jueves, diciembre 26, 2024
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La Biblia no muestra que Moisés escribiera todo el Pentateuco, más bien lo contrario

Durante una reunión de adolescentes de mi iglesia, un joven contaba apesadumbrado cómo su profesor de filosofía ridiculizó públicamente La Biblia por contener un libro atribuido a Moisés (Deuteronomio) que narra su propia muerte. El conocido sitio web cristiano Got Question afirma que plantear que pudiera haber ediciones del Pentateuco (los 5 primeros libros de La Biblia) posteriores a Moisés pone en “entredicho la veracidad del Pentateuco […] Esto sería tratar de debilitar la palabra de Dios, y una forma de hacerlo es poniendo en duda la historicidad y autoría del Pentateuco”, llegando a sentenciar que esto “pone en tela de juicio los testimonios de Jesús [1]”.

Afirmaciones tan categóricas como estas producen temor entre quienes creen en la inspiración divina de La Biblia. Pero ¿Es realmente así? ¿Se refuerza o más bien se pone en entredicho la credibilidad bíblica cuando se niega la autoría plural del Pentateuco?

En primer lugar, en ningún lugar de La Biblia se nos dice que sea importante conocer el número o la identidad de los autores en cada libro bíblico. Como tampoco que sea importante el periodo de redacción para cada uno de ellos. Esto son necesidades apologéticas modernas, creadas a posteriori y que resultan ajenas a los receptores originales de los libros bíblicos.

De forma concreta, La Biblia no afirma que la autoría de estos cinco libros sea exclusivamente de Moisés. Cuando Jesús, por ejemplo, dice: «Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él» (Juan 5:46) no está diciendo que todo el Pentateuco, versículo por versículo, sea una obra monolítica de Moisés. Incluso admitiendo que gran parte procediese de Moisés (Josué 8, 32), quizás oralmente, Jesús aquí simplemente dice que Moisés habló de Él. Pero NO dice que todo el Pentateuco sea obra de Moisés.

¿Una autoría plural en diferentes épocas contradice La Biblia?

En contra de lo que muchos cristianos afirman, a la doctrina de la inspiración no le afecta que el Pentateuco pudiese ser un extenso núcleo originario de Moisés transmitido durante generaciones siendo editado y cerrado siglos después ¿Qué problema tiene la inspiración divina en esto? Ninguno ¿Y si Dios determinó que así fuese? La inspiración sobre los autores bíblicos no depende del número de autores o del proceso completo de composición de cada libro. Lo importante es que Jesús se refiere a estos libros como Las Escrituras.

De hecho, aquellos que exigen al Pentateuco haber sido escrito por Moisés son los primeros en matizar que, como mínimo, debió haber dos autores: Moisés y quien(es) narra(n) su muerte (Dt. 34).

Como vemos, no hace falta ser un erudito para comprobar que referirse a estos libros como “La ley de Moisés” no implica que Moisés fuese autor de cada línea. Incluso los cristianos más conservadores suelen admitir que la parte final describiendo cómo fue su propia muerte no debió ser suya.

La Sagrada Familia de Gaudí… no es solo de Gaudí

En la antigüedad, e incluso hoy, es frecuente referirse a obras literarias o artísticas nombrando solamente a su autor principal, al alma mater o inspirador, a pesar de que posteriormente exista un grupo más amplio de autores de dicha obra que en ocasiones resultan anónimos.

Sirva de ilustración los numerosos profesionales que han trabajado y que aún siguen construyendo la catedral de la Sagrada Familia de Barcelona. Sin embargo, a nadie se le ocurre calificar como engaño que nos refiramos a La Sagrada Familia de Gaudí a pesar de que no es 100% una obra de un único autor que murió hace ya mucho tiempo. Seguimos hablando de la obra de Gaudí a pesar de la implementación de diferentes añadidos que él no tenía en mente y que se hicieron necesarios tiempo después.

Pues algo parecido ocurrió hasta el cierre final del Pentateuco. Hoy mismo, a nuestras leyes se le añaden modificaciones o enmiendas a lo largo de años y siguen considerándose la misma ley.

Una forma de hablar habitual en La Biblia

En Mateo 27, 9 Jesús apela a un escrito de Jeremías cuando en realidad está citando Zacarías 11, 12-13 ¿Miente Jesús? ¿Se equivoca con la autoría del libro? ¿Queda tocada la armonía bíblica? Si descartamos el error del redactor o del copista, es posible que Jesús citase a Jeremías como una sinécdoque, como una alusión al profeta que encabezaba el listado clásico de libros proféticos. Si esto fue así (la opción más plausible según algunos comentaristas) se derriba de un plumazo el argumento de que Jesús debió referirse necesariamente a Moisés como autor único del Pentateuco. Si Jesús no le dio importancia a la autoría de Zacarías hasta el punto de atribuir a Jeremías una cita suya ¿Por qué, entonces, tendría que ser obligatoriamente rígido y abarcar el 100% de 5 libros al referirse a textos atribuidos Moisés? No pongamos en Jesús requisitos apologéticos que no son suyos.

Sea como fuese, Jesús tuvo que dirigirse a aquellos escritos tal y cómo eran conocidos por sus coetáneos, independientemente de que hubiera más autores implicados en la Torá más allá de Moisés.

Lo natural es que Jesús no se dirigiese a aquellos textos de un modo diferente a como ellos los describían. Esto es un principio fundamental de la comunicación y de hacerse entender. Aún así, insistimos, el Pentateuco no reclama para sí mismo que deba ser leído como escrito al 100% por Moisés.

En Las Escrituras no vemos que a nadie le importase quién escribiese –por ejemplo- la parte del Pentateuco que habla de la muerte de Moisés ¿O acaso se observa en La Biblia algún debate o preocupación al respecto? Ni lo más mínimo. Por entonces ya existían hipótesis acerca de quién pudo escribir esa parte, pero lo realmente importante no eran los puños detrás de las letras sino el Dios detrás de los puños. La necesidad actual de algunas tradiciones conservadoras de afirmar que Moisés escribió todo el Pentateuco tiene más que ver con la necesidad psicológica de preservar determinadas tradiciones que un día nos enseñaron como “La verdad” que con lo que realmente nos pide La Biblia.  

Jesús diría que la mostaza “es la más pequeña de todas las semillas” (Mt 13, 31) cuando realmente no es la semilla más pequeña. Así que si aplicamos las mismas exigencias exegéticas de los defensores de la plena autoría mosaica tendríamos que afirmar que Jesús se equivoca con la semilla o miente. Pero caeríamos en el error de no pensar como los hebreos antiguos sino de utilizar un tipo de pensar occidental moderno no aplicable al contexto de una conversación donde lo importante es el mensaje espiritual de fondo, no el dato informativo exacto. En el caso de la mostaza Jesús no estaba haciendo ninguna declaración naturalista absoluta y simplemente utiliza un estilo enfático para un público que tenía interiorizado que el grano de mostaza era el más pequeño de todos. Así hablaban. Y aunque la mostaza no era técnicamente el grano más pequeño la pedagogía de Jesús era la ideal porque así se pensaba por entonces. Y lo mismo podemos decir cuando Jesús apela a la Torá del mismo modo en el que lo hacían sus oyentes. Lo importante era qué decían Las Escrituras. No sería tan complicado de entender si determinadas corrientes posteriores a la revolución científica no hubieran salpicado nuestra hermenéutica con exigencias apologéticas de precisión histórica y científica ajenas al texto bíblico.

Evidencias de varios autores y generaciones en el Pentateuco (y por qué no afecta a la inspiración de La Biblia):

Esta breve reflexión pretende traer paz al lector cristiano conservador que descubre con naturalidad que Moisés no pudo ser el autor de todo el Pentateuco. Tu fe no se tambalea cuando compruebas que existen indicios sólidos de una revisión final de La Torá siglos más tarde a Moisés, cerrándose quizás entre los siglos VI y IV a. C. ¿En qué afecta esto a la inspiración de La Biblia? En nada.

Dios ha inspirado a los autores bíblicos como Él ha querido y no como nosotros decimos sin razones de peso reales. Recalcamos esto porque hay personas que han sido sacudidas en su fe tras descubrir que Moisés no pudo haber escrito el Pentateuco como le aseguraron tajantemente en su Escuela Dominical. A esto le sumamos el miedo creado desde púlpitos, artículos y populares videos en YouTube que señalan con nombres y apellidos a los “herejes” que cuestionan la plena autoría mosaica del Pentateuco. Sin embargo, la evidencia bíblica es fuerte y nos llama a una mayor humildad y respeto hacia otros hermanos, pues siempre estaremos condicionados por nuestras experiencias, lecturas y tradición ¡Pero deseosos de conocer la verdad de Dios!

La multiautoría ni siquiera es un planteamiento moderno, ni liberal ni nada de esas cosas que se dicen para provocar cierto temor infundado a la par que se diluye un pensamiento bíblico más rico y profundo. El asunto se ha debatido tanto en el judaísmo como en el cristianismo desde siempre. San Jerónimo (s. IV), por ejemplo, ya desde una mera lectura directa del Deuteronomio sugirió que algunos de sus textos debieron ser de la época de Esdras (s. V a.C.)[2].

En esta búsqueda de evidencias, los eruditos señalan diferentes argumentos para la autoría plural. Entre ellos destacan las diferentes repeticiones de las historias (algunas repetidas hasta 5 veces), los elementos lingüísticos, culturales o de estilo que avalan una clara multi autoría del Pentateuco. Algunos de los elementos del Pentateuco son más característicos de los siglos VI-IV a. C. que de los hipotéticos siglos XIII o XV (a. C.) en los que pudiera haber vivido Moisés. Dicho esto, no nos vamos a meter aquí en complejas erudiciones académicas sobre las que ya existen amplísimos y extraordinarios trabajos al respecto.

Aquí expondremos evidencias sencillas para que cualquier lector común pueda comprobar por qué se habla de la autoría múltiple del Pentateuco tan solo leyendo La Biblia.

Evidencias concretas de autoría múltiple:

-Ejemplo de texto posterior a la vida de Moisés: “Ciertamente pondrás por rey sobre ti” (Deuteronomio 17:14-20)

Dios le dice a Israel: “Ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere“ (Dt. 17, 15). Y posteriormente se adjuntan instrucciones concretas acerca de cómo debe actuar el Rey de Israel (14-20).

Bien. Teniendo esto en cuenta fijémonos en algo sencillo de comprobar:

Si este párrafo hubiera quedado escrito por Moisés estaríamos ante instrucciones monárquicas “proféticas” dadas por Dios al pueblo siendo conocidas por todos los integrantes del tenso debate que mantienen Samuel y el pueblo de Israel (1 Samuel 8) que pide para sí un rey que los gobierne ¿Cierto?

Sin embargo, el pueblo no apela a Dt. 17 para defender su petición y que -supuestamente- ¡Moisés ya la habría avalado al 100% dejándola por escrito afirmando que la monarquía queda establecida por Dios mismo! Así que no tiene sentido pensar que durante el debate acerca de poner rey en Israel NADIE apelase a un texto que cerraba de portazo cualquier discusión.

Es aún más absurdo pensar que el mismo Samuel ignorase adrede que Dios mismo ya había dejado por escrito una declaración que le cierra la boca. Eso colocaría a idea clásica de inspiración bíblica en problemas mucho mayores. Como creyentes en la inspiración divina, más desconcertante aún sería observa que Dios no quiere rey sobre Israel argumentando que esa petición popular de monarquía equivale a rechazar a Dios mismo (1 S. 8, 6-7) ¡Pero! ¿¡Y qué pasa con lo que Moisés (supuestamente) ya habría dicho cientos de años antes en Dt. 17!? Desde la idea de autoría única de Moisés: ¿¡Hay algo de sentido en todo esto!?

La explicación coherente es que la supuesta orden dada por Dios a Israel para poner rey sobre ellos (Dt. 17, 14-20) no estaba aún escrita en tiempos de Samuel (luego veremos algún ejemplo más). Debemos entender que este añadido posterior de Dt. 17 no contradice La Escritura sino que la reafirma. A lo único que contradice este añadido es a la tradición humana (no bíblica) que exige al Pentateuco ser escrito 100% por Moisés. Pero La Biblia no nos dice cómo se transmitieron los textos sagrados, ni el orden, ni los requisitos de Dios para una redacción o edición final del libro que hoy consideramos como Palabra de Dios

¿Qué problema hay si Dios quiso inspirar a los escribas para realizar estas adicciones posteriores que aclararían dudas y que además consolidarían la fuerza de Palabra de Dios ante el pueblo y su rey para generaciones posteriores? Este registro escrito posteriormente cerraba el debate y fortalecía la confianza del pueblo en Las Escrituras. Para nosotros lo importante es que el Espíritu Santo se mueve como quiere y que Jesús refrendó Las Escrituras una vez se cerró su redacción.

Otras evidencias de autoría del pentateuco posterior a Moisés:

Veamos algunos ejemplos más de añadidos posteriores a Moisés en el Pentateuco:

1) “Y los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que reinase rey sobre los hijos de Israel, fueron estos…”.  (Génesis 36, 31). Este texto no pudo ser escrito antes de Saúl, el primer rey de Israel que vivió cientos de años después que Moisés:

2) Se habla en pasado de acontecimientos posteriores a la entrada en la Tierra prometida que ocurrió después de la muerte de Moisés:

Éxodo 16, 35: «Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que entraron en la tierra habitada: maná comieron hasta que llegaron al término de la tierra de Canaán«. Dt 2:12: «Y en Seir habitaron antes los Horeos, a los cuales echaron los hijos de Esaú; y los destruyeron de delante de sí, y moraron en lugar de ellos; como hizo Israel en la tierra de su posesión que les dio Jehová«. Dt 4:38: «Para echar de delante de ti gentes grandes y más fuertes que tú, y para introducirte, y darte su tierra por heredad, como hoy«.

3) El Pentateuco se refiere a Moisés en tercera persona. No suele aparecer hablando en primera persona, excepto –obviamente- en la trascripción de sus discursos: Éxodo 11, 3: «También Moisés era muy gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y á los ojos del pueblo«. «Y el Señor dijo a Moisés…» (Nu. 2:1, 5:1, 31:1). «Y ésta es la bendición con la cual bendijo Moisés, varón de Dios, a los hijos de Israel, antes que muriese» (Dt. 33:1). «todas las cosas que Jehová había mandado a Moisés» (Éxodo 39:42, 40:27, 29, 32).

4) Dt. 34, 5-6: «Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y enterrólo en el valle, en tierra de Moab, enfrente de Bethpeor; y ninguno sabe su sepulcro hasta hoy«.

Este texto no solo no pudo escribirlo Moisés sino que incluye un “hasta hoy” que transmite la idea de que ya ha pasado mucho tiempo desde su muerte. Ha pasado tanto tiempo, que cuando Dt. 34: 5-6 se escribe ya nadie sabía siquiera la localización de algo tan importante para su historia como el lugar de su tumba.

5) Incluso alguien tan conservador y a favor de la autoría mosaica del Pentateuco como Richard McDonald, del Seminario Teológico Bautista del Sur, admite que “las Escrituras incluyen indicaciones de adiciones y actualizaciones autorizadas divinamente. Por ejemplo, Proverbios 25:1 cuenta que los hombres del rey Ezequías agregaron dichos de Salomón a Proverbios [3]”. ¡Podríamos haber empezado por aquí y hubiéramos zanjado el asunto!

El relato de La Creación

Otro aspecto muy importante, y poco mencionado, es el asombroso encaje del relato de la Creación de Génesis 1 y 2 como revelación y respuesta a la crisis de identidad de Israel durante y tras el exilio en Babilonia. Cada detalle es un golpe demoledor a las cosmogonías que dominaron la antigüedad como Egipto y sobre todo Babilonia. Dios responde a su pueblo dando su propia revelación para liberarles de las cosmovisiones de las superpotencias que marcaban el destino de los humanos y su servidumbre a los reyes paganos. Todo encaja y resulta maravillosamente liberador si nos situamos en la opresión de Babilonia que tanto marcó a Israel (Ver http://delirante.org/?p=181 para un análisis más detallado de La Creación como relato anti-babilónico).

Por otro lado, siendo el relato de Adán y Eva un elemento central para la fe fijémonos en que no hay ni una sola mención a la primera pareja, ni al plan original de Dios, ni al pecado de Adán fuera del relato de la Creación. Nada. Este “olvido” total resulta demasiado raro en un Pentateuco dominado por relatos y explicaciones acerca de la limpieza del pecado y la voluntad originaria de Dios… pero es como si Adán y Eva no hubieran existido jamás. Silencio absoluto. Pero… ¿Cómo ignorar algo tan revelador como el propósito divino con los primeros humanos? Más aún cuando el mismo Moisés (según los defensores de la autoría plena mosaica) había escrito el relato de Adán y Eva. Pero… ¿¡Cómo llenar el Pentateuco de rituales limpiadores y al mismo tiempo olvidar por completo el origen del pecado y otros elementos identitarios del relato de la creación de Génesis 1 y 2!? La respuesta a esta extrañeza es que (tal y como corroboran otros datos) el relato de La Creación debió ser posterior a Moisés, una narración escrita durante y/o tras el exilio de Babilonia, cercana al término de edición del Pentateuco. De hecho, no es solo el resto del Pentateuco. Tampoco se menciona la historia de Adán y Eva en ninguna otra parte del Antiguo Testamento ni tampoco en la literatura extra bíblica judía hasta aproximadamente el siglo II a. C [4].

Y si leen artículos como el antes mencionado (http://delirante.org/?p=181), comprobarán que La Creación es un relato extraordinariamente inspirado para aquel contexto de adiestramiento en la cosmogonía babilonia ¡Gloria a Dios por su liberadora y transgresora revelación!

Si pensamos que Moisés escribió los relatos de la creación nos preguntamos además por qué redactó dos diferentes y con algunas discrepancias entre sí (desde el literalismo). Pero La Biblia nunca dice que fuera Moisés el autor de estos capítulos. Lo que sí vemos es una gran y coherente obra en la provisión divina a su pueblo si aceptamos que los relatos de la creación son posteriores a Moisés. Así todo encaja, nos asombra y nos lleva a rendirnos ante un Dios liberador que habla a sus hijos desde sus problemas y necesidades sentidas, desde su contexto. Esto hace mucho más creíble y fascinante a La Biblia que pensar Moisés escribe el relato de La Creación para luego olvidarse totalmente de él en el resto de las explicaciones del Pentateuco acerca del pecado o la identidad del ser humano.

¿Josué escribió la muerte de Moisés?

Lo que vemos en Deuteronomio es una narración propia de historias ya finalizadas. Los argumentos para una interpretación de varios autores y editores inspirados encajan con el sentido común y el pensar hebreo. La armonía de La Biblia se sostiene ante las evidencias de la pluriautoría del Pentateuco. Las Escrituras están llenas de argumentaciones y expresiones lógicas tipo: “¿Acaso no entendisteis…?”, “por tanto…”, “así que…”, “¿No visteis que…”, “porque…” “escudriñar…”, “¿No pensarán que estáis locos…?”, “sed sabios”, etc. Son apelaciones a la lógica para poder entender, analizar y creer en la Biblia como verdad de Dios. Somos llamados a la fe, pero no a barrer debajo de la alfombra el sentido común que Dios nos ha dado.

El problema es que un día a alguien se le ocurrió afirmar que todo el Pentateuco es obra única de Moisés y que creerlo así es parte esencial de la fe cristiana. Y que afirmar lo contrario hace a La Biblia (¡Y a Jesús!) mentir ¡Uf! ¿No es demasiado atrevido poner así la fe de tantos pequeños en jaque? Nosotros creemos que sí.

Pero no solo eso. La total autoría de Moisés del Pentateuco no ayuda a ver La Biblia como algo realmente coherente. Más bien al contrario, dando como triste resultado a millares de personas sacudidas en su fe o a otras que no se interesan por el cristianismo cuando se les presentan estas teorías tan inestables como la única opción de verdad indiscutible revelada por Dios. Nuestra respuesta no puede ser el dogmatismo sino un diálogo abierto y responsable.

El Pentateuco es la historia de un pueblo exiliado de Egipto buscando su propósito en tierra extraña. Son libros que proporcionaron identidad y consuelo a los cautivos de Babilonia que probablemente cerraron la edición final del Pentateuco (Ver video “EXILIO” abajo). Y no solo no pasa nada por ello, sino que decimos: ¡A Dios sea la gloria por una provisión tan contextualizada y pertinente mediante Las Escrituras!

Paralelamente, estos libros son actuales porque de algún modo también son nuestra historia, no solo la de Israel. Nos muestran nuestra torpeza y esclavitud, nuestra salida del Edén caído, de Egipto y Babilonia tratando de encontrar el camino a nuestro verdadero hogar, a la Tierra prometida que Cristo nos señala como el sentido pleno de la vida. En el Pentateuco comienza nuestro peregrinaje a la nueva Jerusalén siendo el punto de partida de todas las historias. El Pentateuco es también la historia del tosco caminar desde La Ley hasta la sublime Gracia que un día rescató a un pecador ciego y perdido como yo. De todo esto y de mucho más nos habla ese Pentateuco de Moisés y otros siervos de Dios que nos revelan un Dios que nos dirige de vuelta a casa. Y su Palabra es verdad.

Lo que sí vemos en el Pentateuco

Lo que vemos en Deuteronomio es una narración propia de historias ya finalizadas. Los argumentos para una interpretación de varios autores y editores inspirados encajan con el sentido común y el pensar hebreo. La armonía de La Biblia se sostiene ante las evidencias de la pluriautoría del Pentateuco. Las Escrituras están llenas de argumentaciones y expresiones lógicas tipo: “¿Acaso no entendisteis…?”, “por tanto…”, “así que…”, “¿No visteis que…”, “porque…” “escudriñar…”, “¿No pensarán que estáis locos…?”, “sed sabios”, etc. Son apelaciones a la lógica para poder entender, analizar y creer en la Biblia como verdad de Dios. Somos llamados a la fe, pero no a barrer debajo de la alfombra el sentido común que Dios nos ha dado.

El problema es que un día a alguien se le ocurrió afirmar que todo el Pentateuco es obra única de Moisés y que creerlo así es parte esencial de la fe cristiana. Y que afirmar lo contrario hace a La Biblia (¡Y a Jesús!) mentir ¡Uf! ¿No es demasiado atrevido poner así la fe de tantos pequeños en jaque? Nosotros creemos que sí.

Pero no solo eso. La total autoría de Moisés del Pentateuco no ayuda a ver La Biblia como algo realmente coherente. Más bien al contrario, dando como triste resultado a millares de personas sacudidas en su fe o a otras que no se interesan por el cristianismo cuando se les presentan estas teorías tan inestables como la única opción de verdad indiscutible revelada por Dios. Nuestra respuesta no puede ser el dogmatismo sino un diálogo abierto y responsable.

El Pentateuco es la historia de un pueblo exiliado de Egipto buscando su propósito en tierra extraña. Son libros que proporcionaron identidad y consuelo a los cautivos de Babilonia que probablemente cerraron la edición final del Pentateuco (Ver video “EXILIO” abajo). Y no solo no pasa nada por ello, sino que decimos: ¡A Dios sea la gloria por una provisión tan contextualizada y pertinente mediante Las Escrituras!

Paralelamente, estos libros son actuales porque de algún modo también son nuestra historia, no solo la de Israel. Nos muestran nuestra torpeza y esclavitud, nuestra salida del Edén caído, de Egipto y Babilonia tratando de encontrar el camino a nuestro verdadero hogar, a la Tierra prometida que Cristo nos señala como el sentido pleno de la vida. En el Pentateuco comienza nuestro peregrinaje a la nueva Jerusalén siendo el punto de partida de todas las historias. El Pentateuco es también la historia del tosco caminar desde La Ley hasta la sublime Gracia que un día rescató a un pecador ciego y perdido como yo. De todo esto y de mucho más nos habla ese Pentateuco de Moisés y otros siervos de Dios que nos revelan un Dios que nos dirige de vuelta a casa. Y su Palabra es verdad.

Delirante.org

[1] https://www.gotquestions.org/Espanol/hipotesis-documentaria.html

[2] Obras completas de San Jerónimo, BAC, Madrid. En inglés: The Principle Works of Jerome (Nicene and Post Nicene Fathers of the Church, vol. 6; trans. W. H. Fremantle; Edinburgh: T&T Clark, 1989), 337-38

[3] Richad McDonald, ¿Quién escribió el obituario de Moisés en Deuteronomio 34?, coalicionporelevangelio.org, 10 julio 2019 

[4] Daniel C. Harlow, Después de Adán: Leer el Génesis después de la era evolutiva. Revista Aletheia, 2012, p. 21

¿Es bíblico el Infierno?

¿Es el infierno bíblico una tortura consciente sin fin?

Para una mayoría de cristianos el Infierno es un lugar de llamas y tormento consciente sin fin. Pero, ¿Fue ésta la interpretación de La Biblia dominante entre los primeros cristianos? ¿Qué argumentos ofrecen quienes creen que La Biblia no sostiene esta idea del Infierno?

ÍNDICE:

1. Argumentos bíblicos comunes de quienes cuestionan el Infierno clásico

Exposición de los mejores argumentos de dos posturas bíblicas alternativas al infierno literal:

POSTURA 1: Universalismo

POSTURA 2: Aniquilacionismo

2. Reflexiones finales para la Iglesia

Durante el sermón en una iglesia conservadora de Madrid, el predicador señaló –para sorpresa de muchos- que el concepto del Infierno como tortura consciente sin fin “no fue predominante durante los dos primeros siglos del cristianismo. Había como seis escuelas y solo una de ellas asumía esta idea [1]”. Lo cierto es que durante los primeros siglos, teólogos de influencia como Orígenes, Clemente de Alejandría, Dídimo el Ciego, Gregorio de Nisa (editor final del Credo Niceno), Evagrio Póntico, Diodoro o Teodoro de Mopsuestia, entre otros, sostuvieron interpretaciones del Infierno diferentes a la de un castigo sin fin.

Al comienzo de la Iglesia convivían quienes creían en el Infierno clásico y quienes no. Sería en el Concilio de Constantinopla (año 543) donde se afirmaría oficialmente que los sufrimientos del infierno eran eternos. Más tarde, en el Concilio de Letrán (1125), el Infierno se constituiría como dogma que incluía duras penas contra quienes lo negasen. Se trata de eventos claves porque las discrepancias teológicas ya no fueron toleradas aunque el cuestionamiento del Infierno tradicional a la luz de Las Escrituras nunca desapareció del todo. Seguiría poniéndose en entre dicho por Valdenses (s. XII), Anabaptistas, Hermanos moravos, Cristadelfianos o Socinianos, entre otros.

Fuera de Occidente, menos Infierno

El dogma del Infierno no ha cuajado con tanta solidez entre los cristianos orientales. Esto se explica en parte porque la consolidación del Infierno como dogma en Occidente fue después de su escisión con la iglesia oriental ortodoxa. Andréy Kórdochkin, párroco de la Iglesia Ortodoxa rusa de Madrid, asume que “el Infierno no es un lugar en conformidad con la doctrina patrística [2]«.

Pero ¿No habla La Biblia claramente del Infierno como un castigo en llamas eterno y sin fin? ¿Qué interpretación bíblica proponen estos creyentes?

Las alternativas más comunes al Infierno clásico son dos: 1) El aniquilacionismo que afirma que los malos son eliminados y dejan de existir tras el juicio final. Y 2) El universalismo que aboga por la salvación final de todos los humanos tras un juicio con final restaurativo.

Estas dos posturas comparten algunos argumentos que pretenden ser bíblicos y que veremos a continuación. Buscando un mayor rigor los expondremos tal y como ellos mismos podrían hacerlo procurando conocerlos correctamente antes de juzgar y retener lo bueno (1ª Tesalonicenses 5, 21). Al final de esta serie concluiremos con algunas reflexiones en cuanto al lugar de estas creencias en la Iglesia actual.

Comencemos con los argumentos contrarios al Infierno clásico:

La palabra “infierno” no existe en La Biblia

La palabra “infierno” no existe en el texto bíblico original. El término es “Gehena”, procedente del hebreo gueh hinnóm y que deriva del “valle de Hinón” situado a las afueras de Jerusalén. En tiempos de Jesús este Gehena era el lugar donde se quemaba la basura que en el Antiguo Testamento llegó a albergar sacrificios humanos.

Sería la versión de La Biblia más influyente de la historia, La Vulgata (siglo IV) quien sustituiría por primera vez el término Gehena por “Infierno”. Así que cuando los primeros oyentes escuchaban a Jesús hablar del Gehena lo que visualizaban era un lugar terrenal y conocido. Se hacía difícil, por tanto, relacionar un basurero con un castigo perpetuo ya que todo lo que se arrojaba al Gehena se consumía al poco de ser echado.

El término traducido como “eterno” (aionios) no implica un tiempo sin fin

El significado de las palabras cambia en cada tiempo y lugar. Además de esto, quienes traducen saben que es difícil verter términos con las mismas acepciones, polisemias, etc. que el original. No digamos ya desde textos con miles de años.

La confusión del lector actual puede darse con el término “aionios” (plural derivado de aion) cuando es traducido como «eternidad» o “eterno” en nuestras Biblias. Pero en griego no alude necesariamente a un tiempo sin fin y posee varios significadosLiteralmente significa “que dura un siglo […] Este término destaca el hecho de que algo es continuo y no está sujeto a cambios repentinos. En los antiguos papiros griegos hay numerosas referencias a que el emperador romano era  aiônios [3]”.

Efesios 1, 21 dice: “No sólo en esta edad (aión), sino también en la por venir”. En el 2, 7: “Para mostrar en los tiempos (aionios) venideros las abundantes riquezas de su gracia”. Fijémonos en que es imposible traducir aion/aionion por “eternidad” en ambos ejemplos.

Aionios connota “importancia perpetua” de lo adjetivado más que de su duración. Un fuego o castigo “aionios” reafirma la atemporalidad del valor moral de la acción ejecutada, no tanto lo que ésta dura. Algo aonios es a menudo algo “de Dios”, algo sin riesgo de ser alterado.

En Judas 7 se habla del “castigo del fuego eterno” sobre Sodoma y Gomorra. Pero… ¿Dónde está ahora ese fuego “eterno”? ¡Se apagó hace siglos! Aquel castigo fue un juicio eternamente inapelable, incuestionable en cualquier época ya que provenía de Dios. Pero el fuego duró un rato ¿Se capta la idea?

Lo que permanece por siempre es la validez de aquel juicio, no la duración del instrumento usado. Al menos no necesariamente.

Igual ocurre con eterno (olam) del Antiguo Testamento

Olam es traducido como “eternidad” en nuestro Antiguo Testamento. El término también posee varias acepciones y no tiene un equivalente exacto en nuestro idioma. Olam se relaciona con el verbo alam que significa ocultar y hace referencia a aquello que está más allá de nuestro entendimiento. La concordancia Strong define olam como algo “propiamente escondido, generalmente tiempo fuera de la mente”.

En Génesis 17 Dios calificó la circuncisión como “un pacto eterno”, un pacto que para los cristianos ya terminó. Muchas ordenanzas traducidas como «eternas» (ôlâm) solo duraron un tiempo limitado (Ex. 27, 21; 28, 43) porque no se definía su duración sino su validez indiscutible.

El fuego que nunca se apaga y el gusano que nunca muere como típica hipérbole hebrea

El fuego eterno como hipérbole alejada de cualquier pretensión literal es típico de la retórica hebrea. En Levítico 6, 13 el fuego del sacrificio «se mantendrá encendido continuamente en el altar; nunca se apagará«. Pero aquel fuego se apagaba y hoy está definitivamente apagado. Jeremías 17, 27 exhorta a Judá diciendo: “yo haré descender fuego en sus puertas, y consumirá los palacios de Jerusalén y no se apagará”. Aquel fuego hiperbólico está hoy apagado.

En Isaías encontramos la figura retórica con la que Jesús conecta cuando se refiere al “gusano que nunca muere y al fuego que nunca se apaga”. Isaías advierte a Israel de que “cuando salgan del Templo podrán contemplar los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí, pues su gusano no muere y su fuego no se extingue” (Isaías 66, 11 y 24). Fijémonos en que el gusano “inmortal” y el fuego eterno constituyen un lenguaje figurado que ilustra un juicio divino temporal y limitado.  No se relaciona con personas torturadas eternamente sino con cadáveres insensibles a la vista de quienes siguen vivos en esta tierra. Se trata de una visión que “resulta espantosa a los vivientes” (Is. 66, 24). A la luz de La Biblia, la desgracia de estos rebeldes fallecidos fue su exterminio en esta tierra, no que pasaran a una terrible tortura sin fin.

Jesús recurrirá a estas metáforas hebreas (Mateo 13, 41-42) como la del Salmo 112, 10 que describe al malo que “se enfada, rechina sus dientes y se consume”.  Como explica Juan Stam: “el sheol era el concepto hebreo de la tierra de sombras de los que ya no vivían físicamente. Era un concepto muy poco definido, aunque no era lugar de castigo […] Mucho del lenguaje descriptivo del infierno tiene que ser figurado. Lo del gusano que no muere, no es para sacar una doctrina de la inmortalidad de los gusanos. Fuego y tinieblas son símbolos contradictorios, si se toman al pie de la letra, pero el ardor del fuego y el temor de la oscuridad son simbolismos [4]”.

Del mismo modo, en ocasiones nosotros también usamos hiperbólicamente estos conceptos en frases como “ese trámite dura una eternidad” o “aquel pueblo es un Infierno”. ¿Qué pensarían de estas expresiones cristianos literalistas de dentro de 2000 años si La Biblia se hubiera escrito en nuestra cultura?

El poder de la metáfora

El cristianismo actual ha ido desarrollado una mentalidad más literalista que las de las culturas bíblicas. La pedagogía basada en epopeyas, parábolas y la profundidad del lenguaje simbólico ha ido perdiendo peso en Occidente. Por diferentes razones de tipo histórico entre muchos cristianos actuales persiste la errada idea de que el lenguaje alegórico es menos verdad que el literal. Pero basta ver a Jesús usando parábolas para transmitir con la mayor de las fuerzas La Palabra de Dios.

Como el erudito William V. Crockett comenta: “en la antigüedad, los maestros usaban frecuentemente expresiones simbólicas para subrayar sus puntos (hipérbole rabínica). Para ser un discípulo, debes «odiar» a tu padre y a tu madre (Lucas 14:26), «arrancar» un ojo cuando miras lo que no debes (Mateo 5:29), o dejar que los muertos «entierren a sus muertos» (Lucas 9:60). Este lenguaje colorista fue entendido por todos como una hipérbole, una retórica que destaca la tremenda importancia de lo narrado. Lo mismo ocurre con las imágenes del infierno [5]

El Gehena: ¿Incluía un anuncio del juicio sobre Israel?

Apenas 40 años después de las palabras de Jesús acerca del Gehena toda la identidad judía sería arrasada por fuego y gusanos (Lucas 21, 5-9). En el documental acerca del Infierno titulado Hellbound (2012) varios teólogos explican cómo la destrucción de Jerusalén del año 70 supuso el fin del universo judío tal y como ellos lo conocían. Fue el fin de una cosmovisión centrada en el sacerdocio, el sacrificio, el Templo, la ciudad santa, etc. El auditorio de Jesús sabía que en el Antiguo Testamento el Gehena a menudo se refería a ejércitos invasores que arrasarían Jerusalén (Jer. 7, 32). Y eso fue lo que pasó en el año 70. ¿Serían las referencias al Gehena una profecía acerca de esta destrucción?

¿Y qué de Mateo 25, 46: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”?

Muchos creyentes en el Infierno argumentan: “Pero ¿No dice Mateo 25, 46 que tanto la vida como el castigo son eternos (aionios)? Entonces, si decimos no hay un castigo eterno con el sentido de “duración sin fin” ¿No hay tampoco una vida eterna “sin fin” para el justo?”.

Respuesta:

Para comenzar, fijémonos en que el texto completo dice que quienes alimentan a un hambriento o visitan un enfermo “irán a la vida eterna” (Mateo 25, 42-26). Sin embargo, los creyentes en el Infierno no suelen pensar que estas palabras sean literales ya que creen que por hacer estas obras no se irán a la vida eterna ¡También deberían creer en Jesús como su salvador!, un añadido que el texto no dice en ningún momento. Así que: 1) Los defensores del Infierno son los primeros que creen que el relato es hiperbólico y no debe tomarse al pie de la letra.

Del mismo modo, las cabras y las ovejas del relato (Mt. 25, 32-33) son una metáfora evidente de dos tipos de personas. Esto lo creemos todos, al mismo tiempo que también vemos en los versículos anteriores a Mt. 25, 41 se habla del “fuego que no se apaga” preparado “para el diablo y sus ángeles” Pero: ¿Se quemarán seres espirituales con fuego literal? ¿No es otra evidencia de más simbolismo?

El texto está lleno de retórica y debemos ser cautos a la hora de exigir literalismo solamente a las palabras del relato que nos interesan y desde la traducción a nuestro idioma. Hay que analizar qué dice el texto y qué no dice. Y lo que sí dice es que las acciones justas e injustas tienen repercusiones en la era venidera y que éstas llevan el sello inapelable del juicio de Dios (hasta aquí todos los cristianos de acuerdo). Pero otra cosa es afirmar que ambas “eras venideras” (otro significado de aionios) deben durar lo mismo: para siempre. Pero esto no lo dice el texto.

Es un error pensar que si el castigo no es eterno entonces la vida del justo tampoco debe ser eterna. Creemos que la vida de los justos sí es eterna porque Las Escrituras la describen con una calidad y plenitud sin igual, sin muerte. Esto se observa sin ni siquiera utilizar el término aionios que más bien se centra en la calidad de esa vida que Dios da y que ya empieza en esta tierra (Juan 17, 3).

La eternidad de la vida del justo sí la vemos revelada en 1ª Corintios 15 o en el “ya no habrá muerte, ni más llanto” (Ap. 21, 4), entre otros textos que definen esta vida como algo maravilloso. Como dice Proverbios 10, 25: “el malo no permanece; mas el justo permanece para siempre”. Pero el castigo del malo es una situación absolutamente diferente. Aunque el destino del justo y del injusto son actos de validez eterna ejecutados por Dios (significado básico de aionios) no tiene sentido pensar que el castigo del malo debe ser de la misma calidad y/o duración que la vida del justo.

¿Y cuánto dura entonces el castigo y cuánto la vida del justo de Mateo 25, 46? Pues Jesús no lo dice y no parece que pretenda dar respuesta a este asunto desde el punto de vista cuantitativo. Pero sí sabemos que aquí el destino de las cabras bajo castigo “eterno” (vs. 41) es la misma expresión de Judas 7 para el fuego que destruyó Sodoma ¡Y que ya se apagó! cuyo énfasis era moral y cualitativo, no de duración. La vida plena y sin dolor era el plan original de Dios. No el castigo. Ambos destinos no tienen por qué durar lo mismo. De hecho Las Escrituras apuntan a que uno dura por siempre y otro no.

Por último, observemos que en la mayoría de las traducciones de La Biblia solamente aparece una vez la expresión “castigo eterno” y es aquí, en Mateo 25, 46. La palabra vertida como “castigo” es kolasis, (derivada de kolazo [6]), un término de jardinería referido a la poda. Así que lo que leemos aquí es un “aion de kolazo” que literalmente puede traducirse como «un período de poda” ¿Y qué se pretende en la poda? ¿Hacer sufrir para siempre al ser podado? Para los aniquilacionistas este tiempo de poda equivale a ser eliminados tras ser juzgados. Para los universalistas será un periodo que corregirá al árbol durante un tiempo para finalmente hacerlo florecer. En cualquier caso, ningún jardinero poda una planta para provocarle terribles sufrimientos sin fin. De nuevo el griego original desbarata cualquier idea de Infierno literal percibida en nuestros idiomas y por el peso de la tradición medieval.

Ni rastro del Infierno en las cartas a los gentiles

No obstante,  si Jesús hubiera querido revelar la existencia del Infierno como un lugar literal en el más allá ¿Por qué se refirió a un valle conocido en lugar de explicarlo claramente? ¿Por qué no le dio un nombre propio? Lo cierto es que todas las alusiones de Jesús al Gehena son siempre dirigidas a religiosos judíos. Como observa Julie Ferwerda: “Jesús nunca les habló a las multitudes acerca del “infierno,” ni siquiera por una sola vez como nosotros creemos hoy, únicamente les hablaba en privado y en muy reducidos contextos a sus discípulos o a los fariseos (gente religiosa) a lo mucho en tres o cuatro ocasiones [7]”.

Este carácter local del Gehena explicaría por qué este lugar ya no se menciona fuera del contexto hebreo de los evangelios. Fijémonos en que cuando surge la necesidad de escribir libros fuera de Judea los autores saben que el lenguaje simbólico hebreo debe limitarse drásticamente y entonces… ¡Las advertencias sobre el Gehena desaparecen! (a excepción de la simbólica apocalíptica judía que veremos más adelante).

Pero si algo tan terrorífico como el Infierno existe: ¿No deberían ser advertidos los gentiles desde las cartas fundacionales del cristianismo? ¡Sin duda! Pero fuera de Jesús el Gehena solo vuelve a mencionarse una vez y lo hace Santiago (3, 6) para referirse al poder destructor de la lengua ¡Otra vez un uso metafórico! Luego está el Tártaro, que aparece una vez en La Biblia y que es un término de la mitología griega que Pedro usa para ilustrar el encarcelamiento previo al juicio de “los ángeles que pecaron”, pero no de las personas (2ª Pe. 2, 4). Como vemos, los autores bíblicos no consideraron ningún Infierno del que avisar a los no judíos.

Aquellos predicadores actuales que definen como “evangelio light” aquel que omite el Infierno también deberían calificar como light los más de 20 sermones de Hechos o todas las cartas de Pablo.

La historia del rico y Lázaro (Lucas 16, 19-31)

Una errada interpretación de la parábola del rico y Lázaro ha sido clave para el dogma del Infierno a pesar de que en esta historia ni se menciona el Cielo ni el Infierno. Los dos lugares que aparecen son “el seno de Abraham” (el nombre ya evidencia su simbolismo) y el Hades, lugar al que van los muertos en la cultura grecorromana. Así que desde el literalismo ni Abraham ni Lázaro podrían haber estado en El Cielo ya que “nadie ha subido al cielo, excepto el que bajó de allí, es decir, el Hijo del hombre” (Juan 3, 13).

Curiosamente, desde el literalismo esta historia revelaría la existencia de conversaciones entre los habitantes de ambos lugares, algo que pocos cristianos tradicionales creen que ocurra realmente. Luego está la súplica del rico para que Lázaro ponga el dedo húmedo en su lengua. El lenguaje hiperbólico es de nuevo evidente pues nadie se sentirá aliviado de semejante tormento calcinador porque simplemente le pongan un dedo húmedo en la lengua. Se trata de una historia llena de llamativos y evidentes simbolismos extremos. El pastor conservador y profesor de exégesis del Seminario Teológico Fuller, George E. Ladd, afirma que esta historia del rico y Lázaro es, probablemente “una parábola de uso corriente en el pensamiento judío y no pretende enseñar nada sobre el estado de los muertos [8]”.

En el Israel del siglo I circulaban relatos similares al del rico y Lázaro acerca del destino futuro de ricos y pobres. Jesús lanza un mensaje que conecta con estas historias populares como las del rico publicano Bar Ma´yan y un pobre escriba. En esa historia fijada en el Talmud judío, un amigo del pobre vio en sueños a aquellos muertos en el más allá separados por un río de agua. Allí vio al pobre disfrutando “en jardines de belleza paradisíaca…Y vio también a Bar Maján, el publicano que estaba a la orilla de un río y quería alcanzar el agua y no podía [9]”.

Es muy probable que Jesús quisiera conectar con la famosa historia del pobre y Bar Maján cambiando el nombre de sus personajes para producir un mayor impacto y comprensión. La apelación a narraciones ya conocidas para transmitir el evangelio no es algo extraño en La Biblia. Es una pedagogía similar a la de Pablo cuando en Atenas citó a poetas griegos como Filóstrato o Pausanias (Hechos 17) para conectar con sus oyentes. ¿Y acaso estaba Pablo menos inspirado por el Espíritu Santo por citar a poetas paganos griegos? ¿Lo estaba Jesús al conectar con historias e imágenes conocidas de su tiempo? No. Tanto Jesús como Pablo fueron guiados por Dios en esta metodología. Y si con esta historia Jesús pretendía revelar una realidad tras la muerte tan detallada e inexistente en el Antiguo Testamento… ¿Por qué los religiosos que constantemente tratan de “pillar” a Jesús no le acusaron de introducir nuevas doctrinas?

La historia se incluye dentro de una agrupación temática con las demás parábolas de los capítulos 15 y 16 en las que Jesús sacude a los religiosos que rechazan a marginados como pobres o mujeres. Decir que esta historia no puede ser una parábola porque usa nombres propios es desconocer la cultura hebrea del primer siglo ¡Claro que se usan nombres en parábolas! Tampoco se dice que el rico esté allí por rechazar a Jesús, que es la razón por la que los cristianos dicen que se va al Infierno. Creo que está totalmente fuera de contexto pensar que esta historia pretendía enseñarnos a elegir a Jesús para no ir al Infierno

En cualquier caso, ninguna parábola debe fundamentar ninguna doctrina acerca de lo que ocurrirá tras la muerte. La enseñanza clave de las parábolas no está en su literalidad sino en el mensaje oculto tras los elementos culturales de su tiempo, ya sean semillas, ganado o populares relatos de ricos y pobres. Y aquí las alusiones a Moisés y los profetas presentan a Cristo como un nuevo Camino que incluye a los pobres y enfermos despreciados por aquellos religiosos que creían tener el monopolio de la interpretación bíblica.

Apocalipsis

Si la historia del rico y Lázaro fuese una revelación del más allá nos encontraríamos con numerosos problemas teológicos a la luz de otros pasajes del Nuevo Testamento. En la parábola el rico está atormentado en una llama en el Hades (vs. 23-24). Pero en Apocalipsis 20, 14 el lago de fuego es un lugar diferente al Hades: “la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego”.

Como vemos, desde el literalismo la cosa se complica ante esta existencia de dos lugares diferentes de llamas ¿Y qué del tercer lugar definido como “la Muerte”? ¿Es la muerte algo que se arroja y que se quema literalmente en un lago? En Apocalipsis el Hades ardiente del rico no es algo eterno sino un lugar que será destruido. Así que Apocalipsis muestra que el Hades tiene sus días contados. Además ¿Cómo un lago de fuego literal quemará un Hades de fuego literal? Ese lago que lo destruye todo más bien parece el anuncio del final de todo mal y la inauguración de una era en la que ya no habrá llanto ni sufrimiento (Ap. 21, 4) en ningún  lugar del Universo. Esa es la esperanza final de Apocalipsis.

La apocalíptica usa imágenes extremadamente alegóricas, las mayorías discutidas e interpretadas de maneras muy diferentes a lo largo del cristianismo. Apocalipsis está lleno de simbología judía y grecorromana que incluye bestias cornudas y de varias cabezas, numerologías encriptadas, copas cósmicas, prostitutas extra terráqueas y sí… también un lago de fuego que solo aparece descrito como tal en este libro.

Pero ¿Sería ésta la manera definitiva de asegurarnos que el Infierno es literal? ¿O más bien deja claro que es un símbolo?

El fuego en La Escritura es un símbolo abierto. A menudo de depuración, del fin del mal y de la eliminación de lo inmundo. En el Antiguo Testamento Dios se presenta a sí mismo como fuego purificador: “Y la luz de Israel será por fuego, y su Santo por llama, que abrase y consuma en un día sus cardos y sus espinos” (Is. 10, 17). Dios purifica abrasando, pero él no es literalmente una llama.

En Apocalipsis el tormento con fuego y azufre “pasa” justo “delante de los santos ángeles y del Cordero” (14, 9-11) a modo de una metáfora en las alturas mientras en otros lugares se sitúa en lo más profundo del abismo (Ro. 10, 7) o en los hoyos oscuros del Tártaro (2ª Pedro 2:4).

Estos tormentos recaen en los vivos y no aparece una humanidad “no creyente” en masa sufriendo por siempre. En Apocalipsis solamente vemos al diablo “arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap. 20, 10). La imagen no evoca un lugar con miles de millones condenados humanos. No. La palabra para “atormentados” es basanizo, que también significa “encarcelar” y que conecta con el libro de Judas: “Y a los ángeles que no guardaron su estado original […] los ha guardado bajo oscuridad en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 1, 6). En estos texto no es la tortura sino las prisiones las que son “eternas” (aionios) como un designio inapelable de Dios. Pero no son prisiones que “durarán para siempre” sino lugares de tránsito de las huestes del mal en espera del juicio final.

Apocalipsis finalmente contiene un mensaje de esperanza para la humanidad. Pero si existiese un Infierno… ¿Cómo podríamos estar de fiesta en un Cielo en el que “ya no habrá más dolor” (Ap. 21, 4) sabiendo que mi amada hija está desgarrándose por siempre en el Infierno? Ambos escenarios no parecen compatibles, pero “el que estaba sentado en el trono anunció: Voy a hacer nuevas todas las cosas. Y añadió: — Palabras verdaderas y dignas de crédito son estas. ¡Escríbelas!” (Apocalipsis 21, 5).

Hasta aquí hemos expuesto algunos argumentos bíblicos comunes a quienes no creen en el Infierno clásico. A continuación veremos argumentos concretos de cada una de estas dos posturas por separado. Comenzamos por el universalismo.

POSTURA 1: ¿Qué es el universalismo bíblico?

Comencemos:

El término universalismo suena rotundamente herético para el cristiano común. Las crecientes “conversiones” de influyentes cristianos tradicionales al universalismo han llamado la atención incluso desde el ámbito secular, especialmente en los EE.UU.

En 2011, la revista TIME se hizo eco de la polémica levantada por el conocido pastor Rob Bell con su libro “Love Wins” titulando en su portada “¿Y si no hay Infierno?”. En 2018, Netflix lanza “Come Sunday”, una película basada en hechos reales que narra la lucha del predicador Carlton Pearson cuando llega a la conclusión de que La Biblia enseña la salvación final de todas las personas.

¿Y qué cree exactamente un universalista cristiano? Nosotros hablaremos del perfil que cree en la inspiración de La Biblia y que no relativizan las consecuencias del pecado. Estos universalistas suelen comenzar aclarando que ellos tampoco afirman que todas las religiones llevan a Dios sino que Jesús es El Camino y que la salvación se produce mediante la cruz de Cristo.

El universalismo no es una corriente esnobista o un producto de la teología liberal tal y como muchos piensan. Como ya vimos en el anterior artículo, el universalismo estuvo muy extendido entre los primeros cristianos hasta la imposición del Infierno como dogma indiscutible. Julie Ferwerda cuenta que “de las 6 escuelas teológicas en los días de Tertuliano (desde los años 170 a los 430 después de Cristo), la única escuela que enseñó la doctrina del tormento eterno o el infierno a sus estudiantes era la escuela latina (romana) en Cartago, África. Cuatro de las otras cinco enseñaron que, a través de la muerte y resurrección de Cristo, toda la gente sería salvada a través del juicio restaurativo y la reconciliación por medio de su diseñado plan [10].

Por uno todos pecan, por uno todos se salvan

¿Y qué apoyo bíblico presentan? Los universalistas se sustentan en textos como Romanos 5, 18: “Por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno (Jesús) vino a todos los hombres la justificación de vida”. Fijémonos en que Pablo establece una correlación causal entre el legado de Adán y Jesús en la que “todos” solo puede significar “todos”, no unos pocos, muchos o algunos.

Esta idea es repetida en 1ª Corintios 15, 22-23 con mayor claridad aún: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden…”.

Propósito de Dios: restaurar todas las cosas

Los malos serán ajusticiados… sí. Pero Jesús cuenta una historia en la que matiza que no lo serán eternamente sino solamente hasta que paguen su deuda (Mateo 18, 34): “De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último céntimo” (Mateo 5, 26). Pagarán “HASTA QUE…” un matiz que lo cambia todo.

En Las Escrituras abundan los textos en los que Dios restaurará mediante un fuego purificador. Esto otorga significado pleno al concepto de Gracia, pues “cuando el pecado sobreabundó, sobreabundó la gracia” (Ro. 5, 20), ya que “el día del Señor pondrá de manifiesto el valor de lo que cada uno haya hecho, pues ese día vendrá con fuego, y el fuego pondrá a prueba la consistencia de lo que cada uno haya hecho. Aquel cuyo edificio, levantado sobre el cimiento, se mantenga firme, será premiado;  aquel cuyo edificio no resista al fuego, será castigado. A pesar de lo cual, él se salvará, si bien como el que a duras penas escapa de un incendio”  (1 Corintios 3, 13-15).

El académico John G. Stackhouse Jr. dice que “el infierno se representa como un fuego. El fuego en La Biblia realiza dos funciones útiles y relacionadas. La primera es probar o juzgar la naturaleza esencial de algo destruyendo todo lo que carece de valor, tal y cómo el fuego quema las cáscaras para exponer las semillas, si las hay. O destruyendo la escoria para exponer metales preciosos, cuando los hay. La segunda función, estrechamente relacionada, es purificar el estado de esa cosa cuando no hay en ella nada de valor permanente. Y en tercer lugar: el infierno se representa como un basurero [11]”.

Del mismo modo, en el Gehena no son las personas las quemadas por siempre sino su basura. El propósito del juicio es una purificación mediante fuego (Malaquías 3, 2-4), nunca la tortura infinita.

Este cuadro final va en línea con 1ª Timoteo 4, 10: “Por esto trabajamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen”. Otras traducciones vierten “especialmente” en lugar de “mayormente”. Este sentido de “especial” (mayormente) radica en la diferencia entre vivir una vida con propósito y otra que no lo hace. Pero en todos los textos anteriores queda claro que, aunque sea a duras penas, cada persona será salvada tras y un juicio y el posible cumplimiento de condena.

¿Sería justo que Hitler fuera al Cielo?

Un argumento típico contra el universalismo es lo escandalosamente injusto que sería que alguien como Hitler fuese finalmente al Cielo. Para muchos cristianos el Infierno tiene sentido por personas como él, un planteamiento muy comprensible, pero… ¿No sería igualmente escandaloso que Hitler fuera al Cielo porque se arrepintió de sus pecados en sus últimos 10 segundos de vida? (quizás ha ocurrido) Y respecto a quienes afirman que “todos merecemos el Infierno”… ¿Cuál es entonces el problema con que otros sean salvados inmerecidamente a su debido tiempo? ¿No será que a quienes les chirría el universalismo en el fondo se perciben más dignos que los otros? Los universalistas perciben que el problema de fondo es que muchos cristianos ya no se sentirían tan especiales y exclusivos. No obstante, si este universalismo es cierto, Hitler va a dar cuentas a Dios. No se va a ir de rositas. Aunque el cómo o el cuánto queda en manos de Dios.

Pero desear que el Infierno torture a otros por siempre es desear lo contrario de nuestro Dios quien quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad […], el cual se dio a sí mismo en rescate por Todos” (1ª Ti. 2, 4-6). “Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. (2ª P. 3, 9). Y lo que Dios quiere lo consigue.

Y ya que estamos con el problema del mal y el nazismo… ¿Define la justicia perfecta de Dios que los muertos en Auschwitz pasen de las torturas nazis a las del Infierno porque no creyeron en Jesús como su Mesías? ¿Llegarán al Infierno tras el sufrimiento de Auschwitz y dirán: “¡Esto es lo que yo merezco! ¡Dios ha hecho justicia!”? ¿Fuimos salvados sin merecerlo pero millones serán condenados por un “Dios que no hace acepción de personas” (Hch. 10, 34; Ro. 2, 11)?

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Jesús en Juan 6, 44) puede parecer una declaración injusta si pensamos que Dios atrae solo a unos pocos mientras que condena por siempre a otros muchos. Pero estas palabras son solo el comienzo de las Buenas Noticias, pues unos capítulos más adelante dice: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12, 32). Este es el cuadro completo.

Siguiendo con el argumento de que gente como Hitler no debe ir al Cielo, recordemos que Pablo, perseguidor y torturador de cristianos, se vio a sí mismo como el Hitler de su tiempo; «el peor de los pecadores» (1 Ti. 12-16). En Pablo vemos cómo el peor criminal recibe el perdón divino sin buscarlo intencionalmente. Esta es la gracia que escandalizó a los religiosos y que acabará por persuadirnos en este mundo o en el venidero. “Él nos ha dado a conocer su plan secreto: Los designios que en su bondad había decidido realizar por medio de Cristo, llevando la historia a su punto culminante y haciendo que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, recuperen en Cristo su unidad” (Efesios 1, 9-10).

Pero los creyentes en el Infierno afirman que este deseo de Dios no se cumplirá de ningún modo. Aseguran que el fin de la historia será la condenación de millones de humanos en torturas eternas. Pero ¿Es esta la anunciada victoria final de Cristo? ¿No parece más bien la del enemigo? Dios no se glorifica en lo que él insiste que no desea y el Infierno no es el plan de Dios sino aquello que vino a deshacer. Como dice William Barclay, el único triunfo final es un universo amado por Dios y enamorado de Dios ¡Aleluya!

¿Tenemos un libre albedrío absoluto?

La teología del Infierno afirma que aquellos que rechazan a Dios serán eternamente castigados porque libremente decidieron rechazar a Dios. Pero Jesús no dijo de quienes lo ejecutaban: “Estos viles asesinos serán castigados por siempre porque eligieron matar al hijo de Dios”. No. Él dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34). Perdónalos a todos ellos. Luego en 1ª Juan 4, 19 se dice que “nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Así que aunque todos poseemos cierta libertad de actuación, vemos que el libre albedrío absoluto no es enseñado como tal en La Biblia.

Millones de personas viven circunstancias muy diferentes. Abundan las malas experiencias e imágenes distorsionadas del cristianismo, comenzando por la distorsión que los propios cristianos hacemos desde nuestras incoherencias. Muchos pecadores no arrepentidos no nacieron en el hogar o país adecuado. Millones no tuvieron la oportunidad de encontrarse con la gente correcta ni recibieron en esta vida el don del arrepentimiento que solo el Espíritu Santo otorga.

¿Gracia y arrepentimiento tras la muerte física?

Sin embargo, la persuasión del Espíritu continuará yendo más allá de esta vida si es necesario. Jesús prometió que el Espíritu Santo “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 18, 8). Y así lo hará ¿Y por qué la gracia habría de ser injusta si se produce después de la muerte? ¿Dónde dice la Biblia que solo durante esta vida tenemos la oportunidad de arrepentirnos? En ningún sitio. Y como dijo el salmista: “Sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí. Alto es, no lo puedo comprender  ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?  Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás” (Salmo 139, 5-7).

Algunos responden a esto con Hebreos 9, 27 que dice que “está establecido que todos muramos y que después el juicio”. Bien. Pero el texto no dice nada acerca de tener una sola oportunidad de ser salvados en esta tierra. En cualquier juicio el juez puede ordenar una condena o un trabajo de reinserción como paso previo a la libertad final. De hecho, ningún sistema penal condena con torturas infinitas. “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios” (1 Pedro 4, 6. Ver también 1ª P. 3, 18-19). Muertos predicados para que vivan. Han leído bien.

Dios no nos va a forzar a creer como algunos dicen. El asunto no funciona así. Él va a persuadirnos hasta que la venda caiga de nuestros ojos. Es como alguien tan trastornado que va a prenderse fuego a sí mismo y tú le impides que lo haga. No infieres en su libertad. Al contrario, su libertad es más real cuando le ayudas a ver las cosas de otro modo rescatándolo de su falta de juicio y de su esclavitud a las circunstancias que le atormentan. Y al final esta persona es liberada y decide vivir. Así funciona Dios. Y cuando le veamos cara a cara, sin espejos ni suciedad, nadie optará por rechazarlo.

La justicia de Dios

En La Biblia la justicia a menudo se relaciona con la misericordia más que con la retribución del derecho romano que heredamos. Lo observamos en los Salmos. En el 7, 17 David dice: “Alabaré a Jehová conforme a su justicia”. Si aquí justicia equivaliese a “dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece” (Justicia según el Diccionario de la RAE) David no hubiera podido decir esto porque como adúltero, asesino y ladrón de esposas él debería haber muerto según La Ley ¡Se le acumularon motivos legales de sobra para ser ejecutado! Así que David no alaba a Dios por una justicia como la del Infierno sino por una justicia de gracia y restauración. Lo mismo en el Salmo 51, 14 “Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia”. De nuevo el canto de David a la justicia es un canto al perdón inmerecido. Así que debemos tener cuidado cuando leemos “justicia” en nuestro idioma y decimos cosas como: “pero el Dios de La Biblia también es justicia…”. Sí ¿Pero qué tipo de justicia? La de Dios a menudo equivale a misericordia con quien legalmente no le corresponde. Y ahí entramos todos.

 En cualquier caso, toda retribución bíblica de justicia siempre va a quedar lejos del concepto de tortura sin fin que propone el Infierno. Esto no se concibe ni para las destrucciones del Antiguo Testamento que solo duran un tiempo limitado. Todas las justicias de La Biblia son ajenas al concepto de tortura infinita.

Proporcionalidad

En esta línea, otro argumento que en ocasiones se esgrime contra el universalismo es que “como Dios es Santo e infinito cualquier ofensa contra él (cualquier pecado) merece un castigo infinito”.  Pero este extraño planteamiento no solo no está en La Biblia sino que la contradice. En primer lugar, cualquier pecado contra otro es siempre un pecado contra Dios (Hechos 5, 4). Y son Las Escrituras quienes siempre defienden el principio de proporcionalidad en los castigos (véase La ley del Talión de Levítico, por ejemplo). Jesús dijo que con “del mismo modo que juzguéis a los demás, os juzgará Dios a vosotros, y os medirá con la misma medida con que midáis a los demás” (Mt. 7, 2). Todo juicio bíblico es proporcional, algo imposible de vislumbrar en la doctrina del Infierno.

Finalmente, la justicia bíblica busca arreglar las cosas. La amenaza del castigo posee un propósito preventivo y disuasorio. El “ojo por ojo” del antiguo Israel apenas se aplicaba y fue un triunfo como mecanismo para proteger a los oprimidos. Los castigos de Dios a Israel eran retributivos pero su fin siempre apuntaba a su restauración y salvación final. Y es que el propósito de Dios es  “reconciliar todas las cosas consigo mismo, habiendo hecho la paz por medio de su sangre en la cruz”. Colosenses 1, 20.

Y si afirmamos que Jesús pagó la deuda que a mí me tocaba pagar y se supone que yo debo pagar con el Infierno… ¿Cómo es que Jesús no fue eternamente al Infierno sino que “simplemente” murió en mi lugar?  ¡Y resucitó al tercer día!  Como vemos, la idea de la necesaria justicia del Infierno eterno no encaja con la expiación sustitutoria en la que Jesús pagó aquello que todos deberíamos pagar.

Toda rodilla se doblará

Cristo fue exaltadopara que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra” (Filipenses 2: 9-10). El tono de este texto no parece apuntar a que un día todos serán forzados a decir: “¡Oh no! ¡Mis rodillas se doblan solas sin yo quererlo! Y mi lengua comienza a proclamar que Jesús es el Señor ¡Pero no quiero! No. Filipenses apunta a que todos se prostrarán confesándole auténticamente como su Señor. Y La Biblia dice que todos los que confiesen que Jesús es el Señor serán salvos” (Romanos 10, 9) ¡Y poco después que “toda lengua confesará a Dios”! (Ro. 14, 11) Ahí está otra vez el cuadro completo, sin trocear. Todos los salvados confesarán que Jesús es el Señor, en esta vida o en la venidera.

Por otro lado, resulta paradójico que tantos cristianos tengan problemas morales con la salvación universal a la vez que creen que un día “todo Israel será salvo” (Ro. 11, 27) porque ellos nacieron dentro de este grupo étnico. En todo caso, según Las Escrituras esta salvación total de Israel ocurrirá después de “que el conjunto de las naciones en pleno se convierta” (Ro. 11, 25). De nuevo el cuadro bíblico completo.

¿Para qué evangelizar entonces?

Pero si al final todos se salvarán ¿Para qué evangelizar? -dicen muchos cristianos- La respuesta a esta cuestión debe empezar aclarando que este universalismo no presenta una visión “bonita” del más allá para todos sino que ésta incluye un juicio justo del que advertir. Los autores bíblicos usaron imágenes como gusano, llamas, oscuridad, abismo, etc. que siguen ilustrándonos las consecuencias del pecado en esta vida y en la venidera. Así que ¡Cómo no anunciar que Jesús es el Camino!

Algunos también dicen que el universalismo apaga la pasión evangelística, pero ¿Y qué de los millones de cristianos que sí creen el Infierno y apenas evangelizan? ¡No es el caso de muchos de nosotros! pues en realidad el universalismo abre las puertas a la predicación con gozo porque se libera de la imagen de un Dios perennemente torturador que ahuyenta a cualquier buscador sincero del Dios verdadero. Pensemos en la madre que perdió a su querida hija no cristiana de 19 años. Para ella el Infierno es un mensaje de terror enloquecedor que le quita toda esperanza para su hija y convierte su vida en la peor de las angustias. Para ella el evangelio del Infierno no son buenas noticias sino el fin de toda esperanza. Decirle a esta mujer que solo piense en su salvación no le será de consuelo a alguien que ama. Y tampoco suena demasiado cristiano.

Lo más grave de aquellos que dicen “¿Para qué predicar entonces?” es que menosprecian toda obra transformadora de Dios en esta tierra ¡Y eso sí es fuerte! ¿Qué hay en el interior de quien cree que una vida transformada por Dios no es motivación suficiente para proclamar a Jesús? Pero el anuncio genuino del evangelio lo impulsa un gozo liberador que comienza aquí y ahora, pues “antes éramos sus enemigos, pero ahora, por medio de Cristo, hemos llegado a ser sus amigos, y nos ha encargado que anunciemos a todo el mundo esta buena noticia: Por medio de Cristo, Dios perdona los pecados y hace las paces con todos” (2ª Co. 5, 18-19 TLA). El amor –y no el temor- nos llama a anunciar Su Reino que se ha acercado, que es de lo que más habló Jesús.

Su Reino se ha acercado para transformar las vidas en la tierra al mismo tiempo que se ha complacido en recompensarnos por nuestras buenas obras. También por comenzar a sembrar en ese futuro es por lo que los universalistas predican aunque finalmente el Dios vivo se levantará como “el salvador de todos los hombres” (1ª Ti. 4, 10), aunque sea “salvando a algunos a duras penas” mediante fuego (1ª Co. 3, 15). Como dice La Escritura, “si cuando todavía éramos sus enemigos, Dios hizo las paces con nosotros por medio de la muerte de su Hijo, con mayor razón nos salvará ahora que su Hijo vive” (Romanos 5, 10 TLA).

Israel y la restauración final de todas las naciones

Si Dios nos llama a perdonar a nuestros enemigos ¿Él actuará de manera distinta con ellos? ¿Acaso Dios no se reconciliaba con Israel a pesar de sus continuas transgresiones? Los creyentes en el Infierno citan el fuego sobre Sodoma y Gomorra (Judas 7; Mt. 10, 15) como el paradigma de aquello que les sucederá a los pueblos que rechazan a Dios. Sin embargo, el cuadro completo de La Biblia muestra que los pecados de Israel fueron “mayores que los de su hermana Sodoma” (Ez. 16, 47-51) y que, sin embargo, a pesar de los numerosos juicios de Dios sobre su pueblo, finalmente “todo Israel será salvo” (Ro. 11, 26).

El juicio en La Biblia suele integrar un proceso de reconducción y salvación. Y aquí lo sorprendente para muchos es que no solo habrá una salvación final para Israel. Sodoma, Gomorra, Samaria… ¡Serán finalmente restauradas! “Tu hermana Sodoma y sus ciudades volverán a su situación anterior; tu hermana Samaría y sus ciudades volverán a su situación anterior” (Ezequiel 16, 53-55, 61-63).

Como Robin Parry dice: “En este punto vale la pena echar un vistazo a las profecías de Jeremías contra las naciones. Están llenos de fatalidad, pero encontramos que los vaticinios contra Egipto, Moab, Ammón y Elam terminan, inexplicablemente, con una promesa de restauración (Jer. 46:26; 48:47; 49: 6; 49:39). Este lenguaje de juicio puede parecer definitivo: «Moab será destruido como nación… Sin embargo, restauraré el devenir de Moab en los días venideros” (48:42, 47); «Voy a destrozar a Elam… hasta que haya terminado con ellos … Sin embargo, restauraré el destino de Elam en los postreros días” (49:37, 39). La retórica profética de la ira puede hacernos pensar que estas naciones han llegado al final de su camino. Pero no vayamos tan rápido. Recordemos la promesa que dice que Dios va a restaurar incluso a Sodoma, el modelo de pecadores destruidos por fuego divino (Ezequiel 16: 53). Lo mismo con la profecía de Isaías sobre Egipto: «El Señor irá imponiendo a Egipto castigos saludables, que le harán volver al Señor que los escuchará y los sanará» (Isa. 19:22) [12]”. Y lo mismo ocurre con Asiria: “los bendecirá así el Señor del universo: “Bendito sea Egipto, mi pueblo; y Asiria, obra de mis manos” (Isaías 19, 23-24) ¡El Dios del universo un día hará de todas las naciones (equivalente a “toda la humanidad”) Su pueblo!

Como Romanos 11, 31-32 dice “así también éstos (los judíos) ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros (los no judíos), ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos”.

Esta misma idea la vemos en Apocalipsis cuando dice que “todas las naciones cayeron borrachas en el pecado de Babilonia” (Ap. 14, 8). Pero unos versos después los ángeles declaran maravillados que “todas las naciones vendrán y te adorarán” (Ap. 15, 4), pues “las naciones andarán a su luz, y los reyes de la tierra traerán a ella su gloria [13]” (Ap. 21, 24) Es la misma profecía universalista que hemos visto en el Antiguo Testamento ¡Qué maravillosa visión del árbol de la vida cuyas hojas son «para la sanación de las naciones» (22, 2)! En esta ciudad “no entrará quien hace abominación, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida” (Ap. 22, 5), pues después de juicio de arrepentimiento finalmente todos entraran por “sus puertas que nunca serán cerradas” (Ap. 21, 25). 

La historia culminará como Dios quiere

En la Ley del jubileo (Levítico 25) todas las deudas eran canceladas, los esclavos liberados y los deudores perdonados cada 50 años. Este acto representaba la gracia real global que adelantaba Génesis 12 cuando Dios hizo un pacto con Abraham prometiendo que de su linaje “todas las familias de la tierra serían bendecidas”. Otra vez ese “todas”, una maravillosa promesa cuyo cumplimiento cuesta imaginar con la historia culminando en millones de familias ardiendo por siempre.

La alegría de Dios como Padre es culminar su plan final de bendecir a todas sus criaturas. Como dice Julie Ferwerda: “Hay un detalle importante de la parábola del hijo pródigo. Antes de que el hijo pudiera articular algún gesto o palabra de remordimiento…  “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15, 20) ¿Qué es lo que esta parábola nos revela acerca del corazón de Dios hacia sus niños, aún para los rebeldes, ingratos e incrédulos, aquellos completamente perdidos, quienes están también  muertos  para él  en el momento? […] ¿Está limitado solo a esta vida o la promesa continúa aún después de esta, siempre que sea necesario? [14]. Lo que aquí vemos es que Dios nos buscará a todos hasta el final sin contar qué méritos hagamos, para que nadie se vanaglorie (Ef. 2, 8-9).

Julie observa cómo la historia del hijo pródigo es la tercera de un grupo de parábolas en las que algo de gran valor se ha perdido: una oveja, una moneda o una persona. Todas son incapaces de rescatarse a sí mismas desde sus circunstancias. Pero Jesús entra en escena. El buen pastor no se queda mirando a ver qué hacen las ovejas “en su libertad” cuando sus criaturas van al precipicio. No. Él va a por la oveja pedida y la trae en sus hombros. La historia no acaba hasta que todas son parte del redil en un relato que habla de cada uno de nosotros, pues “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de Todos nosotros” (Is. 53, 6).

El miedo y la amenaza pueden funcionar como motivadores a corto plazo. Pero no trae el gozo del Señor que es lo que nos fortalece (Neh. 8, 10). El verdadero poder transformador del evangelio no procede del espanto sino del amor. Cuando nos encontramos con Dios en su abrazo incondicional de hijo pródigo “es la bondad de Dios lo que nos lleva al cambio” (Ro. 2, 4) pues “el que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.  (1ª Juan 4, 8; 18-19).

¿Consideraríamos este universalismo dominante entre los primeros cristianos como una herejía si nos lo hubieran explicado con estos argumentos bíblicos al momento de convertirnos? No creo.

Por argumentos como éstos los universalistas están convencidos de que su perspectiva es la que mejor armoniza los textos bíblicos y los problemas bíblicos y morales que el Infierno plantea. Para ellos la cruz de Cristo queda en el lugar más alto posible y se vuelve a la interpretación dominante de la Iglesia primitiva.

POSTURA 2: ¿Qué es el Aniquilacionismo?

A continuación veremos argumentos concretos del aniquilacionismo que afirma que, según La Biblia, los malos desaparecerán para siempre tras su correspondiente juicio y retribución después de la muerte. De nuevo trataremos de exponerlos tal y como ellos mismos pudieran hacerlo y concluiremos con unas reflexiones personales acerca de estas interpretaciones alternativas y su lugar en la Iglesia.

Algunos creyentes tradicionales definen el aniquilacionismo como una visión lightbuenista, y por tanto falsa de Dios. Pero los aniquilacioncitas dicen: ¿Acaso no es suficientemente espantoso ser juzgado y castigado para finalmente desaparecer? ¿Qué tiene esto de suave? Obviamente, si lo comparamos con la tortura infinita del Infierno cualquier justicia parece suave. Sin embargo, ya vimos cómo en el Antiguo Testamento la aniquilación no se consideraba algo suave sino un final realmente terrible. Los cadáveres de los enemigos de Dios son descritos sin ninguna alusión a torturas sin fin sino como una imagen que “resulta espantosa a los vivientes” (Is. 66, 24). Como vemos, La Biblia se refiere a la aniquilación como algo terrible, no tan dulce.

El reconocido teólogo conservador John Stott dijo del Infierno: «Encuentro el concepto intolerable y no entiendo cómo las personas pueden vivir con él sin cauterizar sus sentimientos o agrietarse bajo la tensión« [15]. Stott, quien empatizaba con el aniquilacionismo, cuenta cómo el reputado biblista F. F. Bruce le confesó por carta que “la aniquilación es sin duda una interpretación aceptable de los pasajes relevantes del Nuevo Testamento[16]. 2ª de Tesalonicenses 1, 9 (por ejemplo) dice que “estos sufrirán el castigo de eterna destrucción”, siendo la destrucción la que es eterna, no el sufrimiento.

La Biblia habla de un juicio de salvación por gracia y de recompensas por obras para los rescatados por Cristo (2ª Co. 5, 10. He. 9, 27). También del juicio y aniquilación para el injusto, dos aspectos que no son excluyentes sino que van de la mano. No obstante, hay otros aniquilacionistas que creen que el juicio y pago equivale a la destrucción del alma cuando la persona muere. Pero a estos no nos referiremos en esta serie. La evidencia bíblica apunta a que habrá algún tipo castigo limitado para los malos, pero en ningún caso será eterno según el sentido que hoy nosotros le damos al término (El análisis del vocablo aionios (=eterno) y qué se entiende por algo “eterno” en La Biblia lo vimos al comienzo).

La Biblia no es clara en cómo serán todos estos procesos y resulta pretencioso tratar de encajar cada detalle de lo que ocurrirá tras la muerte. Eso es ir más allá de la luz bíblica. No sabemos cómo será exactamente el tribunal de Cristo, ni sus tiempos ni el proceso. Pero sí sabemos que Dios hará lo que es justo.

El Antiguo Testamento es aniquilacionista

En el Antiguo Testamento los muertos iban al sheol, que como Juan Stam explica: “el sheol era el concepto hebreo de la tierra de sombras de los que ya no vivían físicamente. Era un concepto muy poco definido, aunque no era lugar de castigo [17]”. A pesar de esa indefinición, la mayoría de los textos referidos a los injustos son naturalmente aniquilacionistas.

Ejemplos:

Job 20 dice que los malos desaparecerán para siempre. En Salmos 21, 9 ó 37, 20-22 que desaparecerán; serán destruidos. Isaías 1, 18: “los pecadores serán destruidos, desaparecerán los que abandonan al Señor” y el 5, 24 que su fin será desvanecerse como el polvo. Hay docenas de alusiones al final de los malos en el Antiguo Testamento y en ninguna de ellas se intuye idea alguna de tormento eterno. La crudeza del juicio de Dios recae en que el malo es aniquilado, exterminado, eliminado, se desvanece… (Salmos 37, 9 y 22). Sofonías 1, 18 describe en términos aniquilacionistas el “día de la ira del Señor. En el fuego de su celo será toda la tierra consumida; en un instante reducirá a la nada a todos los habitantes de la tierra”. El dejar esta vida por causa del pecado es la tragedia.

Los gusanos y fuegos bíblicos consumen un cadáver hasta que no queda nada. John G. Stackhouse nota que “Ese tipo de fuego también elimina: El resultado final del pecado es la muerte (Ro. 6:23) […] Así que todo lo que no puede durar para siempre se convierte en cenizas y desaparece, ya no contamina, ni ofende, ni hiere [18]”.

Pero si -tal y como argumentan los creyentes en el Infierno- el énfasis de estos textos es lo horrible que resulta la muerte únicamente desde la perspectiva terrenal ¿Por qué en Las Escrituras nunca se menciona que después de “desaparecer” hay un tormento sin fin si ése es en realidad el verdadero drama que espera a los malos? Comenzando por Adán y Eva, a quienes no se les avisó del supuesto y espeluznante Infierno sino que “simplemente” se les dijo que si pecan morirán. Y esta es la tónica de las advertencias divinas del resto del Antiguo Testamento. Como ya se dijo, no parece que los escritores bíblicos imaginaran algo más horroroso que dejar de existir. Y el Infierno es exponencialmente más espantoso que esto. Si el tormento sin fin fuese real y, por tanto, algo urgente de lo que advertir: ¿Por qué Dios lo ocultaba? Desde el literalismo: ¿No sería incluso engañoso afirmar continuamente que a los malos solo les espera el desvanecimiento, desaparición, etc.?

vídeo del pastor Daniel Bosqued a favor del aniquilacionismo bíblico:

Periodo intertestamentario

La aniquilación del malo se mantuvo en gran parte del judaísmo del periodo intertestamentario. En este tiempo hay libros muy apreciados por los primeros cristianos como Enoc, citado dos veces en el Nuevo Testamento [19] y que dice: “el pecador perecerá en la tiniebla por la eternidad y no existirá desde ese día hasta la eternidad” (1ª Enoc 92, 5; siglo II a. C.). Durante este periodo hubo rabinos que incluso especulaban con que “el castigo de los impíos duraría solo un año antes de que fueran aniquilados. Y algunos de los más malvados seguirían siendo castigados por algún tiempo [20]”.

El Nuevo Testamento

Los cristianos creemos que en el Nuevo Testamento se produce una mayor revelación de la perspectiva eterna. Y lo que seguimos viendo es que el fin para los malos continúa siendo su destrucción o desaparición.

Ejemplos:

En Lucas 13, 4 los malos “perecerán”. Jesús se presenta como “el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Pues el que coma de este pan vivirá para siempre” (Juan 7, 50-51) y en el 11, 26 quien “cree en mí, no morirá”. Jesús no vino a salvarnos de un terrible castigo consciente sin fin sino de la muerte eterna, que no es poco. Otros textos como Romanos 6, 23; 2ª Ts. 1, 9; Judas 7 ó 2 Pedro 3, 7-12 son evidencias aniquilacioncitas si no forzamos su sentido natural. Pero es necesario sacudirse el “chip” mental sembrado por el dogma del tormento sin fin, algo que –por cierto- vino muy bien a la economía de la jerarquía oficial durante siglos.

Pero es Jesús quien apunta a que el castigo de los impíos será el fin de la vida y no una existencia de sufrimiento continuo cuando dice que «no teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Más bien, tenga miedo de Aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno [lit. Gehena, término que ya analizamos en el primer artículo]” (Mateo 10, 28). Fijémonos en que Jesús habla de destruir el cuerpo y el alma de los malos ¡No solo el cuerpo! Todo el ser.

Cuando el platonismo empapó la Iglesia

Ya vimos que en los años más cercanos a los autores bíblicos una gran parte de cristianos no creían en el castigo sin fin que hoy domina el cristianismo occidental. El problema llegó cuando todos estos textos comenzaron a leerse bajo el influyente platonismo que decía que el alma humana debía ser necesariamente inmortal. Y como La Biblia dice que los justos vivirán para siempre… pues ya lo tenemos: se hizo necesario un lugar también eterno para el alma de los malos. Y desde esta presunción filosófica “del ser que nunca desaparece” se arraigó la necesidad de un castigo sin fin para los injustos.

Las imágenes grecorromanas de un tormento eterno del Inframundo salpicarían al judaísmo y al cristianismo ya desde el periodo intertestamentario. Pero sería sobre todo desde el pensamiento escolástico, especialmente con Tomás de Aquino, cuando se asumiría que toda alma es inmortal y que debe sobrevivir por siempre a la muerte del cuerpo. Pero esto es filosofía antigua, no la revelación bíblica que hemos visto y que nos muestra a un Dios más compasivo que el de estas terribles torturas eternas destinadas a millones de individuos. “Solo durante un momento dura su ira, pero su favor dura toda la vida” (Salmos 30, 5).

En síntesis, estos serían algunos argumentos que podría exponer un cristiano aniquilacionista típico.

Hasta aquí he tratado de relatar con la mayor empatía y rigor posible algunos de los argumentos bíblicos de quienes cuestionan el Infierno clásico.

Una reflexión final

Mi reflexión acerca de cómo abordar estas diferentes interpretaciones bíblicas sobre el fin de los malos es la siguiente:

La Iglesia está inmersa en la era de la información. Hoy la mayoría de los cristianos no vivimos bajo un poder religioso que nos aísla o censura cualquier cuestionamiento teológico contrario al que puedan enseñarnos en nuestra iglesia. Toda postura teológica puede ser contrastada y ponderada con rigor por cualquier creyente de a pie. Gracias a los descubrimientos arqueológicos también poseemos un mayor conocimiento de las culturas y lenguas bíblicas que hace unos siglos. Y esto es algo muy bueno porque tenemos más parámetros de juicio para una correcta interpretación bíblica que en épocas pasadas dominadas por las jerarquías.

Sin embargo, este acceso global al conocimiento incomoda a muchos cristianos que perciben que el debate y la discrepancia teológica son cada vez mayores dentro de las iglesias. Y seguramente esto sea así. Pero ¿Cómo afrontamos esta revolución?

En primer lugar, debemos dejar de confundir unidad con uniformidad. Por alguna razón (o por muchas), a los cristianos nos cuesta horrores convivir con el misterio y la incertidumbre que forman parte de la vida que Dios creó. Hay Iglesias en las que dan respuestas seguras para todo. Pero esto es imposible y  no es sano. Una encuesta de Barna Group reveló cómo la mayoría de los cristianos (59%) desconecta de la Iglesia después de cumplir los 15 años. Uno de los seis motivos principales para esta sangría de abandonos era que “La iglesia resulta hostil para los que dudan[21]. El dato supone una tragedia que requiere actuar con urgencia y de la que Dios nos pedirá responsabilidades. No respetamos La Biblia ni al hermano cuando sentamos cátedra en asuntos en los que Las Escrituras no son suficientemente claras. Debemos reflexionar al respecto, comenzando por leer a Habacuc y cómo Dios respeta su duda. La lección del libro recae en que Habacuc duda y vive lleno de incertidumbres teológicas… pero abrazado con Dios. Eso es la fe.

Obviamente, esto hay que hacerlo con sabiduría. No se trata de caer en el relativismo, ni de quitar importancia a la doctrina. No. Todo lo que se ha expuesto en esta serie parte es doctrina porque desde la doctrina se define la fe. En esta exposición nos hemos asomado a diferentes intentos de viajes profundos al corazón de las Escrituras. Que estemos de acuerdo con ellos es ya otra cosa. Pero todos estos enfoques acerca del fin de los malos se han realizado desde la honestidad y buscando el rigor del contexto bíblico más allá de tradiciones y devenires históricos impositivos. Y sería muy enriquecedor discutirlos desde La Biblia como punto de partida, que es lo que se ha pretendido con esta exposición.

Debería ser una obviedad, pero debemos tomar conciencia de que todos somos meros intérpretes falibles de La Biblia. Todos muy condicionados por épocas, tradiciones, concilios, cultura, recursos, experiencias personales o colectivas… Negar esta realidad y afirmar que el resto de las 33.000 denominaciones cristianas están equivocadas y que solo los míos enseñan la “sana doctrina” resulta demasiado pretencioso. Es un endiosamiento de mi limitada capacidad interpretativa. Por reverencia a Las Santas Escrituras ninguno debemos tener “más alto concepto de sí que el que debe tener (Ro 12, 3).

Y mientras tratamos de profundizar en Las Escrituras es un alivio saber que Jesús no dijera que sus seguidores serán reconocidos por su monolítica precisión doctrinal escatológica sino que “todos conocerán que sois mis discípulos si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13, 35). El Camino es difícil pero las líneas elementales están bien marcadas. Asfixiar la conciencia del otro para esquivar el esfuerzo de la convivencia en la discrepancia es el camino fácil de las sectas y de algunos cristianos que llegan al poder político. Pero el evangelio de Jesucristo es otra cosa.

A lo largo de la historia el llamado a preservar “la fe una vez dada a los santos” (Judas 1, 3) ha derivado con demasiada frecuencia en opresión ¡Cuantos versículos a favor de la “sana doctrina” se han esgrimido para espiritualizar lo que es mero odio y vanagloria personal! ¿Hay algo más repetido en la historia del mal cristianismo que esto? Cuidado hermanos.

La lección que aprendemos de La Biblia y de la historia humana es que necesitamos mucha sabiduría y humildad para gestionar donde colocar las líneas rojas. En muchas circunstancias será bueno que en las iglesias podamos responder cosas como: “existen varias posturas cristianas respecto a tu pregunta… que son ésta, aquella y la otra…todas ellas con cierto peso bíblico. Examínalas con cuidado, ora y reten lo bueno. No todos llegaremos a la misma conclusión en este punto pero nos escucharemos buscando edificarnos mediante La Palabra. Hasta que le veamos cara a cara”. El capítulo 13 de 1ª de Corintios no se escribió para bodas sino para gestionar esta convivencia en la disidencia.

En la iglesia primitiva unos hermanos pensaban que había Infierno y otros que no. Pero juntos daban gloria a Dios ¿Es esto posible hoy? Cada corriente aquí analizada interpreta los textos bíblicos que sostienen las otras dos posturas (ya sean aniquilacionismo, universalismo o castigo perpetuo) a la luz de aquella que consideran correcta. Hemos visto cómo los términos traducidos en nuestras Biblias como “eterno” no significan exactamente lo mismo en los idiomas originales. Igual ocurre con expresiones tipo “el fuego que nunca se apaga” que a menudo se refieren a fuegos que ya se apagaron. Son evidencias bíblicas objetivos que dan para pensar y ser prudentes.

Ciertamente hay textos en nuestras traducciones que parecen afirmar que los injustos serán castigados por siempre. Pero hay otros que parecen apuntar a la destrucción total de los malos. Y otros que dan a entender que finalmente todos se arrepentirán y serán salvados. Todas estas posturas acerca del más allá asumen la existencia de un juicio perfecto que solo Dios sabe cómo será y cuánto durará. Pero no sería justo afirmar que las otras 2 posturas con las que no estamos de acuerdo no se toman en serio La Biblia.

Las dos visiones teológicas aquí presentadas como alternativa al tormento sin fin creen que La Biblia está divinamente inspirada y que Jesús es el Hijo de Dios, que Él resucitó y que nos salva por medio de la cruz. Estas dos visiones junto con la tradicional del Infierno abogan por una retribución y juicio tras la muerte de los que hay que avisar al mundo ¡Son tantas las razones para predicar la maravillosa nueva vida en Cristo que ya comienza en esta tierra!

En conclusión: No veo por qué no podríamos convivir juntos como hermanos aunque no lleguemos a la misma conclusión escatológica acerca del fin último de los malos. Y esto no es un problema sino un reto precioso para la madurez de una comunidad que ama unas Escrituras que nos recuerdan que “tres cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las tres es el amor” (1ª Co. 13, 13). La mayor es el amor, sin “peros”. No admite comparación.

Nuestras creencias acerca del fin escatológico de los malos no tienen por qué afectar a nuestra vida cotidiana como discípulos ni a la convivencia en la Iglesia. Todos somos llamados a seguir a Cristo confiados en que él hará lo que es justo mientras caminamos naturalizando la duda y la incertidumbre. Eso significa depender de Él. Si Dios quisiera habernos dado un tratado de teología sistemática, él nos lo hubiera bajado del Cielo. Seguro. Pero no lo ha hecho.

Nos ha dejado algo más creativo, dinámico y vivo: Una Biblia llena de historias, experiencias y enseñanzas que nos ofrecen las suficientes respuestas para vivir una vida plena en amor, fe y compasión. Entre estas respuestas está el llamado a “soportaos unos a otros en amor” (Col. 3, 15), algo esencial para estos tiempos de odio hacia quien no piensa como yo. Tenemos el gran reto de levantar un testimonio vivo de amor y poder en el que la convivencia con “el otro hermano” a quien consideramos débil o ignorante es también un fin (1ª Corintios 8).

Jesús es el centro de Las Escrituras. Y Él dijo que “si os mantenéis fieles a mi mensaje, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8, 31-32). Fijémonos que aquí Jesús nos enseña a vivir de un modo determinado mientras continúa diciendo: “y conoceréis la verdad”.  “Conocer” (del griego “ginosko”) no se refiere a un mero conocimiento intelectual sino a una vivencia personal profunda. Jesús nos llama a que le sigamos para que –luego- podamos conocer la verdad.

Es interesante el orden de los pasos. Si primero vivimos como él lo hizo: amando, sanando, perdonando, liberando, advirtiendo de su juicio, confrontando a los religiosos arrogantes, estando de lado del marginado…etc., será entonces cuando tengamos una experiencia de primera mano de esa verdad que liberta. Una verdad que comenzará a hacernos libres a pesar de que “ahora vemos confusamente, como por medio de un espejo. Pero entonces veremos cara a cara.” (1ª Co. 13, 12).

Delirante.org

[1] https://icono.online/2019/05/05/mas_alla/ Parte 4, 26 de mayor 2019, Infierno (AUDIO)

[2] PeriodistaDigital.com, Ortodoxos rusos: tan cerca, tan lejos, 25-08-2013 

[3] http://diccionariodelabiblia.blogspot.com/2010/06/aionios.html

[4] http://juanstam.com/dnn/Blogs/tabid/110/EntryID/353/Default.aspx

[5] William V. Crockett , Four Views on Hell, 1 edition,, Zondervan, 1997, p. 30

[6] Según el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo de Vine, Caribe, 1999, de “Castigo, Castigar” dice que “kolazo (κολάζω, 2849) denota en primer lugar cortar, podar, restringir, mutilar (de kolos); de ahí, restringir, castigar”.

[7] Julie Ferwerda. Controversia infernal: La doctrina más controversial del cristianismo bajo fuego, Vagabond Group. Edición de Kindle, 2019, p. 24

[8] O Novo Dicionário da Bíblia, São Paulo: Vida Nova, 1962, vol. 1, p. 512

[9] J. Jeremías, Parábolas de Jesús, Editorial Verbo Divino, 2000, p. 206

[10] Julie Ferwerda. Controversia infernal: La doctrina más controversial del cristianismo bajo fuego, Vagabond Group. Edición de Kindle, 2019, p. 45

[11] John G. Stackhouse Jr., Four Views on Hell (Counterpoints: Bible and Theology), Zondervan, Edición Kindle, 2016, p. 63

[12] Robin A. Parry , Four Views on Hell, 1 edition,, Zondervan, 1997, p. 114

[13] La mayoría de las versiones (NVI, Las América, Nueva Traducción Viviente, Biblia de Jerusalén, La Palabra, Dios Habla Hoy…) vierten una versión similar a la que hemos puesto de Apocalipsis 21, 24. Sin embargo, la RV60 añade un “que hubiesen sido salvas” tras “las naciones”, una frase inexistente en los manuscritos más fiables y antiguos. No obstante, la actualización Reina Valera de 1977 coloca “que hubiesen sido salvas” entre corchetes y la de 2015 ya directamente lo suprime. Como cristianos deberíamos tener más cuidado con añadidos como el de la RV60, más aún cuando es precisamente el autor de Apocalipsis quien advierte de que “si alguno añade a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro” (22, 18).

[14] Julie Ferwerda. Controversia infernal: La doctrina más controversial del cristianismo bajo fuego, Vagabond Group. Edición de Kindle, 2019, p. 9-10

[15] John Stott and David Edwards, Evangelical Essentials: A Liberal-Evangelical Dialogue, Downers Grove, IL: Intervarsity, 1989, p. 314-315

Zondervan, (2016-03-08). Four Views on Hell (Counterpoints: Bible and Theology) (Posición en Kindle259-260). Zondervan,. Edición de Kindle.

[16] John Stott, La lógica del infierno: Una breve respuesta,” Evangelical Theological Review 18 (Enero 1994): 33-34,

[17] http://juanstam.com/dnn/Blogs/tabid/110/EntryID/353/Default.aspx

[18] John G. Stackhouse Jr., Four Views on Hell (Counterpoints: Bible and Theology), Zondervan, Edición Kindle, 2016, p. 64

[19] El libro de Enoc forma parte del canon de la Biblia de la Iglesia ortodoxa etíope y ha sido encontrado en algunos de los códices de la Septuaginta (Códice Vaticano y Papiros Chester Beatty). El Nuevo Testamento cita el Libro de Enoc (1 Enoc, 1, 9 en Judas 1, 14-16) y 2ª Pedro 2, 4 lo referencia.

[20] Harry Buis, “Hell,” in The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible, ed. Merrill C. Tenney (Grand Rapids: Zondervan, 1975), 3:114-15

[21] https://www.barna.com/research/six-reasons-young-christians-leave-church/

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¿Científico vs. creyente? y Fe atea

UNA RESPUESTA AL NUEVO ATEÍSMO

¿Científico vs. creyente? y Fe atea

Este artículo es la parte 3 de 3 comentarios al llamado nuevo ateísmo, especialmente al documental The Four Horsemen [i] (Los cuatro jinetes), un diálogo entre Richard Dawkins, Daniel Dennett, Cristopher Hitchens y Sam Harris. Estos autodenominados 4 jinetes del ateísmo son los autores antirreligiosos más populares de comienzos del siglo XXI. El término «nuevo» destaca una mayor beligerancia contra las religiones respecto a ateos anteriores.

Parte I: ¿Ateísmo brillante o fundamentalista? Parte II: El supuesto peligro de la religión moderada y el mal cometido por no religiosos.

¿Contradicción entre científico y creyente?

Durante la conversación entre los cuatro antirreligiosos hay un momento en el que Sam Harris arenga a los otros ateos para que muestren la contradicción que existe entre la fe religiosa y el universo que observamos. Pero lo que Harris está aquí pidiendo que nos muestren… es algo contrario a los hechos. Lo explico:

Creyentes motivados por La Biblia deseaban examinar la creación

La evidencia de que la fe cristiana y la ciencia son más que compatibles la tenemos personificada en científicos abiertamente cristianos como Francis Bacon, Kepler, Robert Boyle, Michael Faraday o Maxwell. O en los autores de tratados de teología como Isaac Newton o Leibnitz. O en Georges Lemaître, el clérigo padre de la teoría del Big Bang que muchos ateos rechazaron de inicio precisamente por sus prejuicios antirreligiosos hacia una hipótesis que “sonaba a la creación del libro del Génesis [1]”. Se trataba de una especie de anti-Galileos del siglo XX auto revestidos de Galileos. O en el padre de los inventores, Nikola Tesla, quien dijo hacer ciencia “inspirado por el cristianismo [2]” y que desarrollaría la corriente alterna o la tecnología inalámbrica que hoy permite a los ateos criticar desde Internet la supuesta ignorancia de todos los cristianos. Porque claro, ignorantes hay en todos los lados y de todos los colores.

Algunos objetan a esto que estos científicos eran simplemente «cristianos como todo el mundo en su época«. Y bueno, el contexto religioso influye, evidentemente. Pero los escritos de estos científicos demuestran una motivación religiosa para examinar la creación muy por encima de la media social. Para ellos existía una motivación especial para conectar su fe con la creación dando lugar al desarrollo de la ciencia moderna. Es justo citar el papel del mismo relato de Génesis en la desmitificación de la naturaleza[3] o el llamamiento de Dios al ser humano para “examinadlo todo” (Génesis 1, 28), para hacer lo que hoy llamamos ciencia. La idea cristiana de un Dios racional que deriva en una naturaleza ordenada y cognoscible no era algo tan asumido por la sociedad de entonces. Cuando la imprenta y La Reforma hicieron de La Biblia un libro de dominio público, muchos creyentes fueron impulsados desde su propia lectura personal a ser pioneros de la revolución científica. Y esto es algo que recogen los escritos del mismo Newton y muchos otros. La influencia de su fe no lo explica todo, pero La Biblia en manos de la ciudadanía es parte del puzle que origina la revolución científica, especialmente en contextos protestantes. No obstante, desde la Iglesia católica también se realizaron aportes científicos clave, incluida una Edad Media que no fue tan oscura como algunos han pintado cuando se compara con otras geografías de su tiempo. En absoluto. Pero esto de las leyendas negras y blancas son ya otra historia.

¿Incompatibilidad entre científico y creyente?

Los típicos casos de supuesta incompatibilidad entre ciencia y cristianismo nunca fueron tales. Bruno, Servet, Vanini o “la representación mediática del caso Galileo como una cuestión de la ciencia contra la religión es una construcción social de finales del siglo XIX. Galileo fue víctima de una lucha de poder dentro del Vaticano, que se enfrentaba al ascenso del protestantismo. Una facción papal apoyó firmemente a Galileo; a otra no le gustaba. Al final, una de esas facciones se impuso [4]”.

«Lo de Galileo» era una cuestión de amenaza del poder e intolerancia de la época. El mismo científico fue un devoto cristiano que hizo importantes aportes teológicos, por lo que resulta absurdo colocarle como antagonista del cristianismo. Precisamente, algo que a Galileo le gustaba señalar era que los astros dicen cómo va el cielo y Las Sagradas Escrituras dicen cómo ir al Cielo.

Volviendo al documental, cabe destacar lo que Dawkins dice de los científicos cristianos: “Todos conocemos personas que son capaces de realizar la proeza de dividir su cerebro y creer una cosa el domingo y luego otra totalmente contradictoria e incompatible el resto de la semana [5]”. Resulta chocante que un científico niegue aquello que él mismo admite como un hecho. Me refiero a la existencia de grandes científicos que son religiosos. Lo que por un lado afirma que es un hecho luego lo niega en su teoría antirreligiosa de incompatibilidad entre ciencia y fe. Dawkins insiste en que debemos basarnos en los hechos. Pero aquí los niega porque no le gusta el resultado. Así que Dawkins (con el beneplácito de los otros ateos durante la charla) define como “incompatible y contradictorio” ser científico y creyente a pesar de haber comprobado con su observación que tal incompatibilidad sólo habita en sus prejuicios.

No parece una actitud coherente de científicos ¿Verdad? Es por esto que podemos entender a Peter Higgs, el descubridor del bosón, cuando considera que “ciencia y religión son compatibles […] y que no todos los creyentes son fundamentalistas”, unos hechos que según un reputado ateo como Higgs convierten a Dawkins en “fundamentalista en el extremo opuesto [6]«.

Fe, fe ciega y el dogma del reduccionismo naturalista

Este nuevo ateísmo afirma contundentemente que no existe un Dios más allá de la materia. Si Dios existe –dicen- debería ser demostrado científicamente. Y como esto no ocurre –concluyen- Dios no existe.

Pero este reduccionismo naturalista es un dogma de fe. Y contradictorio. Dawkins admite que un ateo “es alguien que CREE que no hay nada más allá del mundo natural y físico [7]”. Así que la premisa no es tan solo una creencia sino una contradicción porque no puede ser establecida por el método científico, una paradoja admitida por reputados pensadores ateos como Jacques Monod [8]. Tengamos también en cuenta que la ciencia asume la provisionalidad y la incertidumbre en sus procedimientos. Y, desde luego, afirmar que Dios no existe es usar el nombre de la ciencia en vano porque no es una declaración científica. Así que, si Dios existe, seguramente tengamos que buscarlo más allá del método científico.

La realidad es que no usamos fórmulas para considerar a Beethoven o Miguel Ángel grandes artistas, y casi todos afirmamos que lo son desde un juicio consensuado y subjetivo. No hay ecuaciones para demostrar que mi madre me ama, aunque sea aquello de lo que tenga más certeza en mi vida. Los nuevos ateos generalmente también creen en los Derechos Humanos cuando afirman que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad». Pero, ¿Pueden demostrarlo desde los axiomas que tanto defienden para atacar el cristianismo? La respuesta es que no.

Los psicólogos han constado que los argumentos freudianos que algunos utilizan para explicar la religión como algo ilusorio también pueden ser usados para explicar el ateísmo [9]. Son un boomerang dependiendo del ángulo desde el que se mire. Pero la fe cristiana es una respuesta a las evidencias, no a la ausencia de ellas. No es la fe ciega que los cuatro jinetes dibujan desde su generación subjetiva que convierte a la parodia en un todo. Y ellos tienen también mucha fe. Solo cambia el objeto de la fe, un aspecto inherente a la condición humana.

Sí debemos aplaudir a Dawkins por admitir aspectos que le hacen bacilar de su ateísmo. Reconoce que “las constantes vitales del Universo [también llamado «ajuste fino»] son demasiado buenas como para ser ciertas. Me parece que eso necesita algún tipo de explicación [10]”. Es una declaración incómoda para un documental a favor del ateísmo, por lo que de inmediato Dawkins rompe el fugaz momento incómodo y se pregunta: “Pero entonces ¿Quién creó a Dios?”. Y ahí zanja el asunto.

¿Quién creó a Dios?

Pero preguntarse: «¿En qué momento el Dios que ha existido siempre no existía y fue creado?» no tiene sentido lógico. Para Dawkins el punto de partida es su conclusión: Dios no existe. Y si suponemos como Dawkins que nuestro creador ha sido la materia, podemos devolverle la pregunta: ¿Quién o qué creó esa materia?

El influyente ateo Thomas Nagel critica, con razón, que haya ateos que traten de “explicar la existencia de Dios como una concatenación aleatoria de átomos. […] Eso no es lo que nadie entiende por Dios [11]”.

«Si demuestras la existencia de Dios creeré en Él«… ¿De veras?

El Dios cristiano no es medible por su propia definición de Dios. Y esto nos lleva a un punto importante del debate entre (algunos) ateos y creyentes: Estamos convencidos de que aunque pudiera demostrarse científicamente la existencia de Dios (como piden estos ateos), ninguno de ellos creería en él. Y decimos esto por lo que ellos mismos dicen, pues nunca identificarían un hipotético resultado tangible como la demostración del Dios todopoderoso, omnisciente, omnipresente y creador del Universo. Y en un sentido tendrían razón. Pues aunque a menudo digan lo contrario, dudo que ni siquiera estos ateos esperen que Dios pueda ser contenido en una probeta o fórmula. Sus contradicciones al referirse al tema de este modo así como sus fuertes emociones antirreligiosas convierten su tesis en un mero planteamiento circular.

En el libro El relojero ciego Dawkins dice que si una estatua le saludase con la mano sin mediar truco alguno (algo imposible), sólo diría “¡qué casualidad!” y lo consideraría como un repentino choque sincronizado de partículas subatómicas. Pero nunca un milagro. O si Dios se le apareciese hablándole -dice- pensaría que es una alucinación.

Así que, pase lo que pase, no creerán. Y menos aún satisfaciendo su demanda de un experimento que demuestre a Dios, porque dirían: “¿Cómo va a ser Dios una cosa medible? ¡Esto no puede ser Dios!». De hecho es lo que Dawkins ha manifestado en otras de sus chocante contradicciones: En la revista TIME, el biólogo admite que racionalmente no se puede descartar a Dios y que “si hay un Dios, será mucho más grande e incomprensible [12]” de lo que nadie “haya propuesto y podamos contemplar jamás” ¡Aleluya! Aquí Dawkins se convierte en un tipo de salmista que tumba de un plumazo su propio dogma de reducción naturalista ¡Dawkins se ha dado una bofetada a sí mismo! Como cristiano digo que Dawkins tiene aquí razón: Si Dios existe nunca será el de la crítica del nuevo ateísmo sino alguien más grande e incomprensible. Éste sí se parece algo más al Dios cristiano. Así que Dawkins se rebate a sí mismo -y lo hace muy bien- en TIME.

No quisiera abandonar el asombro de Dawkins ante el ajuste fino del universo (también llamado constantes vitales o universo sincronizado). Se trata de un hecho sumamente extraordinario [13]. O mejor dicho: una combinación cercana a lo imposible de millones de hechos extraordinarios a cada cual más cuasi-imposible. Anthony Flew, uno de los ateos más influyentes de finales del siglo XX, aceptó finalmente la existencia de Dios estupefacto ante el ajuste fino del universo que pide a gritos una inteligencia detrás.

El curioso caso de Hitchens y Francis Collins

En el documental sucede algo sumamente significativo. Hitchens parodia a los cristianos por su absurda forma de usar el cerebro. Nada nuevo. Se burla de Francis Collins por su conversión al cristianismo (min. 8). Curiosamente, cuatro años después de la grabación de este coloquio, Hitchens pedirá que su cáncer terminal sea tratado… ¡Por Francis Collins! [14] Existen miles de extraordinarios oncólogos y especialistas ateos en el mundo y Hitchens decide confiar su vida a un cerebro absurdo e impredecible sometido al delirio religioso (según dice Hitchens). Pero entonces, ¿Qué pasa sí durante el tratamiento Collins recibe una visión divina (alucinación para ellos) de ese Dios tiránico que le llama a hacer daño a Hitchens por ser un ateo malvado? ¿Y si la religión moderada le hubiera llevado al Dr. Collins a alguna locura contra su paciente? ¿No hubiera sido mejor pedir ayuda a cualquier ateo bien preparado? Nuestra conclusión es que Hitchens, a la hora de la verdad, sabía que la fe cristiana genuina funciona de forma muy diferente, menos dañina, de lo que él y sus colegas del nuevo ateísmo afirman una y otra vez.

Terminamos con el testimonio del Dr. Collins: “Con la mente libre de todas distracciones de lo que es realmente cierto e importante, sentí que había llegado a un punto en el que ya no había razones para oponerme. Mi anhelo era, sin duda, entregarme a esto. Ese día me hice cristiano. Hace ya treinta y un años. Me sentí asustado; temía convertirme en un ser sombrío, sin sentido del humor, y que me viera impulsado a marcharme a África o algo así. Pero no ocurrió nada de eso, sino que experimenté una gran sensación de paz y alegría por haber cruzado por fin ese puente. A diferencia de lo que había esperado, la fe no era algo en lo que sumergirse a ciegas, sino que iba de la mano con la razón [15]

Por Delirante.org

[i] The Four Horsemen, Coloquio organizado por RDFRS, grabado por Josh Timonen. 30/04/2007.Con subtítulos en español en: https://www.youtube.com/watch?v=tS_MT79m4Vw

[1] El País, Un cura dio la “más bella explicación de la Creación”, según Einstein, 30 octubre 2015

[2] El problema de aumentar la energía humana, en The Century Magazine, 1900

[3] Delirante.org, ¿Ciencia vs. fe y Biblia?

[4] El Pais, Alister McGrath, “El nuevo ateísmo está cayendo en desgracia”, 18/03/2016

[5] The Four Horsemen (Los cuatro jinetes). 1:04´:45”

[6] El Mundo. 27/12/2012. Actualizado 03/01/2013.

[7] El espejismo de Dios. Espasa Calpe, 2007, p. 23

[8] Jacques Monod. Chance and Necessity: An Essay on the Natural Philosophy of Modern Biology, Vintage Books, New York 1972, pp 160-180 [trad. Esp. Del orig. Francés: Azar y necesidad, Tusquets, Barcelona, 1989]

[9] Delirante.org, ¿Es Dios una proyección psicológica?

[10] The Four Horsemen (Los cuatro jinetes). 51´15”

[11] Thomas Nagel, The Fear of Religion, p. 26

[12] Time, 13/11/2006

[13] Revista RYPC, ¿Qué es el ajuste fino del Universo? 01-2011

[14] Daily Mail, Atheist Christopher Hitchens turns to evangelical Christian doctor in his fight against cancer, 26-03-2016

[15] Foro Veritas, Instituto de Tecnología de California, 2009. Adaptado del español: Fe, ciencia y ateísmo, Andamio, 2015, pp. 33-34

¿Pretende Génesis 1 y 2 ser leído literalmente?

La falaz dicotomía entre ciencia y fe no es solo obra de ateos como mucha gente piensa. A lo largo de la historia, también se ha construido en gran parte por influyentes cristianos que han visto en las Sagradas Escritura un tratado de geología, antropología o astronomía ¡Y ahí se ha liado todo!

Galileo, Bacon creían en La Biblia… y en la ciencia

Esta concepción de La Biblia como un libro que se acopla a las teorías científicas de cada momento (concordismo) fue criticada, entre otros, por Galileo Galilei como una práctica que socava la credibilidad de La Biblia. Galileo no tenía ningún problema con su fe, ni con La Biblia, pero sí con sectores de una Iglesia Católica inmersa en titánicas luchas de poder. Galileo diría que La Biblia nos enseña cómo ir al Cielo, no cómo va el cielo.

El pionero del método científico moderno, Francis Bacon, también dijo que “dar a la fe lo que le corresponde a la fe y distinguir claramente entre el libro de la Palabra de Dios y el libro de sus obras es premisa fundamental […] La teología revela la voluntad de Dios: la ciencia su poder [1]”.

Antes de Bacon y Galileo, el influyente Orígenes, ya en el siglo tercero, dijo sobre Génesis: “¿Qué persona inteligente, me pregunto, consideraría razonable que el primero, segundo y tercer días, en los que se dice que hubo tanto una mañana como una tarde, existieran sin sol, ni luna ni estrellas, y que en el primer día no hubiera ni cielo siquiera? No creo que nadie dude de que éstas eran expresiones figuradas [2]”.

San Agustín, en el siglo IV, (quien escribió mucho sobre el Génesis) daba por hecho que no había que leer Génesis literalmente ni en clave de ciencia. Para él, Dios está fuera de las limitaciones del espacio tiempo (2 Pedro 3,8) y daba argumentos como que la palabra hebrea para “día” (yôm) posee un significado más amplio y simbólico en otras partes de La Biblia. Resulta interesante comprobar cómo ya en una tiempo en la que no se hablaba de eras de millones de años, y menos aún de la evolución de las especies, teólogos determinantes que amaban Las Escrituras como Justino Mártir o Ireneo de Lyon tampoco consideraban literalmente todos los elementos de estos capítulos.

Génesis no pretendía mostrar La creación de forma literal para su tiempo

¿Y a quién se le ocurrió que si un texto no lo interpretamos siempre literalmente entonces es falso o lo menospreciamos? Así no funciona la comunicación humana. Menos aún el pedagógico simbolismo hebreo bíblico. Las parábolas de Jesús, por ejemplo, transmiten un mensaje poderoso sirviéndose de historias ficticias, no históricas. Y no pasa nada (malo).

Ninguno de nosotros habla y entiende las narraciones siempre de forma literal ¿O alguien piensa que el Sol «sale» desde algún sitio concreto cuando leemos: “¿Sale el sol, y se pone, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta” (Eclesiastés 1, 5)? ¿No sería absurdo señalar a Eclesiastés como una mentira científica? O como cuando Dios dice: “¿Has estado en los depósitos donde guardo la nieve y el granizo?” (Job 38, 22).

Génesis no pretende revelarnos un catálogo de eras geológicas o taxonomía. Debería ser obvio, pues las necesidades de sus receptores eran otras. En La Biblia Dios se presenta como el origen y sustentador de todo lo creado. Él hizo lo más alto y lo más bajo que existe, ya sean las columnas bajo la tierra (Sal.  75,3), compuertas en el cielo (Gn. 8, 2) o cualquier cosa que por entonces se pensase que configuraba el Universo… o lo que se piense ahora. El punto era comunicarse tal y como hablaba la gente para mostrar pedagógicamente que Dios es el creador y no una parte de la creación divinizada a la que rendir tributos, culto o trabajos. Como veremos más adelante, ¡Génesis libera a sus receptores de yugos que dominaban el mundo!

Pero antes hablemos un poco más de por qué los relatos de La creación no deberíamos interpretarlos desde el literalismo que, especialmente desde finales del siglo XIX, fue potenciado por iglesias y misiones estadounidenses hasta hoy.

Deconstruyendo el literalismo

En Génesis hay dos relatos de la creación. Y sus autores sabían que el segundo relato no es totalmente compatible con el primero en términos científicos ¡No eran tan ingenuos como creemos! El problema con la expectativa literalista lo tenemos nosotros como herederos de la revolución científica y de una modernidad que en determinadas corrientes impregnó al cristianismo exigiendo datos verificables a la narración para cuantificar y clasificar su verdad.

Sin embargo, la cultura bíblica era más simbólica y carecía de algunas de nuestras exigencias. No tenían problemas cuando leían un primer relato que habla de seis días mientras que en Génesis 2,4 (el segundo relato) Dios crea los Cielos y La Tierra en tan solo un sólo día. Pero… ¿Son seis o solo un día? La respuesta es que los escritores bíblicos son creativos y no pretenden concordar datos cuantitativos acorde a nuestras exigencias. No se pretende mostrar un orden cronológico sino primeramente un espacio y posteriormente su llenado trayendo orden al desorden. Primero la casa y luego los muebles.

Algunos ejemplos más:

Sin alargar este apartado, otros elementos literarios que confirman la deconstrucción literalista lo vemos en el día primero, cuando Dios «separó Dios la luz de las tinieblas» y lo comparamos con el día cuarto en el que “puso las lumbreras para separar la luz de las tinieblas”… ¿Pero no había separado ya la luz de las tinieblas en el día uno? Sí. La ilustración es de nuevo retórica, poética y recalca que es Dios quien separa la luz de la oscuridad, una alegoría aplicable a nuestra cotidianidad cuando caminamos en la luz de Dios… ¿Y también duró 24 horas el séptimo día en el que Dios «descansó«? (Gn. 2, 2) ¿Dejó Dios de atender su creación durante aquel día? Parece más bien una ilustración para el cumplimiento del Shabat, el día de descanso para Israel. Igual podríamos citar el capítulo uno donde la vegetación aparece tres días antes que los humanos mientras que en el capítulo dos Adán parece ser creado antes que cualquier planta.

Fijémonos también en la serpiente. Para Matthew Richard “el Dios de la Biblia ciertamente tiene el poder de hacer una serpiente parlante. Sin embargo, lo notable de Génesis 3 es que nunca se molesta en decir algo como: “Originalmente, Dios les había dado a las serpientes la capacidad de hablar” o “en aquellos días, las serpientes podían hablar”. Al final de este capítulo, cuando Dios maldice a la serpiente para que se arrastre sobre su vientre, nunca agrega: “Y además, te quitaré tu caja vocal. Aparte del siseo, a partir de ahora estarás muda[3]” ¿Deberíamos preguntarnos entonces por qué las serpientes ya no hablan?… Las serpientes eran animales recurrentes en la antigüedad para representar el mal, una imagen cultural muy pedagógica para ilustrar la tentación, el pecado, etc. Debemos entender que el simbolismo no minusvalora el poder del pecado ni cuestiona la existencia del mal (basta mirar Apocalipsis) o del diablo como ser espiritual. La alegoría más bien ilustra muy pedagógicamente cómo funcionan cada uno de estos elementos.

Luego está Caín cuando tiene miedo de que en otras naciones le tomen como extranjero cuando supuestamente todos los humanos existentes serían familiares directos suyos (Génesis 4,13-14). O Eva pariendo a “naciones enteras”…  ¿Y qué de aquellas espadas giratorias de fuego que impiden entrar en el Edén (Gn. 3, 24)? ¿Alguien se topó con ellas o trató de enfrentarlas alguna vez? La ilustración que aboga por una historia sin vuelta atrás parece más coherente que pretender defender el acceso a un lugar geográfico que nunca nadie se ha encontrado y que, por tanto, no parecía necesario proteger con imponentes armas sobrenaturales tangibles.

Otras evidencias determinantes para asumir un relato contextualizado culturalmente y no histórico-científico en Génesis 1 y 2 (que no desarrollaremos aquí por espacio) son las repeticiones de palabras claves que aparecen 7 veces o en múltiplos de 7, número de la perfección para los hebreos. Lo mismo sucede con las recurrentes formas poéticas y estrofas que no son propias de la narración histórica.

Podríamos seguir pero lo dejamos aquí. Definitivamente, las evidencias para una pretensión simbólica de los capítulos de Génesis 1 y 2 son abrumadoras sin ni siquiera apelar a la ciencia moderna. Basta con reflexionar La Biblia desde su narrativa y contexto.

¿Qué pretende entonces Génesis?

El trasgresor propósito del relato de La creación

Cada relato de La Biblia fue escrito en un contexto étnico, cultural, histórico, lingüístico y literario concreto. Por tanto, debemos realizarle las preguntas correctas: ¿A qué audiencia se dirige? ¿Qué tipo de lenguaje utiliza? ¿Qué tipo de literatura es? ¿Qué propósito tiene? ¿Qué más pasaba fuera de la Biblia?

Aquel pequeño grupo humano hebreo que vivió rodeado y dominado por superpotencias como Egipto o Babilonia necesitaba una respuesta respecto a las inquietantes cosmogonías de sus poderosos vecinos y dominadores. El erudito en antigüedad J.H. Walton señala cómo la creación cósmica en el mundo antiguo se veía principalmente como un proceso mediante el cual quedaban establecidas las funciones, los roles, el orden, la jurisdicción, la organización y la estabilidad [4]”.

Los poderosos babilonios fueron determinantes para la mayor crisis de identidad de Israel durante su cautiverio, tiempo en el que probablemente se terminaría de editar Génesis[5] y sus dos relatos de la creación. Durante los 70 años de cautiverio hebreo, los babilonios leían el Enuma Elis cada fiesta de año nuevo, un relato que narra la lucha entre Tiamat y Marduk en la que los despojos corporales de Tiamat eran usados por Marduk para crear ese Universo lleno de dioses a quienes los humanos debían servir. El propósito de la vida lo marcaban estos relatos de la creación. Y la mitología babilonia, como casi todas en la antigüedad, reservaba a los gobernantes la capacidad de ser mediadores con estos dioses o incluso encarnarlos con el fin de que todos obedecieran sin discusión al rey, emperador o faraón.

Y ante todo esto… ¿Qué tenía que decir el Dios de la Biblia a su pueblo?

Contra la opresión y por la dignidad humana bajo un solo Dios

La respuesta de Génesis no tuvo parangón en la historia. Sus revolucionarias claves fueron tan profundas que es imposible captarlas todas desde nuestro Occidente del siglo XXI. Deberíamos haber vivido allí para fascinarnos y descubrir que La Biblia comienza con un mensaje único, provocador y liberador sin igual.

Pongamos un ejemplo de esta revolución asomándonos a un versículo a priori poco relevante: Génesis 1, 16: “Y creó Dios la lámpara mayor del día, y la lámpara de la noche. Y creó también las estrellas”

Hoy este versículo nos parece escrito para niños de 3 años. Pero fue un escándalo a todas luces (nunca mejor dicho) a lo largo de la antigüedad. Los imponentes dioses lunares babilonios que determinaban el destino de la humanidad (ni más ni menos) quedaban reducidos a la categoría de… ¡Cosas! OMG! Aquí La Luna ya no era el temible dios babilonio Sin sino una lámpara creada por el único Dios verdadero Yavé ¿¡Un sólo Dios!? ¡Esto es nuevo! ¿Y que además no forma parte del panteón divino de la naturaleza? ¿Un Dios que no puede ser representado en lo que vemos? ¡Wow!

Pero sigamos…  ¿Y qué de la superpotencia Egipto? Ra, el Faraón hijo del gran Dios Sol… ¿Hijo de quién?, o mejor dicho: ¿Hijo de qué? En Génesis, Ra ya no es el representante de ninguna divinidad a quien deber someterse. Se les acabó el chollo a los gobernantes explotadores. El Sol es sólo algo material, una lámpara mayor creada por Yavé al servicio de las personas, y no al revés.

Por supuesto que el hebreo bíblico también poseía sus términos propios para dirigirse a la Luna y el Sol, pero aquí los evitan nombrar para cosificarlos al máximo, para eliminar cualquier duda sobre su falta de personalidad y divinidad dándoles así la puntilla como meros elementos al servicio de la tierra y sus habitantes.

Nuestro “infantil” verso de Génesis 1, 16 continúa diciendo “…y creó también las estrellas” casi como un “¡Ah! se me olvidaba… las estrellas también son meras cosas creadas”. El zodiaco actual tiene su origen en aquella Babilonia que le atribuía poderes de orientación y destino. Pero en Génesis los astrólogos son desprovistos de sus funciones despóticas.

Hombre y mujer se igualan entre sí como la obra maestra de la creación. Esto también fue una revolución bíblica. Todos somos imagen de Dios, no sólo los reyes ¡Incluso la mujer es imagen de Dios! Génesis es el relato anti-mito, anti-idolatría, anti-miedo, anti-opresión, pro-mujer, pro-personas. Toda la creación procede de Dios para el disfrute y la responsable gestión del ser humano. Hombre y mujer son ahora Adán (literalmente humanidad, Gn. 5, 2). El ser humano no es un resquicio de batallas divinas sino la imagen y semejanza de un único Dios (1, 26) que nos capacita para conocer leyes naturales expuestas racionalmente por un Dios racional. La idea de un universo ordenado y estructurado es revelada como un acto libre de un Dios que invita a la experimentación de la naturaleza sin temor. Génesis proporciona identidad y las bases de la dignidad humana además de fundamentos para hacer buena ciencia.

La cosmovisión del mundo cambió para siempre con Génesis 1 y 2. Todo es creado por la Palabra de Dios y nada se resiste a sus órdenes. La creación no es fruto del caos o de las luchas de dioses sino que es «buena», con propósito. La fertilidad ya no se consigue mediante sacrificios sino que se presenta como un don de un Dios único y preexistente.

Creación = Liberación, también en el resto de La Biblia

Fuera del Génesis, los textos acerca de La creación en el resto del Antiguo Testamento también se asocian con la liberación de las naciones opresoras (Isaías 40, 21-13 42, 5-7; 51.,9-11; Salmos 72, 12-14; 19-20; 89, 8-11, 14; 105, 5-9[6]). Prácticamente sin excepción.

Profetas y salmistas vinculan la justicia con el propósito de la creación. Para nosotros son temas que nada tienen que ver entre sí. Pero en La Biblia esta correlación entre justicia con el débil y la creación es constante. Y esto es algo de lo que el lector actual no suele percatarse. El Antiguo Testamento repetidamente se pone la creación al servicio de la liberación y en contra de la opresión del pueblo.

¿Y por qué? Pues porque para justificar su opresión, reyes y sacerdotes apelaban al poder o revelación de divinidades atemorizantes encarnadas en mamíferos, aves o monstruos marinos como el Leviatán. Esta es la razón por la que en La Biblia siempre son nombrados para reafirmar el dominio de Dios sobre ellos. Por eso Génesis, antes que citar a los cetáceos, las algas o a los dromedarios. declara que “Creó Dios los monstruos marinos…”  (Gn. 1, 21)

El Salmo 74 es un ejemplo explícito al vincular la derrota del Leviatán con el rescate de pobres y víctimas de la violencia:

“Tú dividiste el mar con poder, rompiste la cabeza de los monstruos marinos; destrozaste las cabezas de Leviatán […] Tuyo es el día, tuya la noche; tú creaste la luna y el sol […] ¡No arrojes a las fieras la vida de tu tórtola, no olvides jamás la vida de tus humildes! Dirige tu mirada a la alianza, pues hasta los últimos rincones del país están repletos de violencia. Que el oprimido no regrese avergonzado, que el humilde y el pobre alaben tu nombre. Oh Dios, ponte en acción, defiende tu causa” (vs. 13.22)

Estamos ante un Dios soberano que aplasta todo aquello que es objeto de temor y opresión. El asunto no es si el Leviatán existió o no, sino que la gente sufriente lo temía.. Así que sí, en toda La Biblia hablar del tándem creación-liberación es hablar de lo mismo. De un Dios que es el Señor de todo, quien creó el mundo para el bien de los desfavorecidos y no para su temor. Leviatán go home!!

Génesis se levanta como una asombrosa performance acerca de Dios y del destino de una humanidad llamada a vivir libre de la opresión politeísta. Es revelación desde un simbolismo pedagógico profundamente trasgresor y contextualizado para sus receptores originales que nos habla de muchas cosas también a nosotros.

Los primeros 3 capítulos de Génesis también tratan de mostrarnos aspectos más amplios como la confianza en Dios, la consciencia, la pérdida de la inocencia, el manejo del conocimiento, la responsabilidad corporativa… Pero asuntos como la teoría de la evolución y otros temas deben debatirse desde el área estrictamente científica, no desde La Biblia como bien decían Galileo y compañía. Para los autores bíblicos lo fundamental del mundo no es cuándo o cómo fue creado en términos naturalistas sino que fue constituido para vivir libres dando la gloria a Dios, no bajo cautividad ni opresión. El relato de La creación trae libertad a los exiliados, a cada uno de nosotros para volver al hogar de la plenitud planificada cuando Dios formó el mundo. Por su Palabra somos libres, ya no más esclavos.

[1] El Avance del Saber, Mª Lusa Balseiro (trad). Madrid: Alianza Editorial 1988, pp. 14 y 15

[2] Origenes First Principles, Butterworth, G. (trad.), Londres: SPCK (1936), libro 4, cap. 3

[3] Ibid, p. 43

[4] Charles Hummel, The Galileo Connection: resolving conflicts between science & the Bible. I.V.P., Downers Grove (Illinois, U.S.A.), 1986, p. 218

[5] ¿Y si Moisés no escribió todo el Pentateuco?

[6] Más en http://www.puertachile.cl/index2.htm  Teología > Biblia > Hans de Wit, He visto la humillación de mi pueblo: 2. La canción de la tierra, 1988

Por qué el relato del diluvio cambió el mundo… y no te lo contaron

 

En este artículo no abordaremos la posible historicidad (o no) del diluvio más allá de un apunte final. Quien conozca la semiótica hebrea sabrá que este no es el punto importante.

Lo que sí es seguro es que el diluvio de La Biblia NO es una copia adaptada de la influyente epopeya de Gilgamesh de Babilonia… sin más… como a veces se dice. Quien diga esto no aborda el epicentro del asunto y desconoce cómo funcionaba el mundo antiguo.

Haya habido diluvio, o no, el relato bíblico es -entre otras cosas- una respuesta al “mito” babilonio que transformaría su mundo para siempre ¡Y el nuestro!

Vamos a explicar qué diantres estamos diciendo… ¡Contexto, por favor!

El ORIGEN DE LA EPOPEYA. Utnapishtim vs. Noé

Similitudes evidentes

El diluvio de La Biblia tiene similitudes evidentes con La epopeya de Gilgamesh. En ambas historias hay un diluvio como castigo divino. Ambos protagonistas (Utnapishtim y Noé) construyen un arca que se posa en un monte. Para verificar que La tierra ya está seca, Utnapishtim libera una paloma, una golondrina y un cuervo. Noé envía un cuervo y una paloma. Ambos establecen luego sus pactos con los dioses/Dios. Así que, resumiendo mucho, estas son algunas de las cosas que suceden en común.

La epopeya de Gilgamesh es más antigua. Sus primeras versiones surgen en Sumeria (2100-1600 a. C.) y de ahí se expanden por las demás regiones bíblicas y sus imperios (Asiria, hititas…). Su influencia socio-teológica llega hasta la Babilonia del que es cautivo el pueblo de Israel durante 70 años (VI a. C) ¡Más de 2/3 de siglo estuvieron los hebreos escuchando aquellos mitos fundacionales que incluían el diluvio babilonio!

Aquella epopeya se ha encontrado incluso en tablillas curriculares que usarían los maestros babilonios para leerla junto a los niños. Así que sí… el antiguo Israel vivió bajo el impacto de esta sobrecogedora historia protagonizada por Utnapishtim.

Su importancia en contexto

¿Y por qué era tan importante esta historia en la vida y destino del pueblo?

La Epopeya de Gilgamesh, como todas las cosmogonías de la antigüedad, exponía el origen y propósito de la humanidad. Estos relatos te decían cuál era el sentido de la vida ¡Ni más ni menos! Estas historias luego eran usadas e interpretadas por los gobernantes que explotaban al pueblo por designio divino.

LAS DIFERENCIAS COMO PEDAGOGÍA DE RESPUESTA: ¡Ahí está la CLAVE!

Así que, sí… el Dios de unas tribus hebreas cautivas bajo superpotencias como Egipto o Babilonia tenía algo que decir acerca de esta epopeya. (En delirante.org damos detalles acerca de cómo Génesis 1 y 2 da respuestas liberadoras ante estas cosmogonías).

Y es ahí cuando el diluvio bíblico ofrece sus alternativas teológicas… ¡Desde las diferencias del relato! Y lo hace adrede. Esta técnica pedagógica es lo que los historiadores llaman el “Contac history”. De hecho, Gilgamesh “responde” a su vez a una epopeya anterior llamada Atra Hasis, la versión más antigua conocida del diluvio.

Toda esta pedagogía funcionaba al margen de la posible historicidad del acontecimiento. (Exigir historicidad para que un relato sea “verdad” es una imposición al texto desde nuestra modernidad). Responder desde un hilo común era intencional en la pedagogía antigua. Incluso las palabras que usa La Biblia para la construcción del arca son prestamos lingüísticos babilonios. Irving Finkel, preservador del Museo Británico y probablemente el mayor experto en acadio y Mesopotamia del mundo, ha expuesto ya algunos datos en este sentido.

Pero no nos vayamos del tema central… ¡LAS DIFERENCIAS SON EL MENSAJE! La contraposición desde un tronco narrativo similar expone más claramente a los oyentes la nueva visión alternativa que se quiere transmitir. Esta técnica hace que todo se retenga mejor. Lo que importa son los porqués y para qué hace Dios las cosas.

Para los cristianos y los hebreos, las diferencias son una maravillosa revelación espiritual y socio-política que evidencia la inspiración del texto. Y estas nuevas ideas trasformarán el destino de la humanidad.

Veamos solo unos ejemplos de estas diferencias en la comparación entre el Diluvio bíblico y Gilgamesh:

Diferencias radicales:

-Moralidad de los dioses vs. el Dios de Noé

En la epopeya de Gilgamesh, los dioses sumerios son múltiples y caprichosos. Deciden enviar el diluvio porque la humanidad resulta ruidosa a unos dioses sin unidad moral. Cada uno va a lo suyo.

El Dios de la Biblia, por otro lado, desea que la humanidad se incline hacia el bien y la justicia. Aquí el diluvio es un juicio debido a la corrupción y la violencia total. No es un capricho.

Yahvé mantiene una relación paternal hacia los salvados con quienes establece un pacto de gracia. Se establece una alianza basada en la fidelidad. El objetivo es el bienestar de los humanos para que aquella violencia sea mitigada y nuestro foco sea el bien y la justicia, especialmente hacia los más oprimidos.

En Gilgamesh los dioses no buscan un mundo nuevo y mejor. Nada que ver con esto.

-La quimera de la inmortalidad

La búsqueda de la inmortalidad fue un asunto principal en la antigüedad que ya aparece en el Edén de La Biblia (tenemos un artículo dedicado a este punto en delirante.org).

En la Epopeya de Gilgamesh, Utnapishtim es recompensado con una inmortalidad que no es accesible para los otros humanos. Solo para él.

Pero Noé no recibe inmortalidad. Su recompensa es la bendición de Dios y la preservación de su linaje. El camino para el ser humano es la fidelidad y obediencia a Dios dejando la corrupción y la violencia. No es alcanzar la inmortalidad.

-Conexión personal con Dios

Utnapishtim simplemente recibe lo que le dice Enki. No posee una conexión personal ni moral con los dioses.

Pero Noé es presentado como ejemplo de persona justa, constante. Confía en la bondad de Dios. Y nada de esto se aprecia en el relato babilonio.

El diluvio de La Biblia es un mensaje universal que ofrece una nueva oportunidad para todos. Es una manifestación de la intención restaurativa para el planeta. En la epopeya, todo lo que sucede es de ámbito local.

Se podría decir más. Pero con estos comentarios creo que es evidente que las diferencias espirituales para la búsqueda de la justicia y el bien en un Dios diferente son drásticas.

Entonces: ¿Existió el diluvio bíblico?

Supongamos que :

Ninguno de nosotros estuvo en aquel momento. Así que, en caso de que se hubiera producido un diluvio histórico enviado por Dios (a nivel regional han existido muchos) tal y como dice exactamente en La Biblia, esto significaría que… aquel Dios existió y se nos ha revelado con enseñanzas como las aquí expuestas y otras más. Así que ¡Genial en este caso!

No obstante, si optamos por afirmar que el relato bíblico del diluvio fue todo literal, nos encontraríamos con algunos problemas. Uno de ellos son los datos geológicos que no avalan la existencia histórica de un diluvio universal de este tipo. Otro es que parece haber al menos 2 versiones diferentes entremezcladas (algo típico en algunos relatos del Antiguo Testamento). En Génesis 6:19-20 Noé debe llevar únicamente una pareja de cada especie mientras que en 7:2-3 son siete parejas de animales “limpios”. Y luego está que se usan diferentes nombres para Dios además de haber diferentes estilos y términos.

Y en cuanto al argumento pro-diluvio universal que dice que en casi todas las culturas antiguas hubo historias de grandes inundaciones ¡Lo raro sería lo contrario! pues las poblaciones se establecían junto a los ríos que, como tales, se desbordaban cíclicamente arrasándolo todo.

En cualquier caso, si “el grueso” del relato bíblico fue tal cuál y las evidencias geológicas se revierten: ¡No tendríamos mayor problema si aquello fue todo literal! Pero como ya dijimos al principio de este artículo, por mucho que hoy nos empeñemos: ¡Su historicidad no es lo realmente importante! Esto no afecta tampoco a la inspiración divina de La Biblia ni contradicen lo que dicen otros textos de La Biblia tal y como explicamos en otros artículos.

Supongamos que NO:

Por otro lado, si el relato bíblico fue “solamente” una respuesta socio-teológica que cambió su mundo, entonces nos ahorramos los debates morales acerca de por qué Dios aniquila a la humanidad incluyendo niños, marginados, mujeres, etc. En este caso de estar ante un arquetipo sabríamos que no murieron bebés ahogados por orden de Dios. Nos quedamos con ideas como que la lluvia, el agua en La Biblia, es un elemento purificador y de nuevo nacimiento (como luego sería el bautismo). Nos quedamos con un relato que nos habla de muchas cosas nuevas y de una nueva oportunidad para vivir para Dios que es dirigida a toda la humanidad ¡Qué maravillosa inspiración divina en el relato bíblico!

Reflexión final

Así que haya ocurrido, o no, un diluvio histórico… lo verdaderamente importante es que el relato bíblico es radicalmente trasgresor y maravilloso. Se nos dejó un mensaje inspirado por Dios, un discurso liberador que cambió la historia de la humanidad para siempre.

Aquello quedó registrado para que hoy, cuando observamos el arco iris, recordemos que Dios nos ha entregado una nueva oportunidad para vivir plenamente ¿La vas a aprovechar? De eso trata la historia. De mojarse.

PD: Os dejamos otros de nuestros artículos complementarios a este tema para quien quiera rascar más:

¿De qué tratan Génesis 1 y 2? ¡Contexto!

¿Qué es La verdad en La Biblia?

¿Qué es la inspiración en La Biblia?

¿Escribió Moisés los primeros libros de La Biblia? 

La metáfora y creatividad de La Biblia

Parte 4 de 6. PECADO ORIGINAL. El origen y los porqués del dogma

El origen y los porqués del dogma del “pecado original”. Parte 4 de 6.

En los 3 artículos anteriores expusimos aspectos relativos a las consecuencias del pecado de Adán a la luz del Antiguo Testamento. Comprobamos cómo Génesis no asume la inmortalidad física de Adán y Eva antes de La caída como tampoco la imputación del pecado concreto de Adán en otras personas posteriores. Todo esto era algo impensable en el Antiguo Testamento. Vimos cómo la revelación progresiva en La Biblia derivó a una contundente censura de la idea de un supuesto pecado heredado por antepasados (Ezequiel 18: 2-4; 20. Isaías 53, 6. O Génesis 6, 5-7; 6, 21.). Vimos también cómo en el Nuevo Testamento esta luz progresiva en cuanto a que cada uno paga solo por su propio pecado queda ya firme y corroborada (Juan 9, 2-3. St. 1, 14-15). Sin embargo, nos encontramos con unas palabras de Pablo acerca del pecado de Adán que merecen ser analizadas para no incurrir en confusión.

El origen de la doctrina del “pecado original

Antes de entrar en el análisis netamente bíblico de lo que Pablo dice, debemos saber que algunas de las primeras interpretaciones que señalaban una herencia imputada del pecado de Adán a todos los humanos fueron objeto de un arduo debate en el siglo II, con Ireneo a la cabeza. Curiosamente Ireneo no solían citar mucho La Biblia sino más bien argumentos filosóficos o de carácter moral. En otras palabras: A Ireneo y otros padres de la iglesia, el nuevo dogma del pecado original no les encajaba con la lógica y moral cristiana.

Hoy en Occidente, una mayoría de cristianos asume por inercia un pecado original heredado de Adán. Que una doctrina se vuelva dominante en un punto de la historia es un evento común cuando la Iglesia la convierte en dogma. Cuando así sucede, el debate se persigue, las voces críticas se silencian y solo queda la aceptación. Cuando llega el dogma, se acaba por asumir como La verdad. Y ojo, porque en el ámbito evangélico o protestante ocurre un proceso psicológico similar con las teologías dominantes en la comunidad a la que pertenecemos. Nadie quiere ser mal mirado sino aceptado.

Pero no todos los cristianos han interpretado así a Pablo. Ni mucho menos. La historia del cristianismo revela cómo “Hasta el período de Agustín, el Oriente cristiano no tiene el concepto propio de un pecado original que afecte a toda la humanidad, pero mantiene con vigor que la humanidad está en una situación de separación de Dios[1]”. Efectivamente, sería Agustín de Hipona (354-430) quien desarrollaría la antesala del dogma del pecado original (yal y como la mayoría actual lo entiende) influyendo determinantemente en nuestra Iglesia​ occidental. Siglos después, el agustino Lutero no se preocupó en exceso acerca de esta cuestión teológica y también mantuvo el dogma. A Lutero y los reformadores les preocupaban mucho más otras cosas.

Sin embargo, muchos analistas creen que la visión de San Agustín adoptada por la Iglesia no era estrictamente bíblica. De hecho, actualmente son numerosos los teólogos católicos que están invitando al Vaticano a replantear su postura al respecto.

Gnosticismo vs. catolicismo ¿Quién dominaría el mundo? ¡Ayudamos, Agustín!

Los historiadores dicen que el gnosticismo era el gran enemigo del cristianismo. Hasta tal punto que hubo un tiempo en el que no estaba claro cuál de las dos cosmovisiones se convertiría finalmente en la “fe” dominante del mundo mediterráneo. En este contexto, muchos creen que Agustín fue demasiado lejos en su énfasis para frenar el dualismo de las potentes corrientes gnósticas que pretendían separar lo espiritual de lo corporal.

Como decimos, aquella fue una gran batalla gorda en el seno de la Iglesia católica. Y por resumir cómo estaba la situación: Si la Iglesia concluía que había un pecado heredado del que era imposible huir, la idea de “escapar” del cuerpo pecador entonces se diluía. No hay escapatoria del pecado condenatorio. Así que -para no perdernos- el pecado original que planteaba Agustín dejaba al gnosticismo debilitado conceptualmente. El dogma del pecado original era el arma perfecta para la cristiandad y sus intereses.  A la luz de este beneficio, las profundidades teológicas y de análisis bíblicos pasaban naturalmente a un segundo plano de importancia para la cristiandad dominante. No se podía desperdiciar un jaque mate ideológico de este calibre para un problema tan importante para la extensión del catolicismo como eran los movimientos gnósticos.

Otro elemento de las “lentes” con las que Agustín leía La Biblia fue su fuerte lucha personal con la sexualidad. El monje concluyó que el pecado original se transmitía por concupiscencia en la concepción de hijos durante las relaciones sexuales y que el sexo ¡Incluso dentro del matrimonio, era algo malo! Por tanto, esta idea tan negativamente distorsionada del sexo influyó en su hermenéutica bíblica: El pecado original heredado de Adán era para Agustín la concupiscencia sexual que tanto le atormentaba. Pero saber que aquella lucha era algo inevitable le ayudaba a asumirlo.

Pero nuestra pregunta sigue ahí: ¿Qué quería decir entonces Pablo en La Biblia al hablar del pecado de Adán? Bueno.. antes de llegar a eso… debemos aclarar alguna cosa más. Y una de ellas es que aunque en nuestros círculos cristianos se dar  por hecho que no asumir la doctrina del pecado original es una herejía anti-bíblica, la realidad histórica y mundial actual es muy diferente.

Asomémonos un poco a esto…

Cientos de millones de cristianos actuales (también los judíos) no consideran bíblico el dogma occidental del “pecado original

San Agustín no era oriental y no influyó del mismo modo en la teología de millones de cristianos orientales. Hoy “la Iglesia Oriental a diferencia de la Occidental, nunca habla del paso de la culpabilidad de Adán y Eva a su prole, como hizo Agustín. Al contrario, se considera cada individuo responsable sólo por la culpa de sus propios pecados[2]”.

Lo interesante es que la teología dominante oriental coincide al 100% con la del Antiguo Testamento que ya examinamos en el anterior artículo. Pero no solo son los cristianos orientales. Muchos judíos que veneran el Antiguo Testamento tampoco ven en Las Escrituras sagradas la imputación universal del pecado concreto de Adán. Ellos «interpretan la caída como el primer acto de libre albedrío del hombre […] La caída sería una elaborada alegoría del pasaje a la adultez y la autonomía[3]”.

La literatura extra bíblica en tiempos de Jesús

En la literatura extra bíblica más conocida en los tiempos del Nuevo Testamento, las interpretaciones judías eran variopintas. Es en ese periodo (s. II a. C-II d. C.) cuando se comienza a hablar por primera vez del tema en libros como 2ª de Baruc, 2ª de Esdras, La Vida de Adán y Eva, o las citas de Filón. Conocer esto nos ayuda a situar el porqué de las alusiones de Pablo en el marco de los debates de su tiempo sobre Adán. A diferencia del silencio dominante a lo largo del Antiguo Testamento (obviamente, excepto el relato de La creación de Génesis) ¡Hablar de Adán y a si era algo popular en su contexto!

El dogma del pecado original y sus daños colaterales teológicos

Bueno, ya hemos dicho que el dogma expuesto por Agustín levantó un gran entusiasmo en las esferas del poder por motivos claramente estratégicos. Pero claro, posteriormente, y una vez que la doctrina de San Agustín se instauró oficialmente, surgirían cuestiones teológicas complejas como consecuencia de un análisis más mesurado del dogma. Por ejemplo: Si Jesús no tuvo pecado y al mismo tiempo recibió el “ADN” adánico pecaminoso de su madre ¿Cómo conciliar su santidad plena (como Dios) con el pecado imputado trasmitido como humano? Estas preguntas nos pueden parecer un poco irrelevantes hoy. Pero levantaba viejas batallas teológicas acerca de la esencia divina y humana de Cristo.  La Iglesia Católica trató de solucionar este conflicto con la doctrina de la inmaculada concepción de María, sin pecado concebida. Pero para muchos esta solución solo retrasa el problema a una generación anterior… a la madre de María ¿Qué pasó con ese ADN pecaminoso?

En cualquier caso, y a modo de curiosidad ¿Cómo solucionan este conflicto los protestantes que creen en este dogma de un pecado cuya herencia solo puede frenarse mediante la fe en el sacrificio de Cristo? ¿Cómo desaparece en el nacimiento del Jesús humano esta supuesta condena transmitida automáticamente a toda la humanidad? Creo que los protestantes de a pie no se han molestado demasiado en explicar este embrollo.

Pero si queremos ser bíblicos, nos toca esforzarnos un poco para analizar todo esto a la luz de La Biblia. Así que, vayamos ya, por fin, al asunto central de esta serie en nuestro penúltimo artículo: ¿Cómo comprender las alusiones de Pablo al pecado de Adán?

[1] Citado por Bernard Sesboüé y traducido del francés por José Pedro Tosaus Abadía en: El Pecado original: ¿Un código de falibilidad? , Revista Internacional de Teología Concilum, Editorial Verbo divino, febrero 20024, nº 304, p. 14

[2] https://ocamexico.org/ancestraloriginal

[3] Wikipedia: Pecado original/Enciclopedia sobre judaísmo

Parte 6 de 6. PECADO ORIGINAL. Preguntas populares

Terminados los 5 artículos anteriores dedicados a explicar los porqués del dogma acerca del llamado «Pecado original» así como el examen de las palabras del apóstol Pablo acerca de Adán desde una perspectiva que asume la teoría de la evolución de las especies como un hecho y La Biblia como inspirada por Dios… terminamos con algunas preguntas «extras» que suelen hacerse acerca del tema.

BONUS TRACK: PREGUNTAS DEL PÚBLICO:

  • ¿Qué ocurre entonces con el pecado de los niños fallecidos?
  • Si Jesús fue un personaje histórico: ¿Adán también debió serlo al ser citados ambos juntos en el Nuevo Testamento?
  • ¿Creía Pablo que Adán fue un personaje histórico?

Comencemos:

1. ¿Qué ocurre entonces con el pecado de los niños fallecidos?

Un argumento para cuestionar el dogma de San Agustín acerca del pecado heredado de Adán por imputación es acerca de la salvación de los niños que mueren:

“Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos” Mateo 19, 14.

Si el pecado original heredado realmente solo fuese quitado por la fe en Cristo, los niños que mueren estarían condenados. Pero si creemos que los niños son salvados por algún tipo de acción divina que no es su fe (salvados desde su inocencia o por otro tipo de gracia), entonces se invalida el poder absoluto de la supuesta “marca genética” que ya no sería borrable únicamente por la fe ¿No es cierto? Así que, pensando en los niños, el dogma ya deja de ser tan dogmático… Y ¡Ojo!, porque fue precisamente refiriéndose a los niños cuando Agustín formula la popular expresión: “pecado original”. Él usó esta expresión diciendo: “¿Redimidos de qué…? Como a esa edad no han cometido ningún [pecado] en el curso de su vida personal, no queda más que el pecado original[1]”.

Sin embargo, una mayoría de cristianos estamos seguros de que los niños no reciben ningún tipo de condenación debido al pecado de Adán. No es algo que nos encaje con un Dios justo y amoroso. De igual modo creemos que existe un perdón en conciencia para adultos que no escucharon de Cristo tal y como Pablo también expone claramente en Romanos 2 ¡La misma carta en la que se habla del pecado de Adán!

Así que se acumulan los argumentos para pensar que toda esta teología es más coherente cuando se asume desde un Adán prototípico en Pablo que desde una condena imputada por mera herencia, algo que ya vimos que en realidad es rechazado durante toda La Biblia, ya sea en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

(Ezequiel 18: 2-4; 20 (TLA). Ver también: Isaías 53, 6. Génesis 6, 5-7; 6, 21.)

Dos preguntas más…

2. Si Jesús fue un personaje histórico: ¿Adán también debió serlo al ser citados ambos por Pablo?»

La respuesta a esta pregunta es: No necesariamente. El apóstol siempre va a conectar con sus destinatarios desde aquello que ellos conocen para transmitirles del mejor modo su mensaje inspirado por Dios. No podría ser de otro modo.

Y para ello en ocasiones incluirá citas ajenas al Antiguo Testamento. En Hechos 14, Pablo cita a filósofos griegos como Pausanias o Filóstrato. Pero si mañana se descubriese que Filóstrato no existió (Pablo realmente no pudo corroborarlo), la enseñanza que Pablo quiso transmitir al citarlo seguiría intacta independientemente de la historicidad del filósofo ¿No es cierto?

Cuando en la carta de Judas se cita un párrafo del libro de Enoc (vs. 14-15) que no está en nuestras Biblias, dicha mención no convierte en 100% históricas todas sus extravagantes narraciones y sus personajes.

Pablo usa retóricas comunes que incluye la personificación. Como cuando de Israel dice que “bebieron de la roca, que era Cristo” (1 Co. 10, 4). Y nadie concluye que Cristo estuvo allí históricamente con forma de roca porque fue citado así junto a Moisés (v. 2) ¿No es cierto? El lenguaje figurativo o representativo era un recurso pedagógico común.

Por tanto, asumir que “ya que Pablo se refiere a Jesús, que fue un individuo histórico… Adán también debió serlo”…  no es un argumento concluyente acorde con la narrativa hebrea antigua acerca de la veracidad ¡Nada más lejos de la realidad! Debemos cuidarnos de no proyectar sobre el texto axiomas que son legados de nuestra modernidad.

3. ¿Creía Pablo que Adán fue un personaje histórico?

Aquí vale también lo dicho para la pregunta anterior (2). Solo añadir que es importante comprender que los autores del Nuevo Testamento se refieren a personajes del pasado tal y como los asumía la cultura de su tiempo ¡Algo lógico!

Ciertamente, muchos judíos debieron pensar que los relatos más conocidos acerca de su pasado exponían personajes históricos del mismo modo (por ejemplo) en el que también asumían que el Cosmos tenía tres estratos (Fil. 2, 10-11) o que la esclavitud era un sistema social natural, sin alternativa (Co. 3, 22; Ef. 6, 5-9; 1ª P. 2, 18). Pero la revelación inspirada no se fundamenta en la historicidad de convicciones sociales de su tiempo.

Realmente no sabemos si Pablo creía en Adán como una persona necesariamente histórica. Aparentemente sí. Aunque hay especialistas en semiótica hebrea que lo cuestionan. En cualquier caso, que él lo creyera no sería una prueba de su historicidad porque la intención de Pablo no es antropológica o genetista ¡Esto son problemas y necesidades de nuestro tiempo! Lo que el apóstol pretende es exponer enseñanzas espirituales que pudieran ser comprendidas por sus oyentes del mejor modo y desde las asunciones de su tiempo ¿De qué otro modo iba a hacerlo?

Pero debemos saber que Adán en La Biblia es también una alusión prototípica del ser humano. Adán en hebreo significa literalmente “humanidad” y muchos versículos son expuestos en este sentido de arquetipo.  Génesis 5, 2, por ejemplo, también le llama Adán a Eva. Y esto no tiene nada que ver con cambios en la identidad de género de Eva sino con que Adán (=humanidad) somos todos. Pablo quiere hacer saber que todos pecamos. Todos necesitamos del segundo Adán que es Jesús.

Conclusión

Adán y Eva como analogía de la humanidad, primeramente, de Israel

Antes de terminar, queremos exponer un último aspecto fundamental: Las Escrituras se dirigen a un pueblo (Antiguo Testamento) y a comunidades (Nuevo Testamento). La importancia es ante todo la colectividad, y en esto Adán y Eva también son una analogía de Israel, el pueblo de Dios.

El relato de la creación es una respuesta extraordinaria a la crisis identitaria que provocó la cautividad babilónica. Cuando el pueblo lee Génesis percibe la expulsión del Edén como su propia historia de fracaso como nación. Adán, Eva e Israel son expulsados de su tierra tras romper su alianza con Dios.

La salvación es una historia “de y para” la humanidad. Dios crea a la persona en particular, y viceversa, pues en cada individuo se da la vida a la humanidad. Todos nuestros actos personales son actos de la humanidad y la afectan a ella. Todos estamos interrelacionados y es en este sentido que hay un pecado original bíblico. Pero no como lo entendió Agustín en modo ADN. Es en este sentido de interdependencia que todos pecamos desde una responsabilidad compartida.

El Adán histórico versus Adán prototípico se ha discutido y se seguirá discutiendo. Pero sí, sí podemos creer en la inspiración bíblica y en la evolución de las especies ¡Sin duda! Y esto debe traer paz al cristiano evolucionista abierto al diálogo y abierto a la convivencia en la iglesia.

Dar cabida a un Adán no necesariamente histórico me parece la opción más coherente a la luz de La Biblia y de la ciencia. También fortalece la evangelización, la fe, y el discipulado de una mayoría que hoy asume la evolución como un hecho. No obstante, hay cosas que probablemente nunca sepamos en cuanto a qué sucedió exactamente en el pasado, en el principio. En cualquier caso, la falta de certezas debe ser también motivo de nuestra adoración.

El evangelio que transforma el mundo revela que «el primer hombre vino del polvo de la tierra; el segundo de El cielo” (1ª Co. 15, 47), algo que Pablo se esfuerza en hacernos entender: En Cristo hay salvación y nuestro pecado queda perdonado. Damos gracias a Dios por tanto.

[1] Agustín, De poena et remissione peccatorum [Sobre la pena y la remisión de los pecados], I,26; PL 44, 131; Vivès 30, pp. 31-32

Parte 5 de 6. PECADO ORIGINAL. Si hubo evolución ¿Qué ocurre con el pecado de Adán citado por Pablo?

Si hubo evolución ¿Qué ocurre con el pecado de Adán citado por Pablo? Parte 5 de 6

Tras haber explicado en el anterior artículo los elementos esenciales que explican los porqués del origen del dogma, llegamos al meollo de esta serie acerca del dogma del pecado original.

Para los cristianos que creemos en La Biblia y en la evolución de las especies como un hecho, la pregunta es: ¿Cómo entender lo que Pablo dice del pecado de Adán?

Los Textos de Pablo son Romanos 5, 12-21 y 1ª Corintios 15, 21-22.

Los analizamos a continuación, comenzando por el de Romanos:

Un texto difícil… acerca de la esperanza

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un humano (“antropos” = ser humano), y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…”  (Romanos 5, 12 RV60)

En primer lugar, es necesario admitir la especial complejidad de este pasaje (Ro. 5, 12-21) del que el popular comentarista conservador William Barclay dice:

No hay pasaje en todo el Nuevo Testamento que haya tenido más influencia en la teología que éste; ni que sea más difícil de entender para la mentalidad moderna. Es difícil, porque Pablo se expresa con dificultad. Notamos, por ejemplo, que la primera frase no termina, sino que se interrumpe a mitad del camino mientras Pablo persigue otra idea por otra vía. Y además, es que Pablo está pensando y expresándose en términos que eran corrientes y claros para los judíos de su tiempo, pero no para nosotros. Si hubiéramos de encerrar el pensamiento de este pasaje en una sola frase escogeríamos la que Pablo pone al principio e interrumpe después: «Por el pecado de Adán toda la raza humana quedó contaminada de pecado y separada de Dios; pero por la justicia de Jesucristo toda la humanidad adquiere la justicia y vuelve a estar en la debida relación con Dios»[1]

Este texto es, efectivamente, muy farragoso. Pero como bien resume Barclay, la preocupación de Pablo es sencilla. Él quiere mostrar la solución a la muerte espiritual que el pecado ha implementado en “todos” ¡Y Jesús es la solución!

No usa lenguaje típico de querer enunciar un dogma

Este “todos”, por cierto, tampoco debió ser entendido por sus lectores originales como una referencia plena y absoluta a la muerte física, pues por entonces había judíos (quizás Pablo entre ellos) que creían que personajes como Enoc o Elías no vieron una muerte corporal siendo arrebatados al Cielo de forma sobrenatural. (Ge. 5, 18-24; 2 Re. 2, 11; He. 11, 5).

Esto ya nos pone sobre aviso de que existe una flexibilidad no literalista a lo largo de la exposición. (Sobre la muerte espiritual vs. física ya hablamos en el primer capítulo de esta serie).

Lo que sí está claro:

Lo que es seguro es que Pablo y los creyentes de su entorno sí creían que el pecado afecta a la muerte espiritual de toda persona. Y eso es lo que está claro.

Apertura universal: El pecado, y por tanto la salvación, no afectaba únicamente a los judíos

Siguiendo con Romanos 5, Peter Enns observa que la desobediencia de Adán en Pablo posee implicaciones universales: Adán trajo la muerte a «todos». Bien. Pero entonces… ¿Qué significa que Jesús vino a dar vida a «todos»? (como Pablo continúa diciendo). Una opción interpretativa es ver este versículo como una defensa de la salvación universal (la doctrina que afirma que todo humano será finalmente salvado de cualquier condenación eterna) … Pero si asumimos que Pablo no pretende exponer una teología universalista (opción interpretativa 2) ¿No sería mejor haber especificado que Jesús trajo vida a «todos los que creen» en lugar de afirmar que él salva “a todos”, sin más?

Bien. Si no aceptamos la tesis universalista, entonces deberíamos entender que el apóstol era consciente de que su paralelismo acerca de esa vida que Cristo “trae a todos del mismo modo en el que Adán trae la muerte a todos” no pretendía ser 100% literal. Pues esa “salvación” no llega a todos “del mismo modo” en que sí lo hace el pecado de Adán ¿Cierto?  Es decir: En la teología más dominante hoy se asume que hace falta “creer” o aceptar a Jesús para ser salvado. Pero eso no sería una salvación para “todos” como dice el texto al leerlo literalmente.

Conclusión: O aceptamos la salvación universal expuesta en el versículo o admitimos que Pablo no está escribiendo de forma dogmático-literal y hasta con un punto caótico el pasaje. Porque fijémonos también en que luego dice «muchos» (vs. 15 y 19) en lugar de continuar coherentemente con el anterior «todos«. Pareciera como que Pablo recula un poco, como para decir… «Bueno, no “todos” exactamente como dije…”.

Son detalles que nos hacen pensar que Pablo no buscaba establecer estrictamente ningún dogma teológico sino que más bien quiso exponer una enseñanza más general y sencilla: Que el pecado afecta a judíos y no judíos, y Cristo es quien nos salva.

Razones para pensar que San Agustín estaba equivocado en sus conclusiones

Tal y como ya vimos, Pablo fue educado estudiando un Antiguo Testamento en el que el dogma del pecado imputado por Adán era algo impensable. Por tanto, es seguro que el apóstol hubiera explicado mucho mejor este asunto si realmente hubiese pretendido presentar un “dogma” tan novedoso y radical como el que interpretó San Agustín desde su controvertido entendimiento del pecado original ¿No creen? ¡Difícilmente Pablo hubiera expuesto algo tan importante y revolucionario de un modo tan impreciso y alambicado!

¿Qué quería decir entonces Pablo?

Como decimos, nada indica que Pablo quisiera dejar aquí algo tan inédito y tan ajeno a todo lo que él conocía de la Torá acerca del pecado. Su énfasis es que lo que salió mal en Adán es rectificado en Cristo y que el plan de Dios con la humanidad vuelve a reactivarse en Jesús. Sus textos de Romanos y Corintios insisten en algo ya asumido por nosotros (pero no tanto por entonces) en cuanto a que existe la realidad del pecado en todos y que Cristo es su solución, que no es poco.

Como Peter Enns señala, en la teología de Pablo la creación comienza como un nuevo punto de partida en Cristo. Esto no significa que el pecado se hereda, sino que tras entrar por Adán se convirtió en un poder universal que ejerce su dominio tanto en judíos como en gentiles. En este sentido sí debemos creer en un “pecado original”, pero no en el sentido Agustiniano de que cada bebé nace condenado al infierno por el pecado concreto de un primer individuo necesariamente histórico llamado Adán ¡El Antiguo Testamento era muy claro en que esto no es así!

Fijémonos en que en los capítulos del 1 al 3 de Romanos el problema universal del pecado se expone con bastante detalle. Y, sin embargo, no existe ahí ninguna referencia a Adán. Y no hace falta porque a donde Pablo quiere llegar es a que “todos pecamos…”. Ese es el meollo de todo su escrito. Y por eso Pablo no dice nada de Adán en 15 de sus 17 epístolas dirigidas a diferentes comunidades de nuevos creyentes. Pero sí les habla en todas ellas de una humanidad que peca y que al mismo tiempo es perdonada en Cristo ¡De eso trata todo esto!

Jesús tampoco habla de Adán al exponer nuestra situación

En los evangelios vemos cómo Jesús continuamente decía que había venido a liberarnos del pecado… y tampoco habló de revertir una imputación del error concreto de Adán. Jesús nunca metió a Adán en “el plan de salvación”.

Texto complejo también de traducir ¡Y San Agustín no sabía griego!

En esta misma línea, Juan Caballero aporta observaciones clave en Romanos 5, 12: “En general, los exégetas modernos han dejado de lado la traducción de έφω como in quo, y que está en la base de la interpretación que san Agustín dio de este versículo: «en el que (Adán) todos pecaron»[2]. Hoy día, la tendencia general es darle a esta expresión un valor causal, y traducirla como «porque». [..] «por cuanto», «puesto que», «ya que», y que así es como la habían interpretado siempre los griegos. Como consecuencia, Pablo estaría afirolando aquí una causalidad de los pecados personales en la muerte eterna de todos los hombres […] El Apóstol, dice Penna, no está interesado ni en precisar cómo se transmite el pecado de Adán ni en hacer disquisiciones sobre la naturaleza de la libertad humana, sino en afirmar el hecho de que en las acciones pecaminosas de los hombres (el verbo ήμαρτον remite a hechos más que a un estado) de algún modo sale a la luz, como de una corriente subterránea, y pulula de nuevo, el antiguo pecado de Adán[3]”.

Las aclaraciones de Caballero son importantes porque San Agustín no dominaba el idioma griego en el que Pablo escribió. Ni mucho menos.

Así que es por todo esto que resulta realmente sorprendente que una doctrina tan determinante y con tantos problemas fuese elaborada a partir de la interpretación de un texto en griego extremadamente complejo por parte de alguien ¡Que no sabía griego! Pero su interpretación se convirtió en dogma, también porque venía bien a la jerarquía católica. Se prohibía cuestionarla, se repetía día y noche asimilándose con naturalidad de generación en generación. Y así hasta hoy… en líneas generales.

Veamos ahora el otro texto de Pablo en el Nuevo Testamento acerca de Adán y la salvación:

1ª Corintios 15, 21-22

Por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.

La idea de esta cita de Adán en Corintios es básicamente parecida a la ya comentada acerca de Romanos 5. Expone el mismo problema y la misma solución de fondo.

Marcos Abbott cita a Gordon Fee para señalar que “el interés es en última instancia teológico; lo que le interesa aquí a Pablo no es solamente la muerte de los individuos, sino la muerte misma en tanto que es el enemigo final[4]”.

Fijémonos que en Romanos 1,18 y 3, 20 Pablo dice que tanto paganos como judíos son pecadores y que necesitan una salvación que (además de ser para los hijos de Abraham) ahora está disponible para los hijos de Adán. Es decir: ¡Para toda la humanidad! Adán no es Abraham, el padre únicamente de los judíos ¡Adán es el padre de todos! Es el padre de quienes habitan en Roma o en Corinto, no solo en Jerusalén. El pecado es un problema universal desde Adán, no un asunto específico de los hebreos ¡Esto fue muy importante! En un sentido, el problema trata más de un pecado universal que “original”.

La exposición de este paradigma explica también por qué esta relación entre Adán y nuestro pecado nunca aparece en libros de La Biblia dirigidos a judíos. Ellos ya sabían que cometían pecados, pero no todos los gentiles asumían esto. La idea de impacto, por tanto, consistía en hacer ver que todos – judíos y gentiles- partimos de la misma necesidad de Cristo como salvador.

El dogma del pecado original venía muy bien al poder religioso

Seguramente fue un error de la tradición y de San Agustín forzar el paralelismo entre Cristo y Adán más allá de la cuenta para concluir que todos nacemos “condenados” por culpa de lo que hizo un día un tal Adán. Tampoco debemos ser ingenuos e ignorar que detrás de los dogmas ganadores de la Iglesia oficial influían intereses de control religioso ¡Que un dogma favorecía a los intereses de la jerarquía siempre sería algo muy importante para validarlo!

Y por si fuera poco, además de lo ya comentado contra el gnosticismo, qué duda cabe que el que todos nazcamos ya condenados genera miedo ¿Quién va a poder librarnos de una inapelable tortura eterna? ¡Y el arma más poderosa para dominar es siempre el miedo!

En este caso, es evidente que el dogma del pecado original crea una necesidad de obediencia absoluta al poder religioso encargado de ofrecer soluciones delegadas por Dios para tan terrible condena eterna desde el mismo nacimiento. Evidentemente, el dogma del pecado original (independientemente de su dudosa armonía bíblica) fue muy conveniente también para la economía vaticana, su venta de indulgencias y un largo etcétera de beneficios sociales.

Pero la pregunta clave sigue siendo: ¿Realmente era esa supuesta condena debida al “ADN adánico” lo que quería transmitir Pablo? ¿No será que querría transmitirnos algo más básico acerca de la realidad del pecado universal y de su solución en Cristo? ¿No es el dogma del pecado original más una inercia de la tradición que una verdad auténticamente bíblica y liberadora?

La respuesta a estas preguntas queda en manos del lector.

En el siguiente y último artículo terminaremos con una propina de BONUS TRACK de 3 preguntas típicas sobre el tema ¡No dejes de leerlo porque apuntala aspectos importantes del tema! Las preguntas que trataremos para terminar serán:

  • ¿Qué ocurre entonces con el pecado de los niños fallecidos?
  • Si Jesús fue un personaje histórico: ¿Adán también debió serlo al ser citados ambos juntos?
  • ¿Creía Pablo en Adán como un personaje histórico?

 

[1] Citado por Bernard Sesboüé y  traducido del francés por José Pedro Tosaus Abadía en: El Pecado original: ¿Un código de falibilidad? , Revista Internacional de Teología Concilum, Editorial Verbo divino, febrero 20024, nº 304, p. 14

[2] https://ocamexico.org/ancestraloriginal

[3] Wikipedia: Pecado original/Enciclopedia sobre judaísmo

[4] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, Clie, 2008

[5] Cfr. Lozano, a., Romanos 5, 183-186 y 188-189

[6] Juan Luis Caballero (U. Navarra), Rm 5, 1 2 y el pecado original en la exégesis católica reciente. Penna, r., Romani, I, 455-456. Cfr. Pitta, A., Romani, 234. Citado por  Juan Luis Caballero, Rm 5, 1 2 y el pecado original en la exégesis católica reciente, SCRIPTATHEOLOGICA/VOL. 46/2014/ 121-140 ISSN 0036-9764. P. 130, 131 y 133

[7] Op. Cit.

[8] Agustín, De poena et remissione peccatorum [Sobre la pena y la remisión de los pecados], I,26; PL 44, 131; Vivès 30, pp. 31-32

[1] William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, Clie, 2008

[2] Cfr. Lozano, a., Romanos 5, 183-186 y 188-189

[3] Juan Luis Caballero (U. Navarra), Rm 5, 1 2 y el pecado original en la exégesis católica reciente. Penna, r., Romani, I, 455-456. Cfr. Pitta, A., Romani, 234. Citado por  Juan Luis Caballero, Rm 5, 1 2 y el pecado original en la exégesis católica reciente, SCRIPTATHEOLOGICA/VOL. 46/2014/ 121-140 ISSN 0036-9764. P. 130, 131 y 133

[4] Op. Cit.

Parte 3 de 6. PECADO ORIGINAL. ¿Condenados por el pecado de Adán? ¿Qué dice el Antiguo Testamento?

¿Condenados por el pecado de Adán… o por los nuestros? ¿Qué dice el Antiguo Testamento? Parte 3 de 6

Tras habernos acercado en el anterior artículo a algunos problemas para conciliar la evolución con la inmortalidad y otros aspectos observados en el libro de Génesis, debemos decir que la imputación universal por causa del pecado concreto de Adán fue algo impensable a lo largo del Antiguo Testamento. Basta echar un ojo a las innumerables explicaciones del Pentateuco (los 5 primeros libros de La Biblia) acerca de la limpieza del pecado, el templo, la ley, los ritos… Todo ignora completamente cualquier relación de imputación o culpa heredada de parte de Adán. Y esto incluye todo el contexto del mismo relato fundacional (Gn. 1-3) donde tampoco se presenta La caída como un acto de infección a toda la humanidad posterior. Si eres u cristiano de toda la vida, quizás esta evidencia bíblica te resulte sorprendente. Pero aún hay más…

El término “pecado” no aparece en La Biblia hasta el capítulo 4 de Génesis con Caín y Abel. Curiosamente, y lejos de apelar a la supuesta culpa “recién” heredada de su padre Adán, el pecado es presentado como algo que “está acechando en la puerta” y que “no obstante, tú puedes dominarlo” (4, 7).

Esta primera alusión al término pecado armoniza con el resto del Antiguo Testamento en el que el Israel de la alianza no se presenta como incapaz de agradar a Dios. La ley y los profetas asumen la posibilidad del pueblo de agradar al Señor, de ser justos y rectos mediante la obediencia a La ley de Dios. Israel nunca se describe como anulado o condenado por causa del pecado de Adán ¡En absoluto! No son zombis.

Ciertamente, durante un tiempo en La Biblia algunos pensaban que el pecado de los padres se heredaba durante varias generaciones. Hasta la cuarta generación se llega a concretar en alguno de los textos más antiguos de La Biblia (Ex. 20, 5; 34, 7). Pero incluso en estos textos tampoco se señala a Adán y Eva como culpables. Nunca. De hecho, serían las propias Escrituras quienes en su luz progresiva finalmente zanjarían este asunto afirmando contundentemente que cada uno paga por sus propios pecados, no por herencia de ningún tipo:

Dios también me dijo: «Los israelitas repiten a todas horas ese refrán que dice: “Los padres la hacen, y los hijos la pagan”. Pero yo me pregunto por qué lo repiten. Porque yo les aseguro que ese refrán no volverá a repetirse en Israel. La vida de todo ser humano me pertenece, tanto la de los padres como la de los hijos. Sólo morirá aquel que peque. […] Ni el hijo tiene que ser castigado por los pecados del padre, ni el padre tiene que ser castigado por los pecados del hijo. Sólo morirá la persona que peque. Quien haga lo bueno recibirá lo que merecen sus buenas acciones; quien haga lo malo recibirá lo que merece su maldad” (Ezequiel 18: 2-4; 20 (TLA). Ver también: Isaías 53, 6. Génesis 6, 5-7; 6, 21.)

A pesar de todo, el debate de la culpabilidad heredada de los padres seguiría aún abierto en algunas ramas del judaísmo del siglo I. Esto se observa cuando a Jesús le preguntan: “Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?Ni él pecó, ni sus padres — respondió Jesús” (Juan 9, 2-3).

Ya en línea con lo que hemos leído en Ezequiel, autores como Santiago vincularían la muerte espiritual a las acciones pecaminosas personales: “Cada uno es incitado a pecar por su propia avidez, que lo arrastra y lo seduce. Después la avidez concibe y da a luz al pecado, y el pecado, una vez consumado, origina la muerte.” (St. 1, 14-15). Esto puede parecernos normal, pero en una antigüedad en la que el pecado a menudo es considerado como algo comunitario e imputable como herencia, la idea de pagar por aquello de lo que uno mismo es responsable resultaba bastante desafiante y liberador: Yo soy condenado únicamente por mi pecado, no por el de Fulanito.

El pasado de la humanidad está lleno de misterio. No sabemos bien qué pasó al comienzo del todo ¿Cuándo llegamos a ser verdaderamente humanos? … Pero sí sabemos que el futuro lo observamos con esperanza en Jesús. Y esto será en lo que insista el Nuevo Testamento. Ahí se nos revelará mucho más claramente la realidad de una vida eterna junto a Dios y que nuestro pecado ha sido perdonado.

Sin embargo, en el Nuevo Testamento encontramos también algunas palabras como las del Apóstol Pablo que hablan del pecado de Adán y de sus consecuencias. Y por esto los cristianos que consideramos La Biblia como guía nos preguntamos: ¿Qué hacemos con las palabras de Pablo sobre el pecado de Adán? ¿Cómo entender aquello que hoy llamamos pecado original cometido por Adán?

Esto lo veremos en el siguiente artículo

Paso 15. Rodeados de incertidumbres, firmes en la roca

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 15 de 15. Fin de la serie.

Llegamos al último capítulo de esta serie abordando una pregunta típica tras comprender que existen mandatos de La Biblia que no se escribieron para nosotros hoy… Pero entonces: ¿No existe un riesgo de subjetividad al decidir qué mandatos son para nosotros y cuáles no? Y la respuesta es que sí, que ese riesgo existe… como muchos otros riesgos que forman parte de nuestra libertad en la toma de decisiones.

Pero no todo es absolutamente relativo. Existen elementos objetivos que nos ayudarán a discernir cuál puede ser una aplicación pertinente de enseñanzas de La Biblia. Para ello debemos tener en cuenta algunos principios:

  1. Humildad: Comenzamos por asumir que siempre habrá un grado subjetividad en nuestra interpretación.

Toda narrativa es siempre interpretada. Nadie se amputa un miembro de su cuerpo como Jesús dijo que hiciéramos (Mateo 5, 29-30). Nadie, o casi nadie, “vende todo lo que tiene y se lo da a los pobres” (Mc 10, 21) como también dijo Jesús a quien le hizo una pregunta universal y atemporal como “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (vs. 17). Todos interpretamos y decidimos qué mandatos debemos aplicar literalmente en nuestras circunstancias y cuáles no. Y en un sentido bien entendido, así debe ser. Así que no son solo “los otros”, los herejes, quienes toman unas cosas de La Biblia y otras no. El punto es si lo hacemos correctamente.

La buena noticia es que a pesar de que no somos intérpretes infalibles, Dios nos habla y actúa en nosotros, con nuestras miserias, grandezas y contradicciones. De este mismo actúa con sus siervos a lo largo de toda La Biblia. Y esto nos da paz así como nos ayuda a centrarnos en lo esencial que sí está muy claro en La Biblia cuando se lee mediante “el filtro” de Jesús.

El Dios de Jesús no nos pide ser doctores en griego y arameo bíblico para poder tocarnos con su Espíritu en nuestras vidas. Pero sí somos llamados a buscar discernimiento y creatividad para extraer de La Biblia aplicaciones liberadoras para hoy. En algunas áreas lo conseguimos más fácilmente y en otras necesitaremos de un proceso de aprendizaje en el que seremos moldeados desde el acierto y la torpeza.

El camino en el cristianismo es siempre un fin en sí mismo ¡Ven y sígueme! Por eso en los evangelios Jesús hizo tantas cosas importantes “yendo de camino a…”. En El camino sucede todo.

  1. Que La Biblia no sea siempre clara… es algo bueno. Nos recuerda que no somos Dios y nos empuja al discernimiento.

La realidad de nuestra subjetividad también nos conduce a aspectos positivos como la pertinencia de la necesidad cubierta o la libertad. Por eso (como ya vimos en anteriores artículos) en La Biblia Dios también permite que sus hijos cuenten las historias tal y como ellos la viven. En estos desahogos y licencias consentidas también se manifiesta el poder y la cercanía divina en nuestras vidas. La subjetividad de los siervos de Dios en La Biblia es también un reflejo de lo que ocurre en nuestras comunidades de fe y en cada uno de nosotros.

Igual que los personajes de La Biblia, todos somos únicos, raros, contradictorios, bellos, falibles, influenciables, pobres, egoístas, sufridores, ingenuos… y Dios cuenta con ello. Nos ama con todo el pack aunque haya cosas que debamos soltar para ser pasadas por fuego.

Como hemos ido comentando a lo largo de esta serie, La Biblia es una biblioteca que albergan diferentes intenciones y géneros narrativos que son expresados mediante códigos de su propia cultura.

Como en la película El libro de Eli de Denzel Washington, muchas personas ven en La Biblia un objeto que puede ser domesticado desde la arrogancia interpretativa para excluir y dominar mediante el miedo. Nadie lo dice o lo piensa así ¡Claro!  pero es lo que ocurre dentro de nosotros. Pero la verdad que libera es aquella en la que en “el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no ha sido completado en el amor” (1ª Juan 4, 18).

El ansia de poder y la necesidad de reconocimiento está detrás de casi todo lo que hacemos. Pero Jesús, La Palabra, afirmó no haber venido “para destruir almas, sino para salvarlas.» (Lucas 9, 56). Incluyó en su misión preferencial a los perdidos, a los parias, a quienes le deseamos mal al otro. El Reino en el que desemboca toda La Escritura es un escándalo acerca del poder del amor, “porque toda La ley se resume en amar a Dios y al prójimo” (Mateo 22, 39-40).

El misterio, lo chocante y lo raro de La Biblia debería fomentar el diálogo, el respeto, la fe y esa humildad de la casa de acogida llamada Iglesia. Aunque suene paradójico, pretender tenerlo todo doctrinalmente atado “claramente” tiene más que ver con nuestra falta de fe que con la verdad de La Biblia.

Sí. La serpiente del Edén aseguró que podíamos conocer lo que Dios conoce. Y aunque nadie lo admita, esto es lo que piensan de sí mismo y de su interpretación de La Biblia muchos cristianos influyentes. Aquel reptil infiltrado en El paraíso nos conoce bien y sabe que en nuestra sed de certezas es insaciable. Sabe que necesitamos que nos den la razón para mantener la paz. Pero el Reino de Dios es otra cosa mucho más libertadora.

En palabras de Adrián Aranda, “el fundamentalismo, ontológicamente hablando, no es más que huir de esa incertidumbre, es huir de la incertidumbre propia de la condición humana, finita, mortal. […] El texto [bíblico] debe pasar inevitablemente por el tamiz de nuestra constitución humana y eso lo altera, lo vuelve interpretación […] ¿Acaso no dice Pablo que vemos a través de un espejo borroso? ¿Por qué negar esto o seguir intentando limpiar el espejo? Lo borroso nos es inherente […] [1]”.

La incertidumbre nos recoloca en la fe y el amor

El cómo debemos interpretar La Biblia no es tanto un debate entre cristianos que la aman “de verdad” y quienes no. No suele ser así. He comprobado que nuestras diferencias como creyentes no se originan por un asunto de “autoridad de Las Escrituras” como falsamente repiten algunos que se sitúan a sí mismos en el bando correcto. No. Las diferencias entre sinceros servidores de Jesús que creen en La Biblia como inspirada por Dios tiene más que ver con cómo la interpretamos y dónde establecemos las líneas rojas que separan la pluralidad interpretativa de la herejía. Y esto no es tan sencillo como afirmar que el hereje es siempre el otro o que “todo está muy claro en La Biblia”. Lo que sí es una herejía es poseer una concepción demasiado alta de nosotros mismos como intérpretes.

Algunas rupturas entre hermanos son especialmente dolorosas cuando desde un falso “amor a la verdad” se rompen puentes que no debieron romperse nunca. Antes de llegar a esto convendría preguntarnos: ¿Nos hemos fijado en cómo toleramos “la herejía” de nuestros seres más amados? ¿Verdad que no los excluimos tan fácilmente de nuestra vida como al hermano que nos cae mal? Hay algo -o mucho- de incoherente en este “amor a la verdad”. Es más amor a nuestra carne de lo que nos gustaría admitir.

A muchos cristianos nos hubiese gustado que La Biblia hubiera sido más explícita respecto al futuro de la humanidad. Pero se nos dejó el libro de Apocalipsis ¿Y por qué no algo más claro? ¿Por qué recurrir a extrañas imagénes de un género oriental ya desaparecido que ha generado inagotables especulaciones? Quizás el misterio deba llevarnos a la adoración y esté ahí por eso. Quizás no hubo más certezas tangibles y concretas en La Biblia adrede.

La inestabilidad de la interpretación humana que tanto miedo da a los guardianes de la ortodoxia no es tanto una debilidad humana como un instrumento de Dios para nuestra transformación. Determinada incertidumbre expuesta en La Biblia no es una falla sino un medio por el que el Espíritu nos moldea.

Pero aquello que el Padre nos ha mostrado claramente en Jesús debería ser suficiente para seguirle con confianza en esta aventura. Todo lo que veo en Jesús me es suficiente para vivir y tratar de amar al otro.

Cuando el Maestro manda a sus discípulos en misión les dice que vayan sin mochila, sin cargas extras. Les dice que vayan con lo puesto:No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni zurrón, ni pan, ni dinero. Ni siquiera ropa de cambio” (Lucas 9, 2-3). (Esto es algo que, por cierto, nadie hace hoy literalmente).  Y es que de eso trata el viaje. De seguir a Jesús con lo básico en un peregrinaje con sombras y nieblas. Pero sobre todo confiados en que al final del camino nos espera el abrazo del Padre. En ese momento todas nuestras preguntas y diferencias carecerán ya de importancia. Allí hallaremos la clave para interpretarlo todo. De momento tenemos “la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de todas: el amor” (1ª Co. 13, 13). ¡Más que suficiente!

[1] https://www.pensamientoprotestante.com/2020/11/una-introduccion-al-cristianismo_21.html

Paso 14. Barbaridades en el nombre de Dios

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 14 de 15

En el artículo anterior expusimos algunos conceptos para comprender y contextualizar aspectos de La Ley de Moisés que hoy nos resultan despiadados o injustos (¡Échale un ojo antes de continuar!). En esta segunda parte ampliaremos principios hermenéuticos que necesitamos para abordar lo más chirriante de La Biblia.

Y es que los textos más crudos de La Biblia también pueden aportarnos algunas lecciones. Por algo están ahí. A menudo nos hablan de las consecuencias del mal, del daño que produce nuestra arrogancia, del racismo o de la instrumentalización del nombre de Dios. Lo más horripilante de La Biblia también es una advertencia para no repetir la historia y valorar hasta donde ha llevado Dios a su pueblo en su misericordia ¡Cuántas barbaridades se han hecho y aun así Dios no nos ha abandonado! Son muchas las enseñanzas que albergan los relatos más repudiables que a menudo no fueron escritos para que hoy los justifiquemos como éticamente aceptables.

En el nombre de Dios

Bienaventurado será quien estrelle a vuestros hijos pequeños contra las rocas” (Salmos 137, 9).

En ocasiones las narraciones bíblicas tienen como propósito impactar desde las consecuencias de determinados actos o desde el desconsuelo de sus protagonistas. Un ejemplo es cuando el salmista exclama “Bienaventurado será quien estrelle a vuestros hijos pequeños contra las rocas” (Salmos 137, 9). Nadie borró de La Biblia este desahogo desesperado que tenía como causa la opresión del enemigo. Y es que a Dios no le importa que el autor se exprese con sinceridad, aunque sea una barbaridad lo que el salmista dice.

Pero reventar niños contra las rocas no es un mandato divino ni una buena idea, aunque lo diga La Biblia. En Las Escrituras se dicen muchas cosas y es probable que en este caso también sea una manera hiperbólica de hablar, como tantas otras de nuestras expresiones actuales (algunas políticamente incorrectas) tipo: ¡Te voy a partir la cara como no te comas la sopa! o ¡Al Infierno con ellos!, entre otras. Pero nadie toma una sierra y parte en dos trozos la cara un niño porque no se comió la sopa. Así que ante un texto como Salmos 137, 9 que se ha usado para señalar a La Biblia como bárbara, el lector sin prejuicios puede descubrir unas Escrituras que no censuran la rabia del salmista. Esto es lo que a menudo también esperamos que un Dios compasivo haga con nosotros ¿No es cierto?

La libre exposición de una vivencia personal es en realidad un aspecto precioso de La Biblia. Como cuando el salmista dice “ya soy viejo, y no he visto ningún justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan” (Salmos 37, 25). No se trata de una promesa de prosperidad económica para todo creyente de cualquier tiempo y lugar. No. Se trata de la experiencia del salmista, quien de algún modo expone el principio general de que todo justo se esfuerza, siembra y -a diferencia del injusto vago e irresponsable- recoge el fruto de su trabajo. Esto fue lo que él vio, aunque por desgracia esto no es una regla matemática para cualquier contexto. Ni mucho menos.

El punto es que el relato del salmista, su alabanza, su clamor o su queja fueron conformadas por sus experiencias que son manifestadas delante de un Dios vivo y cercano.

Como afirma Dionisio Byler, La Biblia en ocasiones “sencillamente nos informa de que hubo personas capaces de pensar que Dios inspiraba tal o cual acción, pero obligándonos a decidir hoy que se equivocaron y proponernos solemnemente que nosotros nunca jamás caeremos en tamaño engaño. Todo lo que pone la Biblia, entonces, es cierto. Tan cierto como que estas barbaridades —y también estos logros y esta belleza de espíritu— son parte del registro histórico de la humanidad y ocurren cada día en nuestra propia generación[1]”.

Guerra santa

En otras ocasiones, ocurrirá que determinadas barbaridades tendrán cierto sentido en su contexto. En La Biblia vemos batallas que se consideraban guiadas por Dios en la que la destrucción del cruel malvado enemigo era considerada como con la extirpación violenta de un cáncer. (Para más explicaciones: “Guerra y violencia en el Antiguo Testamento”)

En La Biblia también aparecen personas que atribuyen a Dios ideas que no vienen realmente de él, como los amigos de Job.  Cristopher J.H. Wright, en su libro con prólogo de John Stott, recuerda que hay “casos en el Antiguo Testamento en que la gente pensó que Dios quería algo y más tarde encontraron que estaban equivocados […] Hay ejemplos en los que Dios rechaza la violencia excesiva, aun cuando el que la cometía pensaba que estaba actuando por mandato de Dios. Jehú, por ejemplo, fue ungido por Elías con la comisión de destruir la casa del apóstata Acab y Jezabel (2 Reyes 9:6-10). Convirtió el asunto en un baño de sangre y exterminó a todos los sacerdotes de Baal. Más tarde, Oseas condenó aquellas acciones (Oseas 1:4)[2]”.

Brian McLaren experimentó cómo un enfoque contextualizado de La Biblia le había “liberado de la necesidad de defender la violencia que se encuentra en la Biblia, a menudo atribuida a Dios. También me ha liberado del extremo opuesto: la necesidad de desechar la Biblia, debido a esta violencia”[3].

“No he encontrado ni una mujer buena”

“He encontrado un hombre bueno entre mil, pero no he encontrado una sola mujer buena” (Eclesiastés 7, 28). Nos equivocamos si decimos que La Biblia es misógina porque nos expone textos de frustración personal.

¿Y en qué sentido este versículo podría ser “Palabra de Dios”? En él se muestra un corazón herido por malas experiencias. Es bueno ver cómo aquellas bajezas (así como las grandezas) pudieron ser arrojadas delante de Dios sin reproche. A Dios no le importa que el autor se exprese con sinceridad, aunque sea una triste conclusión la del autor.

Y quién sabe si tras aquellos desahogos los autores comenzaron a ser sanados ¿Y qué sería de nosotros si Dios nos rechazase por nuestras injustas conclusiones o contradicciones? Ni uno de nosotros se libraría. Y de esto también nos habla La Biblia. Damos gracias a Dios por cómo es, por su compasión y acompañamiento en medio de nuestras miserias.

Discernimiento y mirada a través de Jesús

Muchas bendiciones o maldiciones en La Biblia simplemente describieron el corazón de aquella persona en aquel momento. En ocasiones nos hablan más de la visión que ellos tenían de Dios y de sus necesidades que de cómo es Dios en realidad ¡Y cuantas veces tuvo que corregir Jesús a sus discípulos por esto! Cuántas veces les dijo que las cosas no eran exactamente tal y cómo se les dijo. Y en todo esto La Biblia apunta a Jesús. En su persona encontramos, el camino en el que interpretar la vida, a menudo desde procesos de aprendizaje que combinan el acierto y el error. En esto consiste también La gracia.

[1] Dionisio Byler, Todo lo que te preguntabas sobre La Biblia, Biblioteca Menno, 2014, pp. 112-113

[2] Cristopher J. H. Wright. El Dios que no entiendo, Vida, p. 90, 2010, prólogo de John Stott

[3] Brian McLaren, La Biblia no es el problema, 03-04-2017 laconversacionencurso.org

Paso 13. Jesús y los aspectos más horrorosos de La Ley divina

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 13 de 15

Llegamos a la parte más popular de La Biblia en cuanto a sus problemas morales: ¿Qué pasa con la crueldad y mandatos bíblicos más atroces? ¿Pudieron ser ordenados por un Dios bondadoso?

Vayamos por partes… Comenzando por algunos conflictos que se nos presentan al acercamos a La Ley de Moisés.

Algunos cristianos han tratado de solucionar estos problemas éticos dividiendo La Ley en tres partes clasificadas habitualmente como ceremonial, legal y moral. Según esta explicación, la parte moral sería aquella parte perpetua, la aún vigente incluso para los cristianos. Por otro lado, la supuesta parte ceremonial y la legal quedarían abolidas para hoy por estar pensadas para aquella teocracia anterior a Jesús.

Bien. Pero, ¿Es esta una respuesta convincente? ¿Es esta división tripartita acorde a su contexto? Lo cierto es que no del todo, pues para los judíos del Antiguo Testamento La Ley era un todo que no concebía de esta forma tripartita (moral, ceremonial y civil). No entendían de separaciones entre Iglesia y Estado.

¿Existen leyes «civiles, no morales»?: Esclavos y teología dominante

En segundo lugar, señalar algunas leyes hebreas como “las morales” dejando al resto de mandamientos fuera, es inadecuado porque toda ley de cualquier época está siempre sostenida por argumentos morales.

La regulación de la esclavitud (Lv. 25), por ejemplo, es un tipo de ley legal o social, pero también  moralmente aceptable  en la antigüedad e incluso para muchos cristianos occidentales que la justificaban hasta el siglo XIX. La Ley de Moisés exponía algunas directrices que dignificaban al esclavo, cierto. Pero también decía cosas como que puede ser apaleado hasta morir si sobrevive “uno o dos días, porque es propiedad de su dueño” (Ex. 21, 20-21). Esta concesión que hoy nos horroriza se fundamentaba en que los esclavos pertenecían a sus dueños como también sus hijas o mujeres.

Por esto no debemos engañemos con piruetas argumentativas imposibles o realizando juicios desde nuestra cultura actual: Aquello era moralmente aceptable en su momento. Pero no lo es para una visión cristiana actual.

Si hoy desechamos la esclavitud es porque entendemos que no es digno a la luz de Jesús, no porque hayamos conseguido averiguar que la regulación de los esclavos no pertenece a una supuesta parte moral de La Ley de Moisés sino a la sección legal o ceremonial. No. Esos «argumentos» son solo un salto al vacío, una apologética suicida.

La clave, por tanto, no trata de negar el proceso moral de su tiempo sino asumir que Dios aún tenía que “soportar” ideas enquistadas en aquella cultura. Como creyentes en la inspiración de Las Escrituras sí podemos decir que el Dios de Israel se asoma en el progreso humanizador de una esclavitud que, a pesar de todo, era menos cruel que en sus naciones vecinas.

Pero no estamos llamados a justificar ni a blanquear aquella esclavitud con argumentos de cristal. Debemos admitirla con naturalidad sabiendo que aún no habían llegado a una revelación de Dios más plena en Jesús.

Que hoy, por ejemplo, no consideremos la esclavitud éticamente correcta es gracias en gran parte a esos abolicionistas cristianos que se enfrentaron a una mayoría religiosa que entendía de forma literal y atemporal estos textos “esclavistas” de La Ley de Moisés. Richard Furman, presidente bautista en los EE.UU. dijo entre aplausos en 1838 que “el derecho de tener esclavos está claramente establecido por las Sagradas Escrituras, tanto por precepto como por ejemplo[1]”.

Pero… ¿Alguien se imagina escuchar esto hoy? Y, sin embargo, La Biblia no ha cambiado. Somos nosotros como intérpretes los que cambiamos. Y hoy interpretamos mejor La Biblia en este asunto que muchos teólogos de siglos anteriores. Así que cada generación necesita auto examinarse y seguir preguntándose: ¿En qué podemos estar equivocándonos hoy? ¿Qué mandatos que de La Biblia que antes tenían cierto sentido hoy pueden ser superados por la luz de Jesús?

Contextualizando. Las mujeres en La Ley

Saliendo un momento de La Ley de Moisés, y mirando cómo comprender la labor de contextualización desde el Nuevo Testamento, un ejemplo ilustrativo son los versículos en los que Pablo pide que las mujeres callen durante determinadas situaciones (1 Co. 14, 34). Incluimos también aquellos versos en los que directamente se las ordena que no enseñen (1 Ti. 2, 12) Bien… Pero ¿Qué hacemos  los cristianos con estos mandatos machistas? En primer lugar, debemos saber que la mujer era una propiedad legal del Pater familia. Ellas no tenían los mismos derechos que los hombres y socialmente no se esperaba que ejercieran determinados roles. Es importante saber que esto era lo esperable tanto entre los judíos como por el resto de la sociedad romana.

De acuerdo. Pero fijémonos ahora en que los argumentos del apóstol para ordenar este silencio a las mujeres de Corinto son por causa del mal testimonio, indecoroso, contrario a la ley (del Imperio) o considerados una falta de respeto… (1ª Corintios 14 y otros).

Ok ¿Y qué ocurre si en nuestra cultura tratamos de contextualizar estos mismos principios? Pues que hoy deberíamos pedir a las iglesias ¡Justamente lo contrario! Es decir: ¡Debemos procurar que la mujer pueda expresarse igual que un hombre! … pues aquello que hoy resulta de mal testimonio, contrario a la ley, indecente… etc. es que una mujer guarde silencio por ser mujer ¿Se capta en qué consiste la contextualización?

Captura de vírgenes como botín de guerra, prueba del pañuelo, muerte para ellas y multas para ellos, brebajes abortivos…

Ahondando en la pertinencia de contextualización, sigamos tomando como ejemplo la consideración de la mujer volviendo a lo más crudo de La Ley del Antiguo Testamento:

Moisés les dice a los varones israelitas que como botín de guerra deben quedarse con las “adolescentes vírgenes, pero matar a los niños y a las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales” (Nu. 31, 15-41) ¡Vaya! Luego hay otros mandatos que hoy nos resultan muy poco igualitarios (por decirlo suavemente) como la orden de apedreamiento para la esposa infiel mientras que -por cometer el mismo hecho- solo se impone una multa y el casamiento para el varón que se acuesta con otra mujer no casada (Dt. 22:28-29; Ex. 22, 15-16). Todo esto nos choca “un poco” ¿Cierto?

O qué decir de la pena de muerte basada en la “la prueba del pañuelo” para determinar la pureza virginal antes del matrimonio (Dt. 22:13-20). Hoy sabemos que esta prueba no es fiable y que, aunque sí lo fuera… ¿Qué pasa si ella salió “culpable” (=himen roto) porque quizás fue violada por su padre en secreto? ¿Era voluntad de Dios matar a toda mujer que haya sufrido  penetración previa al matrimonio mediante la prueba del pañuelo? ¿Y qué de la ausencia de indagaciones para la virginidad del varón? ¿Y qué acerca de darle a nuestra esposa un tóxico brebaje abortivo cuando nos surjan sospechas de infidelidad (Números 5)? ¿Era de Dios exponer a algo tan peligroso proceso a una mujer tan solo por celos del varón?

Son preguntas difíciles que trataremos de responder. Pero antes, aguantemos un poco más este mal trago y rasquemos otro poco más en lo más crudo de La Ley…

«Si a la mujer no se le oyó gritar cuando dice que la violaron, debe ser apedreada» (Dt. 22, 22)

Muchos en España recuerdan el terrible caso de “La Manada”[2]. Ocurrió durante la fiesta de los Sanfermines y en televisión se habló de ello durante meses. Se trataba de un suceso en el que una joven se sintió tan intimidada por sus acosadores que fue incapaz de gritar, ni siquiera de decir nada, cuando fue sexualmente abusada en plena ciudad. Los cristianos clamaban contra aquel abuso sufrido por esta mujer… obviamente.

Pero una aplicación literal de Deuteronomio 22, 22 hubiera llevado hoy a que “la joven sea apedreada hasta morir, porque no dio voces en la ciudad”. Espeluznante ¿Cierto? Se trata de un claro ejemplo que nos ayuda a entender que existen mandatos en La Biblia que deben ser rechazados desde la luz cristiana actual. Los cristianos no debemos sufrir tratando de justificar determinados mandatos aberrantes.

¿Qué hacemos entonces? Cultura humana e inspiración en lo bueno de La Ley

Un error común para comprender estos relatos reside en entender que la inspiración de Las Escrituras siempre equivale a que las conclusiones de los autores bíblicos exponen mandatos validados por Dios para todo tiempo y lugar. Pero no es así. Aquellas palabras “aberrantes” que leemos en estos casos son útiles «para siempre» en el sentido en el que nosotros aún podemos extraer lecciones de aquellas experiencias y acontecimientos.

Se trata de analizar siempre con discernimiento a la luz de Jesús. En ocasiones la enseñanza puede estar en el espíritu de sacrificio del personaje bíblico, en la sed de justicia o en la intención de la reparación del daño ¡Incluso desde aquella mentalidad cultural aún en proceso de avance! Pero no todo lo que leemos fue escrito para darle cabida en nuestra sociedad actual, desde luego. De hecho, esto es algo que ningún cristiano hace hoy tal y como hemos visto en distintos ejemplos durante esta serie ¡Gracias a Dios! Aplicar aquellos mandatos concretos que no es algo que Jesús, ni  la propia Biblia, digan que dábamos hacer hoy.

Dicho todo esto, si pretendemos realizar un juicio justo de La Biblia, debemos descubrir que no todo resulta tan lejano y repudiable. Ni mucho menos. El concepto de inspiración divina nos llama a fijarnos en aquello que fue positivamente trasgresor y liberador.

Este es el camino hermenéutico a seguir para que La Biblia inspirada sea también nuestra inspiración. Hay textos negativamente chocantes, sí. Pero también -incluyendo La Ley de Moisés- existen una mayoría de relatos y principios maravillosos que cambiaron el mundo para bien. Y ese es el punto clave para los creyentes. El llamado de Dios es a fijarnos en esa chispa que transforma el relato en algo diferente, en un paso hacia adelante que ilumina un nuevo camino que aún transita entre neblinas.

Fijémonos, por ejemplo, en leyes como la que dice que había que dejar un rincón del terreno agrícola para que los pobres pudieran recoger algo que comer (Lv. 23, 22). Eran avances humanitarios que están en La Biblia. De hecho, los textos más progresistas de La Ley son más abundantes que aquellos que hoy consideramos chocantes. La Biblia tiene cientos de páginas, la inmensa mayoría llena de liberadoras historias que -si se leen correctamente- nos aportan riqueza y motivos para la adoración.

Como Rob Bell dice[3], en Las Escrituras las nuevas ideas se sientan al lado de las viejas. El machismo o la violencia que dominaban el mundo están junto a una nueva comprensión de la paz y la justicia. La Biblia avanza hacia una dimensión más cercana y real de Dios que culmina en Jesús. Avanza porque va dejando estas viejas cosas atrás. En el asunto de la mujer, Jesús lo cambia todo con una actitud extraordinariamente trasgresora desde un trato igualitario inédito y sorprendente para su tiempo (Ver documento: Jesús y la mujer).

Contexto y luz que ayuda a avanzar

Debemos saber también que una inmensa parte de las leyes del Antiguo Testamento eran más avanzadas y humanizadoras que las de sus vecinos. Un historiador crítico y no cristiano como Antonio Piñero afirma que “en su momento estos textos supusieron un avance notable en una sociedad dominada por costumbres más bárbaras aún[4]”. Alberto de Mingo reafirma esta realidad: “No nos engañemos: la legislación del Pentateuco es brutal, inadmisible para nuestra sensibilidad moderna. […] Pero comparado con la legislación de su entorno cultural, también podemos descubrir una innegable tendencia humanista: el ser humano no es equiparable a los animales o las cosas[5]”. Se podría decir mucho más de lo bueno de La Ley. Existen numerosos libros al respecto. Y es en todo esto donde vemos el soplo divino. Como el profesor Dionisio Byler dice: “El Señor de Israel instruía, en fin, una sociedad de igualdad, solidaridad y especial atención a los más desafortunados: los inmigrantes, los huérfanos y las viudas, los esclavizados y oprimidos por deudas imposibles de pagar.[6]

Algunas leyes constituían un mal menor para circunstancias abusivas o que hoy desconocemos. Así que es importante diferenciar los principios potencialmente buenos que  alojan como -por ejemplo- la protección de la familia, la fidelidad o la contención de la violencia… de cómo los hebreos trataron de concretar estos valores desde su prisma cultural. En otras palabras: Debemos diferenciar el fondo saludable de la forma concreta de ejecución y que está impregnada de prejuicios culturales.

A menudo el asunto no trata tanto del cómo sino del por qué se hacen determinadas cosas en La Biblia. Incluso desde aquellas mejorables formas, los autores bíblicos pretenden transmitir que la integridad, la pureza o la protección del más débil… venían en última instancia de Dios. como dice Michael Bird, “se trata de determinar si los mandamientos son transferibles a nosotros de forma directa, son transferibles por analogía, requieren reinterpretación cultural o solo se limitan al contexto original[7]”.

La Ley también nos muestra aspectos que eran vistos como buenos por las naciones de la antigüedad y que incluyen a Israel entre ellas. En estos casos Israel pretende perseguir lo bueno y darle importancia porque entienden que todo lo bueno viene de Dios.

Otras de aquellas leyes tenían un sentido de protección ante peligros y circunstancias que hoy ya no suponen una amenaza para nosotros. Todo esto debe ser tenido en cuenta cuando analizamos lo más crudo de La Ley.

Tampoco conocemos los detalles de aplicación en algunos casos o el grado de exageración de algunas leyes escritas respecto a su aplicación cotidiana y real. Pero todo está ahí para que conozcamos la historia de un pueblo y su Dios.

El llamado “ojo por ojo” es un ejemplo que hoy suele mencionarse como venganza violenta y primitiva. Pero en La Biblia procuraba precisamente lo contrario. No hay constancia de que hubiera tullidos o ciegos en el antiguo Israel por su aplicación. El ojo por ojo (ver artículo) propone la proporcionalidad del castigo y del derecho entre ricos y pobres ya que todos tienen la misma cantidad de ojos y dientes ¡Ojalá este principio fuera una realidad en nuestras sociedades actuales! Así que sí: Hay mucho de bueno en La Ley de Moisés. Y todo lo bueno viene de Dios.

En La Ley también hallamos preceptos sorprendentemente positivos como el respeto solemne a los ancianos (Levítico 19, 32). O la acogida del inmigrante ¡No todas las culturas de aquel tiempo eran así! Levítico 24, 22 dice: “Una misma ley tendréis para el nativo y el inmigrante”. Son principios de igualdad y dignidad que ni siquiera se cumplen en nuestras sociedades democráticas actuales supuestamente más avanzadas.

Levítico también proporcionó la más valiosa y atemporal clave hermenéutica: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (19, 18) encendiendo la revolución en la que el evangelio hunde sus raíces. Son muchos los ejemplos de asombro positivo que proporciona el Antiguo Testamento.

Aunque en Las Escrituras se diga que La Ley fue dada por Dios, es la misma Biblia quien nos enseña que esta idea no debe entenderse como un todo absoluto sino como un telón de fondo general. Esto lo vimos muy claramente en ejemplos como el de las hijas de Zelofehad (Números 26, 2; 52-56; 27, 7) cuando pidieron cambiar La Ley de Dios porque les parecía injusta… y ¡Dios la cambió!

Jesús enseñó La Ley como algo más provisional y adaptado desde una cultura permeada por su espacio y tiempo, como algo de Dios pero que surge también desde un conjunto humano falible y en proceso. Pero si La Ley fuera el ideal supremo y atemporal de Dios, los cristianos aún seguiríamos aplicando todo lo que dice La Ley al pie de la letra. Y por ello el Nuevo Testamento va a insistir en que La Ley tenía su fecha de caducidad. Nos mostrará que en ella había un plan de pasos hacia adelante, cierto… pero también que -por ejemplo- La ley no integró plenamente la visión igualitaria entre mujeres y hombres que sí aparece en Génesis en donde Adán y Eva son creados a imagen de Dios [8].

En algunos aspectos nos tocará aprender de La Ley … en el sentido de aplicar algunos de sus buenos principios. Pero a menudo de otro modo, mucho mejor y más pertinentemente. Este caminar de Israel bajo La Ley es lo que Pablo quiso reflejar cuando dijo que dicha ley había sido un tutor (Ga. 3, 23-24). Un ayo o tutor era quien te guiaba al siguiente lugar. Es algo necesario durante un tiempo. Pero luego creces, maduras y dejas de necesitarlo. Dejas la leche espiritual.

Jesús y La Ley

La relación de Jesús con La Ley es más sagaz de lo que muchos piensan. Hoy hay quien dice que él no respetó La Ley al saltarse muchas de sus normas. Y otros dicen que él refrenda la vigencia de La Ley y que incluso radicaliza su aplicación. Pero el acercamiento de Jesús a La Ley es más profundo y liberador que todo esto. Cuando él dijo: “Habéis oído que se dijo…, pero yo os digo…”  quería mostrar que él conocía bien Las Escrituras. Al mismo tiempo señalaba cómo algunas de las interpretaciones más populares y literalistas de su tiempo acerca de La Ley eran incorrectas. Jesús es muy inteligente y pedagógico ante un auditorio religiosamente cerrado y tradicionalista. Él no se desmarca de La Ley sino que la valida con la intención de traer algo mucho mejor. Jesús mira al presente y al pasado para presentar un nuevo futuro.

Cuando leemos que su palabra “no puede ser quebrantada” o que “no pasará ni una iota de la Ley” hasta que todo se cumpla, está ratificando que todas aquellas leyes circunstanciales apuntaban a Él. Esto no significa -por tanto- que debamos aplicar cada tilde o jota de las terribles instrucciones que hemos comentado del brebaje tóxico de Números 5, de la mujer que no grita cuando la violan de Deuteronomio 22, etc. No. Jesús quiere decir que Él (y no La ley) es la revelación más completa de Dios. Por eso dice: “No penséis que yo he venido a anular la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas. No he venido a anularlas, sino a darles su verdadero significado” (Mateo 5, 17) ¡Eso es! Jesús se presenta como la respuesta a nuestras preguntas acerca de cómo debemos aplicar La Biblia.

Nos da luz para aplicar o desechar aquello que leemos y que no resulta en sintonía con Jesús, con quien realmente es La Palabra de Dios mostrada al mundo (Juan 1, 1). Las Escrituras son ahora filtradas desde Jesús, y no Jesús desde Las Escrituras.

Conectando de nuevo con nuestro ejemplo acerca de cómo son vistas las mujeres en La Biblia, recordemos cuando los religiosos llevaron a Jesús una mujer sorprendida en adulterio (Juan 8, 1-11). Fueron con La ley en la mano, pues según Levítico 20, 10 aquella mujer debía ser lapidada (igual el hombre al que por alguna razón no retuvieron). Pero Jesús la perdona y la deja marchar. Interpretó La Ley de un modo muy diferente. Aplicó una hermenéutica restaurativa rompiendo los esquemas de la aplicación punitiva desde una supuesta lectura literal del mandato. Jesús marca el camino correcto de interpretación.

Jesús trae algo mucho más sublime que cambiaría el mundo para siempre. Cuando él dice que “toda La Ley se resume en amar a Dios y al prójimo” (Mateo 22, 40) coloca su persona como fin y cumplimiento de aquella ley ¡Se acabaron los debates y polémicas!

No nos consta que Jesús apedrease adúlteros o que se lavase las manos antes de comer como establecían aquellos escritos de La ley leídos literalmente. Él hace otras cosas diferentes e incluso contrarias. No nos imaginamos a Jesús dando palizas a los esclavos como leímos que sí permitía La Ley. Ni aplicando tantos otros puntos que hoy nos resultan repudiables.

Jesús sacude el poder religioso de todos los tiempos para mostrarnos que aplicar aquella Ley al pie de la letra no fue siempre una buena idea. Desde luego que no.

Cuando los fariseos le recriminan a Jesús que sus discípulos arrancan espigas en el día de reposo (algo prohibido en La Ley), él les responde:¿No han leído ustedes en Las Escrituras lo que hizo el rey David, cuando Abiatar era el jefe de los sacerdotes? David y sus compañeros sufrían gran necesidad y tenían mucha hambre. Entonces David entró en la casa de Dios y comió del pan especial, que solo a los sacerdotes les estaba permitido comer, y lo compartió con sus compañeros. El sábado se hizo para los seres humanos, y no los seres humanos para el sábado” (Marcos 2, 24-28). Para Jesús ¡La dignidad humana estaba incluso por encima de La Ley!… pues La Ley se hizo para la dignidad humana. Y esto es una clave esencial para interpretarla bien.

Jesús nos impulsa a discernir cuándo debemos oponernos una aplicación literalista de Las Escrituras para redimensionarla a favor de la compasión restaurativa. Él nos muestra cómo leer lo más crudo de La Biblia. Nos muestra cómo ser libres bajo la nueva Ley de Cristo.

En el próximo artículo «Barbaridades en el nombre de Dios» seguiremos acercándonos a otros textos problemáticos que siembran el escepticismo debido a su crudeza. Seguiremos aprendiendo cómo entenderlos y qué aplicaciones podemos extraer hoy de ellos ¡No te pierdas la segunda parte de este tema!

[1] Rev. Dr. Richard Furman’s Exposition of The Views of the Baptists, Relative to the Coloured Population in theUnited States in a Communication to the Governor of South-Carolina. Charleston: Printed by A.E. Miller, Nº 4 Broad-st., 1838.

[2] ElPais.com, 22 junio 2019 El Supremo eleva la condena a La Manada a 15 años: fue una violación múltiple, no un abuso sexual

[3] Rob Bell, What is the Bible? 2017

[4] https://www.tendencias21.net/crist/Leyes-de-la-Biblia-obsoletas-Compartir-188-de-4-de-abril-de-2016-Preguntas-y-respuestas_a2012.html

[5] Alberto de Mingo Kaminouchi, La Biblia de principio a fin: una guía de lectura para hoy, Ediciones Sígueme, 2019, p. 109

[6] Dionisio Byler. El «antiguo testamento» del Antiguo Testamento. Facultad de Teología SEUT, p. 18

[7] Michael F. Bird, Siete cosas que desearía que todo cristiano supiera sobre la Biblia, Clie, 2023, p.99

[8] El relato de la creación de Génesis 1-3 fue escrito muy probablemente después de la mayor parte del resto del Pentateuco, incluyendo La Ley,

Paso 12 ¿Qué hago cuando La Biblia es AMBIGUA?

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 12 de 15

En el anterior artículo hablamos de cómo comprender los relatos bíblicos que se contradicen entre sí. En este nos asomamos a otra característica que puede resultar problemática cuando leemos La Biblia: La ambigüedad.

Según el diccionario, la ambigüedad se define como el comportamiento, hecho, palabra o expresión que puede entenderse o interpretarse de diversas maneras (RAE). Como Peter Enns apunta[1], debemos tratar de comprender los verdaderos propósitos de cada escrito bíblico y alinear nuestras expectativas con cada uno de ellos, no al contrario. La Biblia es muy antigua, en ocasiones ambigua, y recoge puntos de vista que no siempre coinciden al 100% entre sí ¿Y por qué está ahí la ambigüedad? ¿Por qué ciertos asuntos no son más claros y concretos?

La ambigüedad -aunque sorprenda a algunos creyentes- posee una intención didáctica muy constructiva. Determinada ambigüedad permite que muchas enseñanzas puedan adaptarse a nuestros contextos de forma más pertinente que desde un copia/pega de versículos que escogemos a la carta para satisfacer nuestros deseos de forma que no siempre nos convienen. Pero gracias a determinada ambigüedad podemos discernir con sabiduría qué intenciones constructivas y atemporales pudieran albergarse incluso en los relatos más chocantes y extraños de La Biblia.

Para afirmar que La Biblia es verdadera debemos hacernos una pregunta previa: ¿Qué es La Verdad en La Biblia? ¿Es un mero conocimiento intelectual contrastado? Lo cierto es que esta idea “moderna” de verdad sí aparece en La Biblia, sí. Pero, al mismo tiempo, la verdad bíblica es un concepto mucho más amplio.

La verdad entendida como aquello empíricamente verificable es solo un tipo de verdad, muy nuestra, muy dominante tras la modernidad y en estos tiempos posteriores. Este concepto reduccionista de la verdad es también característico de la apologética cristiana actual derivando, paradójicamente, en el descrédito de la Biblia misma. Pero La Biblia va mucho más allá de este concepto que hoy nos parece casi el único válido para definir en qué consiste la verdad. Entre otras cosas, los autores bíblicos van más allá de esta noción porque tenían plena conciencia de que las personas necesitamos más que datos empíricos para encontrar nuestra identidad y el propósito de la vida.

La ambigüedad de los 10 mandamientos

Fijémonos en unas instrucciones tan importantes como los diez mandamientos. Cada uno de ellos resulta más ambiguo de lo que parece a primera vista.. sí, sí…

Honra a tu padre y a tu madre” … De acuerdo, pero ¿Qué significa exactamente honrarlos? ¿Implica obedecerlos, tengan ellos o nosotros cualquier edad? ¿Ingresar a mi madre en una residencia es honrarla? Depende ¿Verdad? ¿Y qué de los distintos conceptos de honra que existen en Asia o África y que difieren de los aquí dominantes? Las cosas no son siempre tan concretas y claras. La ambigüedad bíblica está ahí.

Solo sin salir de los diez mandamientos también leemos “No codiciarás” …  Bien, pero ¿Cómo se mide la codicia? ¿Cuál es la diferencia exacta entre codicia y un deseo legítimo? ¿Cuánta de mi dedicación a ganar más dinero puede considerarse codicia?

Los mandamientos pueden ser ambiguos. Y tiene su porqué ¡Es necesario que así sea! Y es que la complejidad del cambiante mundo real hace que las respuestas simplistas proyectadas en La Biblia pueden derivar en daño a personas concretas debido a una falta de pertinencia en la aplicación del mandato bíblico. Así que mucho cuidado con ofrecer las mismas soluciones concretas para todos los casos y personas.

Seamos conscientes de que nuestra respuesta a estas ambigüedades está filtrada desde nuestras experiencias, tradición, anhelos, temores, conocimiento, etc.

Nuestra reacción debe basarse en un discernimiento justo y misericordioso inspirado en Jesús. Que él nos ayude a acertar con cada necesario “depende” porque según cómo se mire, todo depende

Cada realidad personal y/o comunitaria es un organismo vivo diferente entre sí. Y por eso la ambigüedad bíblica se hace a menudo necesaria. Las Escrituras no son siempre una receta para que todos la apliquen todo momento y lugar. Cada persona y situación poseen una peculiaridad única e irrepetible que demanda diferentes respuestas bajo la guía de Dios.

Otro ejemplo: El divorcio en La Biblia

Fijémonos, por ejemplo, en qué dice La Biblia acerca del divorcio. Si uno lee Deuteronomio 24 observa que Dios permite al hombre divorciarse de su mujer “si hay en ella algo censurable que no le agrade” (1-2). Pero si leemos a Jesús respondiendo a los fariseos, les dice que un hombre no puede divorciarse y casarse con otra mujer excepto en caso de inmoralidad sexual (gr. porneia. Mateo 19, 8-9). Y si vamos a Pablo, dirá que si el marido no cristiano quiere divorciarse, entonces sí se permite el divorcio. Llegados a este punto algún cristiano podría incluso decir: “Pero ¡¿Quién se cree Pablo para añadir otra cláusula de divorcio a la única que Jesús estableció?!”.

Es posible, por tanto, que un cristiano que lee La Biblia literalmente acabe confundido ante tres enfoques del divorcio que difieren claramente entre sí. Pero esta perplejidad tendría sentido si La Biblia fuese un recetario fijo. Pero no lo es.

Cada contexto y situación en la que se habla del divorcio es diferente. Cada alusión posee su propia pertinencia e interlocutores. Por desgracia, muchos pastores que han reducido las causas de divorcio a las únicas observadas en Las Escrituras han concluido no aprobar el divorcio a mujeres maltratadas, algunas incluso llegando hasta la muerte en casos reales. Tan solo porque no encontraron en La Biblia una cláusula que permitiera el divorcio por causa concreta de maltrato y violencia.

Sin duda, quien opta por estas soluciones simplistas, dañinas y enlatadas para todos se adentra en un abismo infernal en el que el resultado es todo lo contrario a lo que propone el evangelio. ¿Ofrece Dios entonces su visto bueno al divorcio?  Pues “depende” (Prov. 26, 4-5).

En el caso concreto de Jesús y el divorcio, él respondía a unos fariseos que abandonan a sus esposas en unas circunstancias muy concretas ¡Como todos los contextos! Por la literatura judía extra bíblica sabemos que no era extraño que repudiasen a sus mujeres cuando envejecían para casarse con chicas más jóvenes. Llegó un punto, incluso, en el que cualquier excusa valía para abandonarlas. Bastaba con que el guiso saliera mal para apelar a la ley (Dt. 24, 1) y repudiar a la esposa dejándola en la mendicidad.

Al rabí Akiva (nacido en el siglo I) es para muchos el rabino más influyente de la historia. A él se le atribuye la afirmación de que él repudiaría a su mujer si encontrara a otra más guapa[2]. Y si así pensaban los religiosos “más piadosos” e influyentes… ¡Imaginemos qué no haría un rabino menos amoroso por entonces! ¿Y quién iba a casarse con una débil mujer repudiada que ha perdido su vigor juvenil? Nadie. Era su fin. Y el repudio era incluso más injusto que el divorcio por el estigma que conllevaba en el gueto judío de entonces.

Explicar toda esta terrible coyuntura alargaría demasiado esta contextualización de las palabras de Jesús. Lo que sí está claro es que la injusticia de los fariseos era mayúscula. No había un sistema de Seguridad Social, ni asilos públicos dignos, ni nada similar. Todo dependía del sustento del Pater familia dejando una situación era extremadamente perversa para gran parte de las mujeres repudiadas. Este es el marco en el que Jesús denuncia tan brutal injusticia egoísta por parte de los “representantes de La Torá”. Les recuerda que cuando ellos se unieron a sus esposar llegaron a ser una sola carne en un pacto de compromiso que les obligaba a no repudiar a sus mujeres cuando les venga en gana. Y por esos

En el caso de Pablo a los corintios, es muy probable que en aquella iglesia se estuviesen dando situaciones diferentes que llevaron al apóstol a dar paz y libertad para el divorcio cuando algunos maridos pretendieron abandonarlas sin que existiera necesariamente inmoralidad sexual tal y como Jesús sí exigió a los fariseos. No olvidemos tampoco (como ya vimos en el artículo sobre la poligamia) que el matrimonio en tiempos bíblicos era algo muy, muy diferente al nuestro y que no había igualdad de derechos entre cónyuges.

En cualquier caso, la ambigüedad o falta de soluciones 100% claras “para todos igual, ayer y hoy” nos lleva a orar y buscar la guía de Dios para una contextualización pertinente en cada caso. Lo que está claro es que determinada falta de concreción no está en La Biblia para arruinar las vidas sino para salvarlas y restaurarlas.

Las Escrituras sí nos dará principios dados por Dios para perdonar, para convivir, para amar y muchas otras indicaciones para sostener un matrimonio fuerte para toda la vida como Dios desea.

Sabiduría vs. “Copia y pega” automático

La inspiración divina no es un recetario sino un soplo dinámico y liberador que trasciende las ansias de control y sistematización de la teología. Si cada copo de nieve es diferente entre sí ¡Qué podemos decir de las personas y de la obra del Espíritu en ellas!

Las palabras que Jesús dirige a diferentes personas en los evangelios varían entre sí. No suelen ser fórmulas para todo y para todos. Depende de a quien le hable…  A uno le pedirá vender todo y dárselo a los pobres para obtener la vida eterna (Mateo 10, 21) … mientras que a otro le dirá “tu fe te ha salvado” (Mt. 9, 22) sin que tenga que vender nada. A una mujer le dirá: “ni yo te condeno”. (Juan 8, 11) mientras que a unos legalistas religiosos les señala como “generación de víboras” (Mt. 12, 34). A uno le sanará poniéndole barro con saliva y mandándole a un estanque (Juan 9, 6-12). Otra será sanada tocando su manto y resucitará a la hija de Jairo solo con palabras (Lucas 8). No hay fórmulas ni repetición de pautas concretas. Pero en todos los casos hay restauración.

Adoptar una mentalidad genuinamente bíblica de pertinencia nos dispondrá a nuevas posibilidades: ¿Cómo se conecta lo que estoy leyendo con mis circunstancias?  ¿Qué verdades de Dios debería yo aplicar al leer esta historia? ¿Qué elementos de la narración tenían que ver con asunciones de aquellas culturas y cuáles me hablan a mí? ¿Qué resultado obtengo al filtrar lo que leo desde Jesús?

Acercarnos a La Biblia con esfuerzo y sabiduría suena decepcionante para quienes fueron educados en una Biblia de mensaje siempre claro y evidente. Esta es una idea más confortable, sin duda. Y es cierto que una aplicación sencilla y literal de lo leído será una buena opción en muchas ocasiones. Pero La Biblia se contextualiza, avanza y se adapta a lo largo de sus historias. Buscar sabiduría para su aplicación siempre fue el plan A y entender otra cosa es solo una proyección irreal de nuestros anhelos de certeza simplista para todas nuestras preguntas.

Que hoy existan más de 20.000 denominaciones cristianas debería hacernos sospechar que quizás no todo está tan claro en La Biblia. Algunas cosas sí lo están, pero otras no. Y es posible que un propósito en todo esto sea que podamos aprender a convivir con más fe y menos certezas de las que nos gustarían. Y esto puede ser maravilloso para nuestras comunidades de amor centradas en Jesús.

Algo que sí vemos claro en Las Escrituras es la búsqueda de sabiduría (Proverbios 8: 22–31). La búsqueda del discernimiento para abordar cada conflicto va desde el Edén hasta el fin de los tiempos. De hecho, Las Escrituras presentan a Cristo como la sabiduría misma encarnada de Dios (1ª Co. 1, 24), pues Él es la pauta para abordar todo conflicto. Él el filtro con el que discernimos y buscamos la paz.

Una fe viva y real debe acostumbrarse a que la presencia de Dios no dependa de disponer de un versículo-solución para cada problema. No siempre será posible. La fe es un peregrinaje valiente que toma en cuenta el misterio y que adora gracias también a ese misterio. La fe es la confianza en aquello que no se ve y en lo que aún se espera (Hebreos 11, 1). Y todo eso es Jesús. En Él tenemos todo lo necesario para caminar en el día a día.

En el siguiente artículo «Barbaridades de La Biblia en el nombre de Dios» nos acercaremos a La Ley del Antiguo Testamento y a textos atroces, algunos a menudo tapados en el ámbito cristiano. Trataremos de comprender por qué y para qué están ahí.

[1] Algunas reflexiones de este artículo en concreto se inspiran en el libro How the Biblie Actually Works (Cómo funciona realmente La Biblia) de Peter Enns

[2] J. Gnilka, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, ver­sión es español de C. Ruiz-Garrido, 2.ª ed., Herder, Barcelona, 1995, p. 272

Paso 11 ¿Hay inspiración en los RELATOS ENFRENTADOS?

Cómo leer lo más difícil de La Biblia. Paso 11 de 15

Para muchos cristianos, un asunto desconcertante para la interpretación de pasajes difíciles de La Biblia son los supuestos relatos contradictorios o enfrentados entre sí. Aquí de nuevo afirmamos que realmente el problema no está tanto en La Biblia sino en cómo se nos dijo que debíamos leerla.

Guerra vs pacifismo

Un ejemplo de debate y discrepancia bíblica es la conveniencia, o no, del uso de la fuerza militar, un asunto siempre difícil en cualquier lugar y época.

Por un lado, Miqueas e Isaías promulgan una visión casi idéntica y antibelicista acerca de un Dios que juzgará a quienes hacen la guerra:

Reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2, 4; Miqueas 4, 3 recoge un texto casi idéntico).

Por otro lado, Joel propone el panorama opuesto, usando incluso los mismos elementos ilustrativos de Miqueas e Isaías… ¡Pero dándoles la vuelta con intencionalidad!: “Proclamad guerra… Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el cobarde: ¡Soy valiente!” (Joel 3, 9-10)

¿¡Qué ocurre aquí!? ¿Quién está más acertado?

En primer lugar, ninguno de estos autores está pensando en nosotros ni en conflictos de nuestra época.

En segundo lugar, debemos discernir las intenciones de cada autor de forma independiente.

Hubo épocas en las que algunos profetas veían inevitable ir a la batalla para sobrevivir y no ser exterminados. Pero también hubo momentos en los que llaman a la paz como algo posible e ideal supremo. Se trata, por tanto, de contextualizar cada momento crítico.

Hoy en Occidente somos mayoritariamente pacifistas. Bien. Pero esta mentalidad cambia abruptamente si nuestras casas son invadidas por un ejército extranjero arrasando todo ¿Cierto? Algo así sucedió en 2023 con el porcentaje de ciudadanos en Finlandia y Suecia favorables a entrar en la OTAN tras el conflicto entre Rusia y Ucrania ¡La amenaza multiplicó el número de ciudadanos adeptos a la OTAN!

Así que las discrepancias entre Miqueas y Joel no deberían ser calificadas como “contradicciones bíblicas” sino como una exposición realista y pertinente de cómo reaccionamos ante contextos cambiantes. Nos ayuda a entender qué ocurrió.

Que Dios nos dé discernimiento y procuremos también la paz en cuanto nos sea posible, con todos nuestros esfuerzos. Las Escrituras no pretenden ofrecer la misma respuesta a problemas que, en diferentes condiciones, demandan diferentes soluciones. La Biblia no es tan simplista como muchos pretenden.

Dicho todo esto, hay ocasiones en las que el autor bíblico simplemente expresa sus sentimientos delante de Dios, su desahogo. No siempre lo que dice un escritor bíblico es un mandato atemporal a seguir para los cristianos actuales. Depende. Y ahí está lo fascinante de la guía del Espíritu.

Discernimiento ¡Eso es!

En otro ejemplo, Proverbios 26, 4 dice:Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad” … mientras que el versículo siguiente dice justo lo contrario: “Responde al necio según su necedad” ¿Se contradice el autor?

No, pues cada consejo dependerá de cada circunstancia tal y como vemos en el cuadro completo: “Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, Para que no seas tú también como él. Responde al necio como merece su necedad, Para que no se estime sabio en su propia opinión” (Prov. 26, 4-5).

La aplicación contextualizada no tiene que ver con interpretar un versículo “a la carta”. No es tan subjetivo como a veces se comenta, sino que se trata de discernimiento.  El resultado de aplicar hoy literalmente versículos sin pertinencia ha derivado en la destrucción espiritual de muchas personas. Así que ¡Cuidado!

Por el contrario, una sabia aplicación de Las Escrituras puede restaurar y liberar las vidas para siempre. La aplicación sabia nos lleva a las buenas obras, que es el propósito de la inspiración divina según 2ª Ti. 3, 16-17.

2ª Samuel vs 1ª Crónicas

Otro ejemplo de textos enfrentados lo encontramos en 2ª Samuel 24,1 donde dice que “Dios incitó” a David para realizar un censo mientras que 1ª Crónicas 21, 1 afirma que fue “Satanás”. Y entonces… ¿Quién incito a David? ¿Satanás o Dios?

El libro de Samuel tiende al apoyo de la realeza mientras que Crónicas es más crítico con la monarquía, especialmente con David. Nos encontramos, por tanto, ante una visión ideológica dentro del judaísmo que trata de equilibrarse la una a la otra. Esto nos trae dos libros en tensión mostrando con naturalidad la pluralidad política de Israel.

Dicho esto, la idea de que Dios es también el origen del mal (además del bien) ya aparece en los textos bíblicos más antiguos. Samuel, que es anterior a Crónicas, expone a Dios como el autor del mal. Esta teología, no obstante, luego se irá matizando a lo largo de Las Escrituras (revelación progresiva).

Esta disyuntiva acerca de quién incitó a David sitúa ante el lector un prisma abierto, un diálogo entre dos libros también para que conozcamos mejor la historia y la evolución de los conflictos de Israel. Todo tiene la pretensión de enseñar a Israel a no caer en viejos errores.

El número de censados también es diferente en ambos libros, siendo más dispar todavía el número de carros. (1 Crónicas 21, 5 vs. 2ª Samuel 24, 9/ 2 Samuel 10, 18 vs. 1 Crónicas 19, 18). Pero, ¿Qué nos dicen estas diferencias a los creyentes actuales? ¿Qué nos aportan estos datos que no encajan entre sí?

Además de invitarnos a no ser dogmáticos agarrados a la interpretación literal, entre otras razones, Dionisio Byler comenta cómo “al comparar los libros de Crónicas con los de Samuel y Reyes, las diferencias nos indican cuáles eran las prioridades de quien reescribió aquí la historia de la monarquía israelita […] El autor de Crónicas se desentiende del reino del norte, Israel, con su capital en Samaria. El único reino que le interesa es el del sur, Judá, con su capital en Jerusalén. En segundo lugar […] lo que cautiva la atención del autor de Crónicas es el templo de Jerusalén. […] Un caso ejemplar sería el del rey Salomón, cuyo reinado ocupa la cuarta parte del libro. Recordado con especial cariño […] destaca su profunda piedad religiosa ejemplar, junto con su sabiduría emblemática […] 1 Reyes había añadido que después de construir el templo, Salomón construyó junto a él su palacio siguiendo el mismo estilo monumental, dando también cabida a un buen número de templos y altares paganos, para que las extranjeras en su harén pudieran adorar a sus dioses sin salir de aquel complejo palaciego y templario, la «Ciudad de David». Sobre ese tropiezo posterior de Salomón, 1 Crónicas guarda silencio, dejando intachable el recuerdo de Salomón[1]

En estos relatos enfrentados aprendemos acerca de los fanatismos políticos, de los peligros del poder, así como descubrimos cuáles eran los énfasis en diferentes épocas. Esto es -salvando las distancias- como si Israel hubiera incluido en su hemeroteca un periódico de derechas y otro de izquierdas para describir las mismas noticias ¿Y no es esto otro punto a favor de la honestidad de La Biblia? Algo parecido sucede también cuando encontramos varios relatos para describir el mismo acontecimiento.  Es el registro de una pluralidad que se diferencia de los cuentos edulcorados de una sola dirección y que como lectores nos permite sentirnos identificados con las complejidades de nuestro mundo actual. La inspiración puede ser muy rica y creativa también en dejarnos una pluralidad abierta al diálogo y el discernimiento para las posibles aplicaciones actuales.

Pensar que por estas diferencias los textos dejan de ser útiles para llevarnos a buenas obras (el propósito de la inspiración según 2ª Ti. 3, 16-17) es un concepto ajeno a la cosmovisión hebrea de la verdad y la voluntad de Dios.

Otro ejemplo:

Nacionalismo vs. Pluralismo, Esdras vs. Rut

Otro caso ilustrativo de “choque” entre relatos son los libros de Esdras y Rut. El primero manifiesta su oposición a que los israelitas se casen con mujeres extranjeras mientras que Rut celebra el matrimonio de un israelita con una extranjera ¿Entonces? ¿Cómo resolver estas diferencias? ¿Qué se dirían los autores de Rut y Esdras si pudieran debatir entre sí? Lo que aquí ocurre es que, de nuevo, La Biblia nos expone situaciones diferentes.

* Hemos realizado este video que recoge un ficticio diálogo entre Esdras y Rut para entender estas “discrepancias” desde su contexto:

 

Muchos teólogos afirman que Ruth, al igual que otros textos como Jonás, se escribieron para matizar malentendidos acerca del nacionalismo judío más restrictivo que aparecen en Esdras o Nehemías. No son contradicciones que bloqueen nuestro aprendizaje, sino una exposición abierta y sin censuras que nos proporcionan un rico diálogo junto a la guía del Espíritu Santo.

Estos enfrentamientos bíblicos nos empujan para ejercitar la empatía y nos llevan al discernimiento (tal y como muestra el video que hicimos). Tanto Esdras como Rut tenían sus porqués y merecen ser escuchados. Los autores y compiladores bíblicos que plasmaron estas diferencias fueron conscientes de ellas. No eran tontos y los hebreos las mantuvieron en La Biblia para nuestro provecho y conocimiento del desarrollo de la nación hebrea. Ocurre lo mismo con los numerosos dobles relatos bíblicos en los que se cuenta la misma historia sin que todo armonice exactamente entre sí. Y es que cada relato trae sus propias enseñanzas. Como dice el filósofo Ernesto Castro acerca de la discusión política: “Por muy fanático que sea el debate, por muy aturullada que sea la conversación, siempre se puede extraer una moraleja[2]”. También ocurre con nosotros al acercarnos a La Biblia.

El valor de las “incongruencias” en La Biblia

Los primeros cristianos -como Orígenes- no tuvieron problemas con estas incongruencias para considerar la inspiración bíblica del relato. Cada evangelio tiene su propia vida. Y para la mentalidad hebrea, incluso cambiar un dato histórico para introducir un elemento teológico-literario es también un acto inspirado por Dios. Que esto pueda ser un problema de credibilidad para un creyente actual es principalmente por causa de la mentalidad moderna occidental como ya hemos explicado en otros momentos de esta serie. Pero la verdad de La Biblia no solo sigue intacta, sino que se amplifica desde la teologización de cada relato por la obra del Espíritu Santo. Cuanto más rascamos en su simbolismo, más riqueza y poder de liberación hallamos.

Las mal llamadas “contradicciones” entre relatos escritos originalmente de forma aislada también nos hablan de que los textos bíblicos no pueden domesticarse a favor de los intereses particulares. Pablo o Santiago nos ofrecen enfoques diferentes acerca de la fe y las obras. Pero ambos tienen cosas que decirnos acerca de Dios. Todos los enfoques se pulen en Jesús como la armonía perfecta y final.

“No llevéis bastón” Lucas 9, 3

“Llevad solo bastón” Marcos 6, 8

En otro ejemplo, según Marcos, Jesús les dijo a sus discípulos: “No llevéis nada para el camino, ni dinero, ni pan, excepto un bastón” (6, 8).

Pero en Lucas les dice: “No llevéis nada para el camino, ni dinero, ni pan, ni bastón”.

¿Y entonces? ¿Qué les dijo realmente Jesús? ¿Debían llevar o no bastón? Esta es una de las incongruencias que encontramos al comparar los diferentes evangelios entre sí ¿Y qué hacemos con ello?

Orígenes (184-253), el teólogo más influyente del cristianismo primitivo también creía en La Biblia como inspirada por Dios. Pero era consciente de estos dobles relatos que son incompatibles en algunos de sus detalles. Sin embargo, él estaba feliz con estas “contradicciones” ya que pensaba que el Espíritu Santo las había colocado intencionalmente para que nos diésemos cuenta de que leer La Biblia literalmente no es el camino. Esto le recordaba que nuestra misión es rascar bajo la superficie para descubrir significados más profundos[3]. En otras palabras: Para Orígenes, las “contradicciones” de los detalles constituían un llamado para buscar la esencia y la profundidad, quizás desde el simbolismo de la narración o meditando en la idea general de cada relato de forma independiente.

A fin de cuentas, ir o no ir con o sin bastón es algo que Jesús pidió a sus discípulos en un pasado concreto y para un viaje concreto. No nos lo pide a nosotros. Ellos ya fueron como tuvieran que ir ¿Qué nos importa la exactitud de aquel detalle? Realmente nada. Y a no ser que hayamos asumido una idea errada acerca de la mal llamada inerrancia bíblica, «lo del bastón» no afecta a la maravillosa inspiración del Espíritu.

Esto le recordaba que nuestra misión es rascar bajo la superficie para descubrir significados más profundos, quizás desde el simbolismo de la narración o meditando en la idea general de cada relato de forma independiente.

Jesús les dice que vayan sin mochila, sin cargas extras. Que emprendan un arriesgado viaje solo con lo que llevan puesto. Y esto es algo que, por cierto, ningún cristiano hace hoy literalmente. Nadie se plantea viajar sin ropa de recambio ¿Cierto? Esto vuelve a demostrar que en realidad ninguno realizamos una aplicación 100% literal cuando leemos cada mandato dados a los discípulos.

Lo importante en este caso no es si los discípulos llevaron bastón o no lo llevaron, sino observar la fe de los discípulos que emprendieron su misión con lo puesto, sin dinero, sin ropa de recambio, sin nada. Bueno… sí… quizás llevaron bastón. O no… Pero el punto clave en ambas versiones trata de caminar desde la absoluta confianza en la provisión y voluntad de Dios.

Hay propósito

Tratar de buscar rocambolescas respuestas para intentar convencernos de que todos los relatos de La Biblia “dicen exactamente lo mismo” no es honesto. Lo que sí tenemos es un compendio de historias guiadas de aprendizajes, diálogos y revelación progresiva detrás.

Estos enfrentamientos bíblicos nos empujan para ejercitar la empatía y nos llevan al discernimiento. Tanto Esdras como Rut tenían sus porqués y merecen ser escuchados. Los autores y compiladores bíblicos que plasmaron estas diferencias fueron conscientes de ellas. No eran tontos y los mantuvieron en La Biblia para nuestro provecho y conocimiento del desarrollo de la nación hebrea.

Ocurre lo mismo con los numerosos dobles relatos bíblicos en los que se cuenta la misma historia sin que todo armonice exactamente entre sí. Y es que cada relato trae sus propias enseñanzas leyéndose de forma independiente. Como dice el filósofo Ernesto Castro acerca de la discusión política: “Por muy fanático que sea el debate, por muy aturullada que sea la conversación, siempre se puede extraer una moraleja[4]”.

Pablo o Santiago también nos ofrecen enfoques diferentes acerca de la fe y las obras. Pero ambos tienen verdades que decirnos acerca de Dios. Todos los enfoques se equilibran y se pulen en Jesús como la armonía definitiva.  También ocurre con nosotros al acercarnos a La Biblia. Somos pulidos sabiendo que Dios y su misericordia salvadora está detrás de cada una de estas vivencias, aunque no todas sean iguales.

Los relatos difíciles y diferentes entre sí ofrecen claves vitales si se observan con el prisma adecuado. Fueron puestos ahí para para llamar nuestra atención, para retarnos, para hacernos sentir escuchados, acogidos, guiados, perdonados y rescatados por un Dios que nos abraza más allá de lo afinada que pueda estar nuestra teología o nuestra comprensión de quién es Él. Gracias a Dios.

[1] Dionisio Byler, Todo lo que te preguntabas sobre La Biblia, Biblioteca Menno, 2014, pp. 211-212

[2] https://elpais.com/ideas/2023-03-17/ernesto-castro-filosofo-la-gente-que-mas-libre-se-siente-es-quiza-la-mas-esclava-de-sus-deseos-y-apetitos.html

[3] Why the Doctrine of Inerrancy Contradicts the Gospels, Bart D. Ehrman. https://www.youtube.com/watch?v=C2MUeKNpds8  17, 15”- 19´30”

[4] https://elpais.com/ideas/2023-03-17/ernesto-castro-filosofo-la-gente-que-mas-libre-se-siente-es-quiza-la-mas-esclava-de-sus-deseos-y-apetitos.html