importancia de comprender los factores psicológicos, religiosos y sociales que condicionan nuestra interpretación de La Biblia. Aquí hablaremos de cómo el análisis de estos condicionamientos nos puede llevar a una necesaria deconstrucción de algunas doctrinas aprendidas. Así que, adelante… 

¿Exige la sana doctrina una interpretación siempre inflexible? ¿Qué dice La Biblia?

Si Dios hubiera querido entregarnos un manual de teología sistemática, nos lo hubiera dado. Sin duda. Quizás en 7 ó 12 tomos, supongo. Pero no lo hizo. Inspiró textos abiertos y creativos para ser leídos en comunidad ¿Significa esto que es imposible decantarse por una interpretación “verdadera” de cada asunto bíblico? No. Cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de seguir a Cristo desde la luz que hemos recibido en conciencia y coherencia. (El último artículo de esta serie estará dedicado a La verdad de La Biblia).

En cada comunidad de fe será frecuente (cada vez más) que nuestro hermano tenga filtros de interpretación diferentes a los míos. Y es ahí donde entra el amor y la humildad como oportunidad para la convivencia y la edificación, algo que forma parte del propósito de la iglesia. Y es que de eso también trata La Biblia cuando nos muestra narraciones desde diferentes ángulos y posibilidades.

Tomando en cuenta nuestra naturaleza caída asumimos que somos imperfectos y condicionados también cuando interpretamos Las Escrituras. Al mismo tiempo, La Biblia nos llaman a perseguir la sana doctrina de Dios. Así que se trata de equilibrio entre no creernos intérpretes infalibles y no abrazar un relativismo extremo que no vivifica y no  sirve de guía.

Se trata de no ser fundamentalistas en el sentido arrogante, ni relativistas. Se trata de ser humanos, cristianos realistas y de fe. Y ahí entra siempre la búsqueda del discernimiento. Y esto a menudo requiere de mayor esfuerzo que abrazar cualquier consigna religiosa sin meditarla demasiado.

Qué es la deconstrucción de la fe

Llegados a este punto, algunos descubren que aquello que les enseñaron al hacerse cristianos hoy no les resulta firme ni convincente ¡Menudo shock! ¿Y qué hago entonces? ¿Abandono la fe? ¿O quizás existen otras formas más coherentes de vivir el cristianismo y La Biblia? A la respuesta afirmativa a esta última pregunta lo llamamos deconstrucción ¿Y qué es la deconstrucción?

El diccionario de la RAE define el verbo deconstruir como “Deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura”. El término deconstrucción es definido como el “desmontaje de un concepto o de una construcción intelectual por medio de su análisis”.

Por tanto, una auténtica deconstrucción no nos debería hacer abandonar la fe sin antes reflexionarla. La sana deconstrucción no echa todo por la borda sino que contempla posibilidades que puedan reafirmar nuestra fe más coherentemente. 

Deconstruir para edificar consiste en identificar qué aspectos humanos de nuestras creencias actuales son cuestionables y qué puede haber de útil y verdadero en todo lo aprendido hasta ahora como cristiano dentro de un contexto espacio-temporal. No todo se tira.

La sensación de pérdida que subyace tras descubrir que algunos de los dogmas aprendidos no son tan sólidos suponen un impacto tremendo y negativo en nuestras vidas. Pero el alivio llega cuando comprendemos que deshacerse de ellos no tiene que ver con perder al Dios de La Biblia sino con replantearnos una mejor interpretación de Él.

Deconstruir una fe aniñada para reconstruir una fe más fundamentada tiene que ver con nuestra liberación divina. Una deconstrucción saludable valora el esfuerzo para deshacerse de los elementos de la imagen de lo divino construida desde el miedo o la tentación del poder. Deconstruir para reconstruir la fe es procurar la alternativa saludable que confronta la decepción religiosa. Trata de sacudirse aquello que desde hace un tiempo sospechábamos que no provenía de un Dios que nos ama. Trata de ser verdaderamente libres del miedo a los hombres y su inercia religiosa.

Deconstruir trata del cómo es y del trabajar por cómo será la iglesia. Es el esfuerzo para indagar la verdad desde la compasión y la humildad que Jesús mostró como el modelo de imitación y como la luz que disipa las tinieblas de la confusión.

Esto debería permitirnos seguir compartiendo lazos de amor con el hermano que no ha llegado a nuestras mismas conclusiones teológicas, si es que el otro hermano lo permite, claro.

Si nuestra deconstrucción nos lleva a mirar al otro por encima del hombro es porque aún no es una auténtica construcción. Cada persona es única y lleva su propia mochila. Deconstruir y construir es importante porque se trata de la esclavitud y de la liberación. Va de religión ciega o de ver. Deconstruir también trata de cómo es y de cómo será el futuro de la iglesia. Requiere misericordia y humildad. Y siempre amor, esa esencia divina que según La Biblia nunca terminará.

Jesús y la deconstrucción: Asomándonos detrás del velo

En este proceso de deconstrucción hay una esencia que no puede deconstruirse puesto que esa esencia es quién nos deconstruye a nosotros: La persona de Jesús. Él es el punto de referencia para toda deconstrucción y construcción, la roca que sostiene el edificio.

Las doctrinas son importantes, sí, pero no son el camino, la verdad ni la vida.

¿Qué teología debió tener la mujer del flujo de sangre a quién, tras tocar su manto, Jesús le dice: “Ten ánimo, tú fe te ha salvado”? (Mateo 9, 22) ¿O qué creería aquella mujer acerca de comer carne sacrificada a ídolos? ¿Cuál era su posición acerca del matrimonio ilegal entre esclavos? ¿Qué teología tendría aquella señora acerca del Cielo o del Infierno? ¿Qué canon de Las Escrituras leería aquella mujer (si es que sabía leer)?

Seguramente aquella mujer no estuviera siquiera capacitada para asumir las bases de fe de nuestra iglesia local. Pero nada de eso importó cuando recibió ese toque restaurador del Salvador que tanto buscaba.

¿Importa entonces nuestra doctrina?

Dedicar un artículo a la toma de conciencia de nuestras limitaciones como intérpretes falibles puede crear zozobra: ¿Acaso no podemos estar seguros entonces de las verdades de La Biblia? ¿Vale con creer en cualquier cosa? No… pues ya hemos dicho que se trata de un equilibrio realista en el que la Gracia nos empapa siempre, gracias a Dios.

Ciertamente, hay verdades y atributos de Dios que sí son suficientemente claros en La Biblia: Su fidelidad, amor, paz, misericordia, justicia, restauración… También es claro que murió por nuestros pecados y que resucitó. O que la ley se resume en amar a Dios y al prójimo. Y muchas otras cosas que están muy claras en La Biblia. Lo fundamental para nuestro caminar diario sí está suficientemente claro en La Biblia. Aunque quizás no lo sean tantas cosas como solemos enseñar en nuestras iglesias.

Además, nuestros condicionantes y limitaciones no son solo algo malo como consecuencia del pecado. Son también una oportunidad para nuestro crecimiento y la convivencia en amor.

La doctrina es muy importante, sí. Y es la propia Biblia la que nos enseña que su propósito es caminar “puestos los ojos en Jesús, el autor y finalizador de la fe” (Hebreos 12, 2). Ahora todo lo filtramos desde ese Jesús que a los arrogantes estudiosos de La Biblia les dijo: “Escudriñáis Las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5, 39). En otras palabras: Toda doctrina apunta a Jesús. La doctrina trata, por tanto, de nuestro descanso en él.

Es la doctrina bíblica quien nos enseña que el origen del pecado tuvo que ver con creernos que podemos saberlo todo. Es esa doctrina quien también revela que el amor es más grande que la fe, pues “ahora vemos confusamente, como por espejo; y un día veremos cara a cara. Ahora conozco sólo de forma limitada [y que] tres cosas hay que ahora permanecen: la fe, la esperanza, el amor. De todas ellas, la más grande es el amor.” (1ª Corintios 13).

No fueron los hippies sino Jesús quien afirmaría primeramente que toda La Ley (toda La Biblia) se resume en amar a Dios y al prójimo. Pues “en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13, 34-35). Danos señales… le dicen… ¡Ahí tenéis la señal! El amor.

Afinar nuestra doctrina y crecer como teólogos será siempre un camino para amar más y mejor, incluyendo a quienes no interpretan toda La Biblia exactamente como nosotros.

Aunque esto pueda sorprender a algunos cristianos, la tolerancia hacia la pluralidad doctrinal en las comunidades primitivas fue uno de los éxitos del crecimiento inicial del cristianismo. No pensaban todos igual ¡Ni mucho menos! De hecho, muchas de aquellas ejemplares comunidades de fe no hubieran suscrito las bases de fe de nuestras iglesias. Pero esa es otra historia.

Creo que hoy existe excesivo miedo a la disolución de La fe (la estándar y dominante, claro). Y esto en cierto modo es una gran falta de fe ¡Qué paradoja!

La realidad viva y clara es que hemos sido rescatados por gracia y por lo que Él ya ha hecho. No somos salvos por nuestra teología más o menos afinada y no podemos escapar de sus manos cuando vamos a Él. Ahora es el momento de la alegría, de regresar a las sendas antiguas de la paz y el consuelo en las que es posible la unidad en la diversidad. Volver a Dios sabiendo que nosotros no somos Dios merecerá la pena.

En el siguiente artículo abordaremos otro tema tabú: el condicionamiento de las traducciones de La Biblia y cómo debemos afrontarlas.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí