viernes, abril 19, 2024

¿Podemos creer que Jesús resucitó?

¿Y si los discípulos robaron el cuerpo de Jesús? ¿Y si se inventaron la historia?

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No creo en Dios porque no creo en los milagros. Y no creo en los milagros porque no creo en Dios”. Esta afirmación es tan común como circular ¿Qué problema hay con los milagros si Dios fuese real? Ninguno. Allister McGrath, profesor y Doctor en Biofísica en la Universidad de Oxford afirma que “para estar completamente seguros de que los milagros no pueden existir tendríamos que estar completamente seguros de que Dios no existe. Pero estar seguros de que Dios no existe es sólo un asunto de fe”.

La resurrección de Cristo es el eje central del cristianismo. Y surge la pregunta: ¿Hay indicios de historicidad en algo tan increíble como la resurrección?

Jesús fue ejecutado

Consideremos algunas evidencias. A menudo se asumen como hechos históricos acontecimientos sustentados por una única fuente. Y si ya son dos las fuentes independientes, se trata de algo maravilloso en cuanto a la datación de historia antigua. Bart Erhman, conocido erudito agnóstico y jefe de Estudios Religiosos de la Universidad de Carolina del Norte, ofrece una lista de 11 fuentes independientes que documentan la crucifixión de Cristo como hecho histórico. El académico ateo del Nuevo Testamento, Gerd Lüdemann afirma que la ejecución de Jesús es un hecho indiscutible. Pocos eventos están tan  fundamentados en la antigüedad como la muerte de Cristo. Cualquier historiador serio no duda que Jesús existió. Pero ¿Qué hay de su resurrección?

Los primeros escritos cristianos mencionan a personas concretas como, por ejemplo, José de Arimatea, el judío del sanedrín que dispuso de la tumba para Jesús. Concretar con nombres y apellidos facilitaba la indagación de quienes por entonces quisieran obtener testimonios directos para investigar los hechos. Esto era comprobable incluso transcurridas varias generaciones ya que se podían preguntar los detalles a hijos o nietos. El evangelio de Mateo cuenta que se puso un sello a la tumba del Cristo fallecido y que quebrantar su cerramiento hubiera sido gravemente penado por las autoridades romanas. Mateo afirma que hubo una guardia romana (Mateo 27, 62-67) que cerraba un protocolo de máxima seguridad, algo que interesaba tanto a Roma (Pilato) como a los escribas y fariseos judíos que llevaron a Jesús a la muerte de cruz.

Pero ¿Y si a pesar de todo sus seguidores hubieran robado el cuerpo? ¿Y si el robo no hubiera sido una difamación por parte de los judíos que perseguían a Jesús (Mateo 28, 11-15)? ¿Y si los discípulos se hubieran inventado la historia? ¿O fue la resurrección una alucinación colectiva como algunos escépticos actuales sugieren? Son buenas preguntas, pero ¿Son convincentes alternativas a la resurrección según los evangelios? ¿Pudiera ser este punto de vista escéptico complicado de sostener?

10 evidencias a favor de la historicidad de la resurrección:

1. Lo que cuentan los evangelios no es la mejor manera de propagar una supuesta invención

Para la credibilidad de una narración, hoy día nos resulta más bien indiferente que los testigos oculares sean hombres o mujeres. Pero cualquiera que conozca las leyes del siglo I sabe que situar a mujeres como las primeras testigos directas de la resurrección (y los cuatro evangelios lo hacen) no era la mejor estrategia para avalar la veracidad del acontecimiento. El testimonio de una mujer no era considerado tan válido como el de un hombre, e incluso para muchos las  mujeres eran todas unas mentirosas y liantes. Las mujeres tenían vetadas la cultura y la formación. Y esta marginación no ayudaba a tener en cuenta su criterio. Todo lo contrario. Esto lo sabe el apóstol Pablo quien al tratar de convencer a los corintios de que Cristo resucitó y que él mismo es testigo citándoles a varios grupos de testigos oculares, sin embargo evita nombrar a las mujeres (1ª Co. 15, 5-8). Seguramente pensando en que esto no aportaba demasiada credibilidad a los más escépticos.

-Otro detalle que no favorece la teoría de la invención es que Jesús no fuese sepultado en una fosa común como ocurría frecuentemente con los ejecutados sino en un lugar concreto localizado. Las mitologías y leyendas (o los evangelios apócrifos) se nutren de elementos ambiguos y no contrastables.

-Otro aspecto que no ayuda a dar mayor credibilidad al relato que nadie observa el momento preciso en que Jesús resucita. Nadie vio la roca moviéndose sola, un dato mencionado por escépticos para debilitar la credibilidad del relato. Sin embargo, esto es dato a favor de su veracidad ¿Por qué? Si el relato fuese una farsa no se explica por qué ninguno de los cuatro evangelistas se inventó algún testigo ficticio para un momento sumamente extraordinario ¡Hubiera estado genial que alguien viera el momento preciso! Esto es lo que hacen relatos apócrifos (inventados) muy posteriores. Pero no ocurrió. Los evangelios no añaden detalles que objetivamente les podían convenir para mejorar el impacto de la historia.

2. El relato es meramente narrativo, sin directrices teológicas que hubieran venido bien para atraer y adoctrinar a más gente

Los relatos de la resurrección no contienen reflexiones personales añadidas por el autor. No hay indicaciones para que el lector concluya qué debe hacer con su vida tras leer el relato. No se manipula al lector. Es totalmente diferente a otros mitos antiguos. Ofrecer conclusiones y dar instrucciones hubiera sido provechoso si la historia se hubiese fabricado para sumar adeptos a un credo. Sobre todo pensando en los más influenciables. Pero los autores de los evangelios parecieron confiar en que el Espíritu de Dios convenciese a las personas sin forzar ni empujar a nadie ¡Y así ocurrió!

3. Contar sus mediocridades, fracasos y contradicciones no es la mejor estrategia para presentarse como «líderes» ante desconocidos

Los hechos narrados en el Nuevo Testamento jugaban en contra de la credibilidad de estos nuevos “líderes de la iglesia”. Los discípulos exponían su mediocridad personal, su cobardía e incluso alguna traición en momentos de presión. Ellos se escondieron durante la crucifixión y en momentos clave. Esto no era algo que beneficiara a la confianza en su autoridad cuando llegaban ante desconocidos de las nuevas ciudades romanas evangelizadas diciendo: “¡Hey! ¡Escuchadnos! Somos los enviados y testigos en quienes debéis confiar para formar vuestras nuevas comunidades”.

Presentarse como enviados débiles de un Dios que ya no estaba con ellos era un problema práctico. No se plantearon presentarse como héroes infalibles o líderes carismáticos. Pero ellos confiaron en Dios porque sabían que era real. El cristianismo dependía de Dios mismo.

Sigamos con las evidencias:

4. Numerosos testigos vivos que pudieron desmontar la invención de la resurrección…. o afirmar los hechos y detalles

Pablo escribió “Fue enterrado y al tercer día fue levantado de los muertos, tal como dicen las Escrituras. Lo vio Pedro y luego lo vieron los Doce. Más tarde, lo vieron más de quinientos de sus seguidores a la vez, la mayoría de los cuales todavía viven, aunque algunos ya han muerto. Luego lo vio Santiago, y después lo vieron todos los apóstoles. Por último, como si hubiera nacido en un tiempo que no me correspondía, también lo vi yo” (1 Corintios 15:4-8). Tan solo estos versículos citados muestran 15 individuos concretos. Pedro dijo: “Dios levantó a Jesús de los muertos y de esto todos nosotros somos testigos” (Hechos 2, 32).

Muchos testigos de la resurrección aún vivían al recibirse la carta. Se les podía preguntar. Los testigos podían confirmar, dar detalles coincidentes o contradecirse entre sí. Si la resurrección no ocurrió, lo natural era desmentirla como un engaño tarde o temprano. De hecho, la ausencia de testigos reales hubiera bastado para pensar que todo lo escrito era una broma de mal gusto. Pero estos testigos no sólo debieron estar presentes sino que debió haber un sorprendente nivel de concordancia de detalles ya que el cristianismo crecía y crecía por todo el Imperio. El desarrollo del cristianismo deja ver que la gente estaba convencida de que todo fue muy auténtico y poderoso ¡Tuvieron que darse muchas evidencias que no trascendieron a la historia para que tanta gente abrazara la fe en Cristo y su resurrección! Nunca antes sucedió algo similar.

Si la historia fuese falsa, nombrar a personas conocidas públicamente, como José de Arimatea hubiera sido contraproducente. No digamos ya si José de Arimatea no hubiera existido. Hubiera sido fácil desmontar la historia.

5. La resurrección no era una expectativa religiosa sino un «problema» para los creyentes

La expectativa judía del Mesías era la de un líder que vencería a los romanos. La resurrección no era una expectativa social ni religiosa. Pensar en una resurrección no sólo era algo extraño e inconcebible para el siglo primero (como para nosotros), sino que también era conceptualmente indeseable. En los evangelios vemos que a nadie, a ningún discípulo tampoco, se le pasa tal idea por la cabeza. Nadie contaba con que el Mesías fuese a resucitar. Todos sabemos que en ninguna época es cotidiano ver muertos resucitados. El discípulo Tomás no lo cree ni siquiera teniendo a Jesús delante y pide tocarlo (Juan 20). Este contacto físico de Jesús con otras personas se repite en otros episodios y las apariciones duran varias semanas (Hechos 1, 3). Esto explicaría el rápido crecimiento de tantos creyentes en la resurrección.

6. ¿Judíos inventándose una nueva religión?

Inventarse una religión tiene cierto sentido para una mente moderna. Pero para un judío del siglo I presenta un gran problema: Ellos ya tenían una y se sentían muy orgullosos de ella. Pero un dios diferente, un Mesías clavado en la cruz era una blasfemia y una vergüenza para los oprimidos judíos. Tuvieron que ver muy claro que Jesús era Dios mismo.

Otro aspecto clave: La cuestión psicológica

7. El beneficio social y psicológico de un mensaje único y libertador sin precedentes

El evangelio transformó el mundo con un mensaje no impuesto que llamaba a hacer el bien incluso a los enemigos. Jesús revolucionó su mundo con la atención al débil y al desfavorecido. Los discípulos enseñaron  la importancia de lo que hay dentro y no de las apariencias. Promulgó la no violencia, el perdón y un largo etc. Una inmensa parte de lo bueno que hoy tenemos en Occidente se ancla en Jesús y sus apóstoles: Los Derechos Humanos, las primeras ONG, la igualdad racial, etc. El cristianismo de Jesús (no el que vino después) está constituido por cientos de aspectos que hoy consideramos necesarios pero que hasta la aparición de Jesús eran raros y hasta inéditos. Pero ¿Es éste el producto de tarados mentales o de mentirosos compulsivos en masa? ¿Se trata de un legado histórico propio de alucinados o  malévolos ladrones de muertos? Se trata de un mensaje que hoy es reconocido como  elevado para su tiempo y que no la consecuencia de unos trastornos y delirios mentales extremos.

Y esto nos lleva a otros puntos:

8. Una transformación radical e inexplicable que no les aportaba beneficios sociales ni económicos (¡Fueron perseguidos y torturados!)

Hoy muchos hacemos o decimos cosas «buenas» y políticamente correctas porque nos conviene para nuestra imagen o propósitos comerciales. Hablar de «ser bueno» puede ayudarte hoy, pero no por entonces.

El encuentro de Pablo con Jesús resucitado le hizo abandonar su posición acomodada en la alta sociedad judía a cambio de recibir palizas, accidentes y prisión. Pablo descubrirá en la cárcel la alegría del sentido de la vida tal y como él mismo escribe.

Si los discípulos se hubieran inventado todo este rollo: ¿Por qué arriesgar sus vidas y recibir palizas por algo que sabían era un fraude? Pascal dijo: «Creo en los testimonios que se arriesgan a que les corten el cuello«. ¿Hubieran podido predicar con tanta autoridad y consecuencias en su contra que Jesús había resucitado sabiendo que no lo había hecho? ¿Qué les hizo pasar de la cobardía durante la crucifixión a darlo todo si sabían que Jesús no resucitó realmente?

9. Una expansión masiva sin igual, inédita en un movimiento que no te aporta “nada” a nivel político, social ni económico

Ya no eran sólo 12 apóstoles, ni 500 testigos, sino una expansión mundial sin parangón en la historia de la humanidad. Los contadísimos movimientos ideológicos expansivos que ha habido a este nivel han sido siempre a golpe de espada y presiones sociales. Pero aquí sucede al revés ¿Qué explica este crecimiento sino el poder sobrenatural del Espíritu Santo que Jesús profetizó que vendría sobre ellos?

10. Las alucinaciones no producen estos hechos

Algunos escépticos han llegado a pensar en alucinaciones colectivas. Pero algo así conlleva serias dificultades desde la psiquiatría.

La diversidad de personalidades, trasfondos y lugares en los que se da la resurrección ante testigos durante 40 días elimina cualquier posibilidad de alucinación colectiva. Una cosa es ir al Santuario de El Escorial con la expectativa de ver aparecer a la Virgen y otra lo que ocurrió con Jesús. Los judíos no esperaban resurrección alguna de su Mesías. De hecho Jesús les habla repetidamente y permite ser tocado ante escépticos como Tomás (Juan 20, 24-28). C. S. Lewis observa que “cualquier teoría de la alucinación se cae por el hecho (y si es una invención, se trata de la invención más extraña que jamás haya entrado en la mente del hombre) de que en tres ocasiones distintas al principio no reconocieron a Jesús (Lc. 24, 13-31; Juan 20: 15; 21, 4) [1]”. Además, unos días antes, cuando Jesús muere huyen, tienen miedo y se esconden.

Las apariciones se producen con frecuencia durante esos días y luego desaparecen abruptamente. Si todo esto fue un rumor extendido por 4 iluminados que querían ser tratados como estrellas del Pop de una nueva religión ¿Por qué de repente ya nadie ve a Jesús resucitado? Esteban y el perseguidor de cristianos Pablo de Tarso son las únicas excepciones. Luego nada (1ª Co. 15, 8). Y por cierto, ¿Se pasó Pablo al bando perdedor adquiriendo una ceguera de tres días también por alucinación? ¿Se lo inventó también? ¿Abandonó su buena posición a cambio de palizas y cárcel por una dudosa proyección psicológica?  ¿Los cristianos de la ciudad de Jerusalén no se dieron cuenta de que la tumba estaba sellada antes de entregar su vida para seguir a un Cristo resucitado?

Una alucinación no explica la tumba vacía. Ni pone de acuerdo a tanta gente para ensamblar una mentira con todo lujo de detalles. Ni para ser torturado ni para morir por ella asesinados ante hermanos sanguíneos y otras persecuciones que pudieron ser frenadas si reconocían que todo era una mentira. ¿Por qué los cristianos no reconocieron el fraude en medio de la tortura? ¿Por qué el cristianismo crecía en medio de la tortura en lugar de disminuir si solamente fue una mera alucinación?

Si la gente alucinó había una tumba con un cuerpo que mostrar como sencilla respuesta. A las autoridades romanas y judías les hubiera bastado con exhibir públicamente el cadáver Jesús para atajar el problema. Pero no lo hicieron.

Evidencias que exigen una decisión personal

Finalmente, rechazar la resurrección de Cristo tiene mucho que ver tomar el punto de partida como conclusión: No creer en un Dios sobrenatural. Pero si Dios existe y se ha acercado a hablarnos… ¿No son los hechos, milagros y palabras de Jesús mostrados públicamente durante 3 años lo que esperaríamos de ese Dios Creador? Él fue liberación, autenticidad, sobrenaturalidad y justicia. Fue lo que esperaríamos de Dios.

El periodista y abogado británico Frank Morrison se propuso explicar en un libro que la resurrección era una fábula. Tras meses de investigación concluyó: “Después de haber analizado las evidencias de una manera ponderada y lógica, yo encuentro una sola conclusión razonable: “Jesucristo resucitó de entre los muertos tal como lo dice la Biblia”. Morrison escribió el libro, pero no el libro que al principio pensó que escribiría. Su estudio pormenorizado le hizo cambiar de criterio y se convirtió al cristianismo.

Frank Morrison es un caso entre muchos que comprueban que las evidencias históricas y psicológicas avalan la resurrección. Un relato que por muy sobrenatural que sea, carece de los elementos típicos de las fábulas y mitologías. Es distinto porque fue real. El conocido filósofo Richard Swinburne concluye que las evidencias disponibles establecen un 97% de probabilidad de que Jesús resucitara de los muertos. Su trabajo fue publicado por Oxford University Press y ha sido defendido en congresos académicos dejando constancia de que los argumentos a favor de la fe cristiana son extraordinariamente sólidos [2].

Más allá de las evidencias racionales

Pero vayamos un paso más allá: La inmensa mayoría de los primeros cristianos que creyeron no vieron a Jesús resucitado. Tanto cristianos como escépticos de nuestra era racional no deberíamos poner todo el foco del debate en la demostración del acontecimiento material de la resurrección. Es necesario exponer y analizar las evidencias, sí, pero esto es solo una parte.  La resurrección no es algo que finalmente podamos “demostrar”, ni desmentir, de forma irrefutable. Y por  esto la apologética moderna es limitada.

Nuestra fe no puede depender de evidenciar el acontecimiento físico, químico y biológico de la milagrosa recomposición de átomos que debió experimentar el cuerpo de Cristo hace casi 2000 años… porque no podemos hacerlo. La mayor prueba que hoy podemos ofrecer al mundo de la realidad aquel hecho es la misma evidencia que expusieron los primeros cristianos y los posteriores: Mostrar con nuestras vidas el poderoso efecto de un Cristo levantado de la muerte. Esto es lo que más suele usar el Espíritu Santo para convencer al mundo de que Jesús hoy está vivo.

A buen seguro de que muchos de sus coetáneos preguntarían al apóstol Pablo cosas como: “Muy bien, tú hablas de qué Jesús resucitó… pero también se dice que César ascendió a los Cielos”… ¿Y por qué el tuyo es el “dios” bueno y el otro no?… ¿Cómo puedo saber realmente que lo que anuncias es verdad y no producto de tu mente? “… Solo podemos especular acerca de cómo respondería el apóstol este tipo de cuestiones. Curiosamente no ha quedado registrada ninguna respuesta suya tipo: “id a Jerusalén, preguntad a la gente y recopilar datos y evidencias a favor de la resurrección”. Nada de esto que sepamos. Por lo que leemos en el Nuevo Testamento, quizás Pablo pudo ofrecer respuestas más del tipo: Ven a nuestras comunidades y comprueba cómo la gente está siendo transformada por el poder que levantó a Jesús de los  muertos. Por algo Pablo llama a los cristianos “El cuerpo de Cristo” y afirma que “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por toda la gente” (2ª Co. 3, 2-4). Yo soy la evidencia.

Lutero, parafraseando a Pablo decía: “Cuando leas “Cristo ha resucitado”, debes añadir inmediatamente: yo he resucitado con él, y tú has resucitado con él, pues debemos participar en su resurrección”. Jesús se hizo hombre “para librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a esclavitud” (Heb. 2,15). El miedo a la muerte nos hace esclavos. ¿Y qué implica resucitar?: Ser arrancados del poder de la muerte y del miedo. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11, 25-16).

[1] C. S. Lewis, Miracles, p. 151

[2] Vince Vitale, profesor en los departamentos de Filosofía y Religión en la Universidad de Princeton en su artículo: ¿Qué lugar ocupa Dios en el mundo académico hoy?, trad. Dorcas González Bataller, en fundacionrz.es>

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